12 febrero 2024

Josep Pla. Lo infinitamente pequeño



Josep Pla. 
Lo infinitamente pequeño.
Austral. Barcelona, 2023.


Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Me gusta ir de tertulia a las tiendas y observar. Cuando en una tienda hay más de tres personas despachando detrás del mostrador -en los pueblos hay para esas cosas menos habilidad y vista que en Barcelona o en las grandes ciudades- se produce siempre la natural confusión y los peligros son constantes. Entre el pequeño comercio y el público, la situación es de una tirantez muy acusada.
Desde luego, hay personas absolutamente correctas y morales. Pero, además, hay dos clases de personas distintas.
Esa señora entra en la tienda en los tres momentos del día de máxima aglomeración y suele decir que ha olvidado las tarjetas. Paga una vez o dos, pero la otra vez es franca. Contra eso, no hay más remedio que te­ner una libreta de «descuidados», lo que aumenta el barullo notoriamente. Cuando llega el momento de abrir la libreta, la señora pone la cara y la sonrisa del «¡Ay, qué me dices!», como en el teatro.
Luego hay otro tipo de comprador -o de compra­dora- que aparece en las tiendas cuando no hay nadie, a la luz mortecina de las restricciones eléctricas. Cuando el comprador -o la compradora- señala su presencia en la tienda pidiendo algo, su bolso, cesto o capazo tiene un peso superior al que tenía al llegar. Es crudo, pero realísimo.

Esa es una de las escenas breves de Josep Pla que se recogen en el primer capítulo de los cuarenta y cuatro que componen el volumen Lo infinitamente pequeño que acaba de publicar Austral.

En 1954 apareció la primera edición de esta autoantología que realizó el propio Pla. Es una selección de los artículos que había publicado entre 1948 y 1952 en la revista Destino en la sección Calendario sin fechas y una magnífica muestra de su mundo literario y de su mejor prosa, de su ironía y su profundidad incisiva, de la amplitud temática y la capacidad para la observación y la descripción.

Lo subraya en su Introducción Jordi Cornudella cuando escribe que con esta antología “Pla ofrece un panorama generoso de su amplio espectro temático. La atención a la realidad más inmediata, el retrato incisivo de ciertas costumbres, la observación de la naturaleza, el análisis psicológico y el apunte sociológico, la reflexión gastronómica, la diagnosis del paso del tiempo, así como la sátira fina, el humor desternillante, la precisión descriptiva y la pincelada lírica, todos estos aspectos característicos de la riqueza literaria de Josep Pla quedan poderosamente representados en el libro.”

Con una mirada heredera de la de Montaigne y los moralistas franceses del XVII (La Rochefoucauld, La Fontaine, Pascal…), que fueron tan decisivos en su educación ética y estética, con una observación distante de la condición humana y un enfoque consiguientemente irónico de los comportamientos en los detalles minúsculos de la vida cotidiana, Pla aborda en esta significativa selección una enorme variedad de asuntos: desde la vida opaca del verano hasta la lucha contra el frío que fue una de sus constantes vitales, desde la materia culinaria hasta el cine o la ópera, desde la falda corta y “lo que los libertinos llaman las pantorrillas” a las tardes de los domingos en un casino de pueblo, pasando por sacamuelas itinerantes, dentistas finos y paellas valencianas; por el resfriado anual (“una cosa tan segura e ineluctable como el equinoccio de otoño o el solsticio de invierno”) y los bailes de agosto bajo la humedad del viento de lebeche; por la luna de enero (“la más clara del año”), los olores cuaresmales de la violetas y las mimosas; por la elegía del papel y la tristeza de los balnearios; por el peinado de los calvos, que no tienen actualidad en invierno, y el elogio del tabaco, “la principal muleta del estilo”. Lo defiende así ante el médico que le recomienda dejar de fumar en el artículo que cierra la selección, “Mi entrada en la felicidad”: 

Escribir no es una cosa mecánica y fría. Es un oficio cuya principal dificultad nace de la busca y captura de los adjetivos. Esta clase de endemoniados vocablos se buscan y capturan a través de unas pausas forzadas e intermitentes. Hay que elegir, pero hay que elegir con tranquilidad, pesando el pro y el contra de los elementos en presencia. Para ello, lo más indicado es realizar este trabajo fumando un cigarrillo.

