25/9/13

Pablo d'Ors. Andanzas del impresor Zollinger


Pablo d'Ors.
Andanzas del impresor Zollinger.
Introducción de Andrés Ibáñez.
Impedimenta. Madrid, 2013.


Como un raro define Andrés Ibáñez a Pablo d’Ors en la introducción que ha escrito para la reedición de las Andanzas del impresor Zollinger en Impedimenta: “humorístico, pero también optimista. Nada de humor negro en su obra. Es optimista, pero sublime. Es sublime, pero busca intencionadamente un tono menor.”

Hace diez años, cuando se publicó por primera vez esta novela corta, resultaba aún más rara. Para sus lectores era la obra epifánica, tan delicada como sorprendente, de un autor casi desconocido hasta entonces y vinculado a un mundo literario y a una escritura centroeuropea que ha dejado obras brillantes en la narrativa contemporánea y casi ninguna huella en la literatura española.

Una espléndida narración simbólica que maneja sabiamente muchas claves de los relatos tradicionales y aspira a representar la vida y a interpretar el sentido de la existencia como un camino de perfección en el que no faltan las espinas, los sueños perdidos ni los frutos amargos:

Sabía que la vida de los hombres, cuando envejecen, se va poblando de fantasmas. Y sabía también - lo iba sabiendo- que son esos fantasmas los que, después de todo, ayudan a vivir.

Escrita con una prosa admirable y construida con una aparente sencillez que se sostiene en la cuidada estructura itinerante y circular que se anuncia ya en el título, Andanzas del impresor Zollinger es una intensa novela de formación en la que la vocación y la resistencia, la soledad y la naturaleza, la amistad y el exilio, el fracaso o el éxito, la voluntad o los sueños inciden en el proceso de construcción de la personalidad del protagonista y su humilde proyecto vital como impresor en Romanshorn, un pueblecito suizo. 

Así lo explica el narrador en el último capítulo de los siete –ese número mágico es también el de los años que dura el viaje- que constituyen las estaciones de ida y vuelta del libro:

Más allá de su voluntad explícita, que avala y sostiene mi empresa narrativa, aquello que realmente determinó que me pusiera manos a la obra fue la convicción de que August Zollinger (y no se me escapa que las letras iniciales de su nombre son la primera y la última del abecedario) es, cierto sentido, cada uno de nosotros.

Santos Domínguez