25/11/09

La previa muerte del lugarteniente Aloof


Álvaro Pombo.
La previa muerte
del lugarteniente Aloof.

Anagrama. Barcelona, 2009.

Yo mismo tengo un poco -yo supongo- un aire trasnochado de rabino. Por eso llevo un gorro de lana que, al ocultar mi calva, mejora mi perfil, tan judaizante. Me miro de reojo en el espejo del aparador de las botellas y parezco lo que soy: un catedrático abolido de narratología que rehúsa tomar patatas fritas y bebe un Jack Daniel's tras otro hasta llegar a tres.

Tras la descripción de ese profesor universitario jubilado está el indisimulado autorretrato de un Álvaro Pombo en plenitud creadora, rejuvenecido literariamente y dispuesto a asumir el reto de reinventarse como narrador y de dar un giro a su trayectoria literaria.

La previa muerte del lugarteniente Aloof, que publica Anagrama, es un arriesgado y brillante salto en el vacío, un cambio en las reglas de juego de su literatura. Juego, literatura, reflexión técnica y aventura se funden en esta novela de sorprendente fuerza estilística, en una demostración de lucidez literaria, conciencia narrativa y seguridad creativa.

Los viejos deberían ser exploradores, dejó escrito T. S. Eliot en uno de sus Cuatro cuartetos, East Coker. Y esa frase, que Álvaro Pombo ha tenido muy presente en la escritura de este libro, parece estar en la base del ímpetu explorador que evidencia esta novela.

El hallazgo de un manuscrito que contiene en dos cuadernos de cien páginas las memorias en forma de diario del lugarteniente Aloof es la excusa para construir un texto en el que conviven la acción en estado puro y la reflexión filosófica en torno a ella.

Un narratólogo emérito analiza la esencia de la aventura en una indagación que comparte con Lord Redkins, un aventurero reflexivo, y con el elusivo lugarteniente, y es en el fondo una búsqueda de la identidad, una manera de compartir la previa muerte del lugarteniente y la del profesor jubilado.

El protagonista sin nombre, cuyo mote "Aloof" alude al distanciamiento de su carácter indiferente, narra, recuerda e inventa y el narratólogo en el que se desdobla Pombo reflexiona en un ejercicio metaliterario sobre las aventuras concretas, sobre sus aspectos narrativos para acabar poniendo en cuestión el concepto mismo de la aventura y el destino de los héroes, que han ido a refugiarse no al callejón del Gato, sino a las oficinas del Ministerio de Defensa.

Esa alternancia de fragmentos del diario y de reflexiones del profesor va construyendo una novela que es también una aguda interpretación del tiempo y sus efectos. Una novela de inusual energía estilística, en la que se unen la acción y la meditación, el lenguaje de la aventura y el de la poesía, porque cuando ya no hay aventuras, nada deja nunca de ser interior.


Santos Domínguez