La actitud crítica con la modernidad que recorre muchos de estos textos no evita una disposición indulgente y un talante comprensivo, un ceño suavizado a menudo por el humor, en fragmentos como este, tan agudos en su mirada, tan magistrales en su prosa:

Ya sabe usted -me dice un amigo de mi edad- que soy aficionado al ajedrez. Lo juego, un rato, antes de cenar, en el Casino. Juego mal, pero a veces me parece que hubiera podido jugarlo mejor. A pesar de mi temperamento nervioso, he podido resistir siempre que los mirones siguieran mis jugadas. El otro día se plantó un señor vertical detrás de mi silla. Era un forastero. Adoptó un aire meditabundo, bajó la cabeza, puso el brazo en ristre y se aguantó mucho rato, con el puño cerrado en la barbilla. Tuve constantemente la sensación de que aquel señor era realmente un entendido. Dio siempre la impresión de seguir profundamente toda la partida, y, además, de corregirla, in mente, con gran tino. Creo que la presencia de aquel excelente observador me ayudó y que aquella tarde tuve una cierta agilidad mental. Cuando, habiendo ganado, me levanté del tablero, pensé que aquel señor me diría algo relacionado con el juego. Me dijo: «¿Sabe usted que le clarea mucho el cabello?»

Y al fondo de todos estos textos, presentes muchos de ellos en otras recopilaciones de artículos como Calendario sin fechas, Las horas o La huida del tiempo, el escepticismo de un Pla convencido de que “la contemplación de la vida produce una constante sensación de sorpresa y de extrañeza. En el universo, cada día más científico, que nos rodea, hay un misterio constante: el hombre.”

Porque en la escritura de Pla y en el mundo literario representado en estos artículos, el humilde ámbito del hombre adquiere una dimensión superior y lo infinitamente pequeño acaba convirtiéndose en lo infinitamente grande.


Santos Domínguez 


09 febrero 2024

Dos antologías esenciales de Francisco Ruiz Noguera

  


Francisco Ruiz Noguera.
Reincidencias.
Arroyo de la Manía Cuarenta y 8. Málaga, 2023


Francisco Ruiz Noguera.
la rueda 
(o simplemente los días)
Cuadernos Romero. Jákara Editores.
Málaga, 2022.


Con qué solemnidad y en qué silencio, 
ajeno a los elogios 
ante la maravilla de su industria, 
el único granado, 
hermético y redondo, regalaba, 
como cada verano, 
el cofre luminoso de su fruto.

Así también, ajena 
al poder lacerante de sus ojos, 
la juventud abierta, 
igual que una granada, a la hermosura, 
recortaba en el pecho 
la gracia de un perfil adolescente.

Ese magnífico poema, en el que resuena como un homenaje el ineludible eco magistral de Cernuda, abre la antología temática Reincidencias, de Francisco Ruiz Noguera, que aparece en una primorosa edición de “cincuenta ejemplares para amigos” en la admirable colección Arroyo de la Manía, dirigida por Rafael Inglada, heredero de la mejor tradición tipográfica española, la que tiene su centro en Málaga desde los años de Litoral.

En Reincidencias ha reunido Francisco Ruiz Noguera tres granados, dos manzanas de Tántalo y cuatro mediodías, dos buscas y tres límites con los que alimenta su ‘Ars vivendi’ en los cuatro principios que cierran esta entrega, la número cuarenta y ocho de Arroyo de la Manía:

Saquear las moradas de la vida. 

Soportar el rumor de la memoria.

Buscar la luz en medio de la niebla.

Mirar los ojos limpios de lo oscuro.

