24/11/10

Jin Ping Mei


El erudito de las carcajadas.
Jin Ping Mei.
Volumen I.
Traducción, prólogo y notas de
Alicia Relinque Eleta
Memoria mundi. Atalanta. Gerona, 2010.

Reclinado sobre la almohada, le he echado un vistazo, y sus páginas desprenden una bruma erótica, decía en una carta de 1596 el letrado chino Yuan Hongdao a propósito de Jin Ping Mei. Es la primera mención que se conoce de una novela que seguiría creciendo manuscrita y rodeada de una leyenda trágica hasta su primera edición en 1617.

Los lectores de El nombre de la rosa recordarán que la clave de los asesinatos de la novela, perpetrados por un monje borgiano -que se llamaba transparentemente Jorge de Burgos- era la tinta envenenada. No es muy arriesgado suponer que Eco se inspiró para diseñar esa trama criminal en la leyenda que rodea al posible autor del Jin Ping Mei, Wang Shizhen (1526-1590), que vengaba con ese manuscrito envenenado la muerte de su padre.

Así recrea esa leyenda el magnífico texto introductorio de Alicia Relinque, que destaca como motor de la novela la piedad filial transformada en acto de justa venganza:

Leyó: Jin Ping Mei en verso y en prosa. El mensajero que le había entregado la caja de brocado que contenía el manuscrito le había susurrado al oído: «El amo dice que sólo puedes disfrutar de él tú, mi señor; que no lo lean otros ojos, sobre todo que ninguna otra mano roce sus páginas». Excitado, apartó la primera hoja y, al percibir el suave tacto del papel, pura seda, se dijo: «Se nota que el libertino sabe disfrutar. ¡Qué papel tan delicado para una novela vulgar!». Y no pudo evitar sentir un estremecimiento de placer al saberse uno de los pocos privilegiados que tenían acceso a ella (...) y siguió hasta el final del primer capítulo y quiso leer más. Y leyó su primer encuentro con Ximen Qing, el «ser depravado», y cómo éste la conquistó, y cómo se entrelazaron…, y siguió leyendo y leyendo, y leía y leía. Las hojas de aquel papel tan suave se dejaban pasar con dificultad, así que debía humedecerlas con la punta de los dedos para que se adhirieran mejor y poder así continuar leyendo…Entonces conoció a Chunmei y a Li Ping’er, y el calor se intensificaba en la parte inferior de su abdomen –el «campo de cinabrio» le decían–, y cada vez leía con más ansia, y más rápido pasaba las hojas, y más se humedecía los dedos que iban, incesantes, del papel a la lengua y de la lengua al papel. El calor se convirtió en fuego, y de pronto el fuego comenzó a ascender, y ya no resultaba tan placentero, se estaba convirtiendo en una especie de dolor ardiente y sordo en sus entrañas. Pero nada podía detenerlo, leía y leía y el dolor se acrecentaba mientras la vela se consumía destilando lágrimas…
Wang Shizhen permanecía sentado en la oscuridad de su estudio junto a la mesa donde reposaba vacío el frasco de veneno. No le parecía injusto sentenciar al hijo de Yan Song, verdugo del hombre al que más había admirado; no era más que la ley kármica, el ciclo de la retribución. Creyó oír en la lejanía unos alaridos que anunciaban un fin lento y doloroso. “Mi padre no conocerá a sus nietos, pero tú jamás los tendrás.”


Es posible que la escena no se desarrollara exactamente así. En realidad, esta leyenda sobre la maldición de la novela proba­blemente no fuera más que eso, una leyenda que hizo circular, allá en la China del siglo XVII -entre la caída de la dinastía Ming (1368-1644) y la instauración de la Qing (1644-1911)-, algún avispado editor a quien le interesaba despertar un entusiasmo morboso hacia esa obra que se disponía a lanzar al mercado.

Ambientada en el siglo XII y escrita casi quinientos años después, Jin Ping Mei es una espléndida novela y un retrato crítico del poder en la sociedad china de la época Ming. El título de la obra alude a los tres personajes femeninos centrales y en cuanto a su vengativo autor, se ocultó bajo un estrafalario seudónimo, El Erudito de las Carcajadas de Lanling, por dos razones tan verosímiles como decisivas: la sexualidad explícita de sus episodios y la crítica del poder y de la corrupción política que hay en sus páginas.

Tal vez esas dos razones combinadas expliquen también por qué esta obra que combina la crítica social y el fetichismo ha sido prohibida durante siglos y las peripecias de su desmesurado protagonista, el mercader Ximen Qing, han tenido que circular clandestinamente. Y no sólo por la razón más superficial, por su repetido carácter pornográfico, sino porque el ambicioso nuevo rico que lo protagoniza ejerce el poder de dos maneras: corrompiendo a los políticos con su influencia y proyectando ese poder a través de una desaforada sexualidad que no es más que una variante del mismo ejercicio insaciable de dominación.

Esa sexualidad compulsiva que es la otra cara de la ambición de poder contiene las claves de la autodestrucción del protagonista con una droga afrodisiaca que acaba provocando su ruina personal y el declive de su estirpe.

La edición de Atalanta, traducida directamente del original chino por la sinóloga Alicia Relinque, además de la primera que se hace en español, es también la versión más completa que existe en una lengua occidental del Jin Ping Mei.

De momento ha aparecido el primer volumen, con cincuenta de los cien capítulos de la obra y abundantes ilustraciones en color procedentes de un álbum del siglo XVIII y un centenar de dibujos en blanco y negro de la edición original de la novela. Para el año que viene está programada la aparición del segundo tomo de esta novela fundacional, escandalosa y ejemplar a un tiempo.


Santos Domínguez