Conversaciones con Robert Graves.
Con los pies en el aire.
Traducción de José Jesús Fornieles Alférez.
Confluencias. Almería, 2015.
Mientras dicto estas líneas, acaso mientras lees estas líneas, Robert Graves, ya fuera del tiempo, de los guarismos del tiempo, está muriéndose en Mallorca. Muriéndose y no agonizando, porque agonía es lucha. Nada más lejos de una lucha y más cerca de un éxtasis que aquel anciano inmóvil, sentado, a quien acompañaban su mujer, sus hijos, sus nietos, el más pequeño en sus rodillas, y varios peregrinos de diversas partes del mundo.
Así comenzaba Jorge Luis Borges el artículo que publicó en The New York Review el 15 de agosto de 1985. Graves no moriría hasta unos meses después, en diciembre, y Borges le sobreviviría apenas seis meses.
Ese artículo es uno de los siete textos -entrevistas y ensayos breves- que publica Confluencias en un cuidado volumen que contiene en el cuadernillo central un álbum fotográfico del autor de La Diosa Blanca.
Como para Borges, Deià se convirtió para muchos escritores en un lugar de peregrinación para visitar a Graves, que desde 1929, como explica Frank L. Kersnowski en el prólogo, "escogió vivir y escribir allí. Como evidencian muchas de estas entrevistas, los más prestigiosos hombres de letras emprendieron el camino a Deià para verlo, como también hicieron otros muchos desconocidos. Muchos tuvieron que oír las mismas historias cuando le hicieron las mismas preguntas, y probablemente se dijeran: ¿para qué he hecho tal viaje?”
Algunas de las posibles respuestas a esta pregunta se encuentran en estas páginas que se acercan a la figura del escritor y el hombre, porque "Graves emerge de estas entrevistas como un hombre con su raíces y su genio firmemente asentados en la tierra, seguro de sus propósitos y apasionado en su ejecución."
Desde la evocación que hace Peter Quennel de una visita a su retiro campestre de Islip, cerca de Oxford, a una completísima entrevista para The Paris Review sobre el arte de la poesía, pasando por un fragmento del diario de Virginia Wolf, que evoca su tendencia al aislamiento; una conversación con Gina Lollobrigida en Nueva York o la que se publicó en La Estafeta Literaria a finales de los años 60, recorren estas páginas las reflexiones del propio Graves sobre su obra narrativa y sobre la poesía, su mirada crítica y su idea de la historia, el recuerdo de sus raíces oxonienses, el trauma de la Gran Guerra o el elogio de su vida retirada.
"Una vida -escribe de nuevo el prologuista- compleja y plena… Lo que sabemos y esas conversaciones revelan es que la vida de Graves fue la de un mito, al mismo tiempo que la de un mitógrafo, un hombre cuyos escritos explican y celebran la angustia del amor y la dureza de una mujer que ama. También necesitó a Deià, sacralizada por la devoción de Graves."
Santos Domínguez