Cuatro propuestas vitales y cuatro ejes poéticos (vida, memoria, luz y mirada) que resumen un programa ético y estético sobre el que se sustenta la poesía de Ruiz Noguera, que en la nota a la edición explica que “hay veces en que, de forma recurrente, uno insiste -incluso con marcada distancia temporal- en ciertos asuntos que, por distintos motivos (¿emocionales, reflexivos, persistentes en el recuerdo?), resultan ser tan hondamente cercanos que parecen exigir su continuidad en el tiempo (aunque sea en apariciones discontinuas). En más de una ocasión he barajado la posibilidad/conveniencia de presentarlos reunidos. Este cuaderno recoge algunas de esas reincidencias esparcidas en libros publicados entre 1984 y 2014, treinta años”

la rueda (o simplemente los días) es el título de otro cuaderno, que forma parte de la colección Cuadernos Romero, que se publican en Málaga con la colaboración de Jákara Editores.

Es un conjunto antológico de diecisiete poemas que apareció en 2022 también en una tirada reducida de cien ejemplares. Un conjunto atravesado por la meditación sobre la vida y la escritura como búsqueda y evocación del pasado, por la celebración de la vida y la palabra en el cruce fugaz de la memoria y el deseo.

Lo cierra este espléndido ‘Donde arde la memoria’, que podría resumir el universo poético y emocional de Francisco Ruiz Noguera:

Hay veces que la luz con su potencia 
parece proyectar no ya sus rayos, 
sino volverse voz: voz de la vida 
que celebra los cuerpos, borra sombras, 
enciende primaveras y amortigua 
las imprevistas serias cuchilladas. 

Y es la luz la que, en días de silencio, 
de no celebración y de negrura, 
quisiera resurgir para alojarse 
en las gamas de todos los colores. 

Y buscar nuevamente manos, labios, 
miradas que nos lleven 
al lugar donde arde la memoria: 
llama encendida y viva, 
llama que en el recuerdo no es ceniza.

Dos recopilaciones breves y dos delicados cuadernos poéticos que resumen el itinerario poético de Ruiz Noguera y sus estaciones de paso: la memoria y el mar, el viaje de la sombra a la luz del mediodía, el tiempo y la belleza, la necesidad de aprehender el instante en la palabra y “el afán de decir” que es el centro de uno de sus poemas, ‘Límites/2’:

El afán de decir.

El mundo aprisionado en la garganta 
lima ya los barrotes 
y escapa hacia los labios.

El truco de ocultar 
la riqueza del mundo 
detrás de la palabra.

El afán de decir.

Colonizar la nada 
modelando con voces 
-en ejercicio vano- 
el caudal de la mente.

Es 
una gran tentación 
querer hacer explícito el espíritu.

Santos Domínguez 


07 febrero 2024

El viaje infernal en la Antigüedad

  


Miguel Herrero de Jáuregui.
Catábasis. 
El viaje infernal en la Antigüedad.
Alianza Editorial. Madrid, 2023.



Nuestro tiempo, tan vitalista y futurista, mira con el mismo interés de los siglos pasados a los antiguos relatos del viaje al mundo de los muertos. Es un interés siempre renovado, que no se explica solo por la recurrente aparición de fenómenos como catástrofes naturales, guerras o pandemias, que hacen surgir diversas combinaciones de temor y esperanza propias de la reflexión intensa sobre el final de la vida, sino que revela una fijación permanente por la cuestión. Y aunque esta curiosidad desborda con mucho el ámbito académico, acude a él para encontrar respuestas. En la última década han visto la luz diversos estudios que abordan desde los descensos entre los antiguos sumerios a la Divina comedia, y más acá, el viaje al inframundo en la novela y el cine contemporáneos. Y es que hablamos de un fenómeno casi universal: de Gilgamesh a El corazón de las tinieblas, desde la mitología celta a los antiguos aztecas, en las culturas de todos los con­tinentes el tema del viaje al mundo de los muertos es un mito recurrente que sitúa al hombre en el cosmos, frente a la naturaleza, los difuntos y los dioses de acuerdo a las categorías de cada civilización.

