26/9/13

Chéjov. Una extraña confesión


Antón Chéjov.
Una extraña confesión.
Traducción de Irene Tchernova.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.

—¿El tema de su libro? —pregunté al señor Iván Kamishov, que por andar muy necesitado de dinero vino a verme y me rogó que se lo publicara, no sin avisarme previamente de que era el primero que escribía. Era un hombre alto y atractivo, de porte altanero y decidido.

—Pues verá… El tema no es nuevo…, en él se trata de amor…, de un crimen… Pero léalo y podrá juzgar usted mismo. Son los recuerdos de un juez de instrucción.

Así comienza Una extraña confesión, que Antón Chéjov publicó por entregas entre 1884 y 1885. Era su primera novela larga y en ella desarrollaba en primera persona la narración de un crimen pasional del que había sido víctima una joven campesina.

Con la técnica tradicional del manuscrito hallado, a partir de ese momento se introduce el relato que un juez de instrucción entrega un día de abril de 1880 al editor de un periódico para que lo valore y lo publique. 

Lo más innovador de esta historia detectivesca, ambientada en la Rusia rural más profunda y en una sociedad decadente y casi feudal, es que el relato contiene una serie de incongruencias que ponen en guardia al editor y convierten al lector en un detective que va viendo poco a poco que debajo de la superficie del relato hay una turbia historia, una enmarañada madeja de pasiones en las que están implicados el juez, el conde Karnieiev, su amigo juerguista y bebedor, o el viejo criado Urbenin.

Porque lo que cuenta el protagonista en su novela, ocho años después de los hechos, es el relato judicial de un crimen, con pruebas, con un proceso, una condena a trabajos forzados para un inocente y la impunidad del asesino.

Pero ese relato oculta deliberadamente al autor, falsifica sus claves del crimen, sus móviles ocultos y las complejas relaciones entre los personajes, en medio de los celos y el alcohol.

En esa narración interesada escrita por el juez hay inverosimilitudes, hechos que no cuadran, incongruencias en el comportamiento de los personajes, errores profesionales del juez, que siembra pistas falsas. Todo eso despierta la sospecha del editor, que se convierte involuntariamente en detective y va anotando a pie de página las incoherencias del relato y poniendo de esa manera sobre aviso al lector, que asume también desde la complicidad con el editor un papel activo en el entendimiento de los hechos.

Reino de Cordelia publica esta novela policiaca de Chejov con la traducción ya clásica y revisada ahora por José Fernández Bueno, que Irene Tchernova firmó hace cincuenta años en Aguilar. Para entonces esta novela, cuyo título original es Un drama de caza, como se edita otras veces, se conocía más en español como Extraña confesión, que fue el elocuente título con que apareció en 1945 en la Biblioteca del séptimo círculo que dirigían Borges y Bioy para Emecé. 

Y casi a la vez, así se tradujo la versión española de la adaptación cinematográfica que Douglas Sirk había filmado en 1944 como Summer Storm, Tormenta de verano, una metáfora y un presentimiento que flotan sobre esta espléndida narración de Chejov desde el comienzo hasta el final desalentado y cínico que deja aturdidos al editor y al lector con el conocimiento del mal y el remordimiento en la última línea de la novela.

Santos Domínguez