Con ese párrafo se inicia el primer capítulo (‘Preparativos’) de Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad, de Miguel Herrero de Jáuregui, que publica Alianza Editorial en su colección de bolsillo.

Del mito de Orfeo y Eurídice a Tiempo de silencio, de la Divina Comedia al Quijote, de Eneas a Perséfone o de la Odisea al Ulysses, la bajada del héroe al Hades o a los infiernos es un mitema presente en todas las civilizaciones: un rito de reconocimiento del personaje que lo protagoniza, un proceso de encuentro consigo mismo y de evolución reorientadora de su conducta existencial. De ahí su transcendencia en la literatura y su presencia en las artes plásticas y en la música.

Un proceso que los griegos llamaron catábasis y que era el paso previo a la anábasis, el regreso desde ese mundo inferior que en el cristianismo y en otras religiones se asimila con la resurrección en figuras míticas como el egipcio Osiris o el fenicio Melkart.

De la literatura antigua generada por ese viaje de descenso trata Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad, el magnífico ensayo en el que Miguel Herrero de Jáuregui, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, hace un recorrido histórico por más de diez siglos de tradiciones textuales grecolatinas, desde la época arcaica hasta el siglo V d. C. 

“Entender mejor las ideas griegas y romanas sobre el viaje al Hades, tal como vienen reflejadas en los textos estudiados, es el único objetivo de este estudio -escribe Miguel Herrero-. La presencia de la catábasis en autores como Homero, Platón o Virgilio es interesante por sí misma, y también porque reflejan la importancia del tema en tradiciones anteriores y contemporáneas, e influyen en grado sobresaliente en otras obras posteriores.”

Ese recorrido en quince capítulos a través de textos y autores clásicos que abarcan más de un milenio se inicia con el culto a los muertos y los ritos que preparan su descanso eterno en ese reino del que Aquiles abominaba cuando le decía a Odiseo que prefería ser el último de los esclavos en el reino de los vivos que rey en el de los muertos.

Odiseo había bajado a los infiernos para que Tiresias le revelara el camino de vuelta a Ítaca. Y hasta mucho después de los textos homéricos no empezó a concebirse el Hades como un lugar en el que la gloria inmortal o la felicidad póstuma de ultratumba dependían de los méritos contraídos en vida, una idea que empieza a reflejarse en la literatura griega a partir del siglo VI a. C. 

Este es un libro que no pretende -explica Miguel Herrero- “ni por asomo, dar respuesta a las cuestiones eternas sobre la vida y la muerte, sino explicar las de los antiguos. Y ni siquiera para ellos el descenso al Hades era el modo de solucionar los problemas que suscita la realidad de la muerte, sino de plantearlos de modo narrativo, temporal y espacial, a través de una cosmografía existencial que sitúa a los hombres en el universo. Este no es un libro, por tan­to, sobre la salvación de la muerte en la Antigüedad (que será, por cierto, materia de otro estudio en un futuro próxi­mo): al contrario, el descenso al Hades era el modo más común, fecundo y lleno de posibilidades que griegos y romanos tuvieron para lidiar con la muerte. Su propósito, pues, es avanzar en la comprensión de los antiguos textos clásicos, y aportar orden y luz a un campo que, en demasiadas ocasiones, el entusiasmo excesivo y la ignorancia interesada oscurecen con las brumas de la confusión.”

En esa voluntad declarada de avanzar en la comprensión de los textos clásicos, Catábasis hace un recorrido por los poemas e himnos homéricos; por los fragmentos y las láminas órficas sobre el descenso del alma, el Olvido y la Memoria; por diálogos platónicos como el Fedón o La República; por tragedias de Eurípides como Alcestis o Heracles; por Las ranas, la comedia de Aristófanes; por las Geórgicas y la Eneida de Virgilio; por las Metamorfosis de Ovidio y de Apuleyo; por el De rerum natura de Lucrecio; la sátira de Luciano de Samósata, la escatología cristiana de la resurrección o las visiones apocalípticas del infierno en la poesía cristiana primitiva, porque, como destaca Miguel Herrero en un párrafo de su ensayo, “la catábasis florece de modo excepcional en los caminos entrecruzados de la literatura y la religión.”

Cierran el volumen dos índices, uno analítico y otro, muy útil y preciso, de pasajes citados a lo largo de este magnífico estudio sobre la catábasis como épica del alma.

Santos Domínguez 




05 febrero 2024

Blancura y Melancolía de Jon Fosse

  


Jon Fosse.
Blancura.
Traducción de Cristina Gómez-Baggethun 
y Kirsti Baggethun.
Random House. Barcelona, 2023.



Jon Fosse.
Melancolía.
Traducción de Ana Sofía Pascual Pape.
Random House. Barcelona, 2023.


Melancolía y Blancura son las dos novelas con las que Jon Fosse se incorpora al catálogo de la editorial Random House en un proyecto que de momento abarca la traducción de cinco títulos, cuatro de ellos inéditos en español, y que se completará con la publicación del resto de su obra narrativa.

Estos dos primeros títulos, recién aparecidos, resumen el contraste de melancolía y de luminosidad que recorre la intensa obra narrativa de Fosse. Una obra poblada por personajes en busca del sentido de la existencia y atravesada por una honda indagación en la condición humana a través de las posibilidades expresivas del estilo. 

Blancura, que se publicó en la primavera de 2023, es su última obra: una brillante e intensa novela corta que explora el resplandor misterioso de la frontera entre la vida y la muerte. La leve trama de Blancura, organizada en un único párrafo y traducida por Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun, conforma una historia inquietante y perturbadora, llena de intensidad y belleza, sobre un hombre que viaja desorientado hacia ninguna parte y se queda atascado con su coche bajo la nieve y el barro antes de adentrarse a pie en un bosque oscuro, en una noche sin estrellas y en un espacio desconocido con voces y silencios:

No tenía ningún sentido meterse en el bosque oscuro para encontrar gente. Mucho peor que esto no recordaba haberme conducido nunca, primero atascaba el coche, luego me adentraba en el bosque para encontrar ayuda, ¿cómo podía haber pensado que iba a encontrar ayuda en el bosque? En el interior del bosque oscuro, menuda idea, bueno, no, una idea no podía decirse que fuera, era más bien una ocurrencia, o algo así, algo que simplemente se me había ocurrido. Una tontería, había sido. Una auténtica bobada. Una idiotez. Una idiotez pura y dura. ¿Y por qué haré yo estas cosas? Nunca lo he entendido. 

El encuentro con una luminosa silueta blanca reorienta ese viaje “hacia el interior de una nada vacía”. Monólogo y flujo libre de conciencia, fábula y sueño, alegoría y pesadilla de la entrada en las sombras de la noche, en la luz y en la nada, que esa es su evidente simbología, Blancura ofrece una síntesis destilada del mundo literario de Jon Fosse y de la tensión narrativa que había acreditado en toda su ya extensa trayectoria. 

Y es también una nueva muestra de la maestría de su prosa hipnótica y musical, tan característica de toda su admirable obra anterior:

y nos dice seguidme, y nosotros la seguimos, despacio, paso a paso, suspiro a suspiro, el hombre del traje negro, el que carece de rostro, mi madre, mi padre y yo, nos adentramos descalzos en la nada, suspiro a suspiro, y de pronto no quedan más suspiros, solo queda la criatura brillante y resplandeciente que ilumina una nada que respira, que es la qué hora respiramos, desde su blancura.

De esa admirable obra anterior forma parte uno de sus libros más significativos, Melancolía, cuyas dos entregas aparecieron en 1995 y 1996. Traducidas por Ana Sofía Pascual Pape, aparecen en Random House  en un solo volumen.

Organizada en dos partes rematadas por una coda que inserta la ficción en otra ficción del novelista Vidme a finales del otoño de 1991, Melancolía I tiene como centro la figura real del pintor noruego Lars Hertervig (1830-1902) y es una historia de amor imposible y de fragilidad de ánimo, de huida y obsesiones, de delirios febriles y ansiedad, de demencia y soledad, de inseguridad artística y frustración amorosa, sostenida en dos intensos y obsesivos monólogos interiores de un protagonista que se mueve entre la furia y la alucinación.

Así comienza el primero de esos monólogos, ambientado en Düsseldorf una tarde de otoño de 1853, cuando el pintor, entonces joven estudiante en la Academia de Bellas Artes, está paralizado por las dudas creativas y enamorado conflictivamente de Helene, la hija adolescente de la patrona de su pensión:

Düsseldorf, por la tarde, otoño de 1853: estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje y no quiero ver a Hans Gude. No quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama. Hoy no tengo fuerzas para ver a Hans Gude. Porque ¿y si a Hans Gude no le gusta el cuadro que estoy pintando y le parece que es penosamente malo? ¿Y si le parece que no sirvo para pintar y si Hans Gude se pasa su delgada mano por la barba y me mira duramente, con sus rasgados ojos, y me dice que no sé pintar, que no tengo nada que hacer en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, nada que hacer, ya puestos, en ninguna academia de bellas artes? ¿Y si Hans Gude me dice que nunca llegaré a ser pintor?

La búsqueda apasionada de lo sublime en el arte y en el amor le ponen al borde del colapso mental que provocará su ingreso en el sanatorio psiquiátrico de Gaustad, en un barrio de Oslo, de donde huye la mañana de Nochebuena de 1856. Esa huida es el eje del segundo monólogo de Lars, que se cierra así:

Tengo que caminar rápido. No puedo quedarme más tiempo en el sanatorio de Gaustad, tengo que volver a encontrar a mi amada Helene. ¿Y no es Helene la que veo allí abajo, al principio de la alameda? ¿Su vestido blanco? Sus ojos azules, ¿no son sus ojos azules los que colman el cielo, no son los ojos de Helene el cielo moteado de nubes? Bajo por la alameda. Atravieso la nieve blanca y ligera. Y los blancos copos de nieve se posan sobre mi ropa. […] Y sigo caminando por la alameda, porque ahora pueden arrojarme tantas bolas de nieve como quieran, dejo el sanatorio de Gaustad, voy a reencontrarme con mi amada Helene y oigo a Helge gritar que me cuelgue, grita Helge, yo sigo caminando por la alameda y pronto habré dejado el sanatorio y por fin seré pintor, y uno me grita que me cuelgue, yo sigo caminando por la alameda y pintaré tu retrato una y otra vez.

A manera de epílogo, cierra la novela una coda autobiográfica en la que Vidme, escritor fracasado, decide empezar una novela sobre Lars Hertervig, después de haber tenido “la mayor experiencia de su vida” ante un cuadro suyo una mañana en Oslo.

La segunda entrega de la bilogía, Melancolía II, mucho más breve que la primera, ambientada en Stavanger a principios del otoño de 1902, está construida desde la perspectiva femenina de Oline, la hermana mayor de Lars, que ha muerto en enero de ese mismo año. Es una meditación profunda y sutil sobre el tiempo y la decadencia física desde la mirada externa de la anciana Oline, que evoca el pasado compartido con su excéntrico y colérico hermano desde la infancia hasta la demencia.

Este fragmento de Melancolía II es una muestra de la escritura potente y musical, despojada y magnética de Fosse:

Y Lars vuelve a asentir con la cabeza. Y miro el cuadro del monte y de nuestro bote y veo que el cuadro se asemeja mucho a Lars cuando está así, es cierto que se parece al monte y a nuestro bote también, pero sobre todo se parece a Lars cuando está como está de vez en cuando. Me parece extraño ver hasta qué punto el cuadro me recuerda a Lars cuando está así. Es negro del mismo modo que Lars tiene de ser negro. La oscuridad es la misma. Es una oscuridad que no es apagada, sino que brilla, una especie de oscuridad luminosa. 
El cuadro se parece a ti, digo yo.

Santos Domínguez 



02 febrero 2024

E. E. Cummings. Tulipanes y chimeneas

  


E. E. Cummings.
Tulipanes y chimeneas.
Edición bilingüe inglés-español.
Traducción de Pedro Larrea.
El Sastre de Apollinaire. Madrid, 2023.


AMORES
II
hay una
luna sola
en lo azul
de la noche

                   lujuriosa de aguas
trémula,
cegada de silencio el
unduloso cielo anhela donde

en tensa desestrellación
ungida de ardor
la amante amarilla

se alza en la muda oscuridad
esbelta
y
urgente

            (de nuevo
amo yo despacio
recojo
de vuestra lánguida boca la

apasionante
flor)

En la traducción de Pedro Larrea, ese es uno de los poemas de Tulipanes y chimeneas, el primer libro de poesía de E. E. Cummings (1894-1962).

Lo publicó en 1923, hace ahora un siglo, el que ha tenido que pasar hasta esta primera versión en español del libro en la edición bilingüe que acaba de publicar El Sastre de Apollinaire, que ya editó recientemente ViVa, también con traducción de Pedro Larrea.

Cummings le había presentado al editor ciento cincuenta y dos poemas de los que en aquella primera edición ahora centenaria se seleccionaron ochenta y seis, que son los que aparecen en esta edición. Los textos no incluidos formarían parte dos años después, en 1925, de XLI Poems y &, su segundo y tercer libro.

Los amores y la guerra, los retratos y las impresiones visionarias son los ejes de Tulipanes, mientras que las realidades y las irrealidades recorren los diecisiete sonetos de Chimeneas.

Al fondo está la experiencia traumática de la Primera Guerra Mundial en la que Cummings se alistó en 1917 como voluntario en el cuerpo de ambulancias de París. Su vivencia de la guerra y de la muerte lo impulsó hacia un pacifismo que acabó por recluirle en una prisión durante casi tres años, acusado de traición y espionaje, una experiencia que relató en La habitación enorme, que publicó en 1922, un año antes que Tulipanes y chimeneas.

La condición vanguardista de sus desarticulados juegos lingüísticos y sus experimentaciones radicales con la sintaxis, los versos y la tipografía inciden directamente en una serie de mecanismos verbales, gráficos y poéticos que acaban reflejando el carácter inefable de la experiencia creativa y la opaca incomunicabilidad de la expresión poética. Este, que es uno de sus poemas más conocidos y más representativos, lo resume bien:

Buffalo Bill ha
fallecido 
                quien solía 
                cabalgar un potro plateado como delicada 
                                                                                     agua 
y destrozar unadostrescuatrocinco palomasenunabrirycerrardeojos 
                                                                                                        Dios 
era un hombre guapo 
                                   y lo que quiero saber es 
cuánto le gusta su muchacho de ojos azules 
Señora Muerte

Santos Domínguez 


31 enero 2024

Simona Zecchi. Pasolini, masacre de un poeta


Simona Zecchi.
Pasolini, masacre de un poeta.
Traducción de Adrià Edo.
Malpaso. Barcelona, 2023.
 
A Pier Paolo Pasolini lo asesinaron una noche lluviosa entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975: esa terrible noche, hace cuarenta y ocho años, no solo a nuestro país sino al mundo entero le arrebataron su inteligencia, su cultura y su poesía. En el año 2022 se celebró el centenario de su nacimiento, y, por tanto, consideramos que ha llegado el momento de dar a conocer fuera de Italia el cómo y el porqué de su asesinato. Este es un libro de investigación que hace tabula rasa con el relato de la verdad oficial y que continúa vigente desde 2015, cuando se publicó por primera vez y se reeditó en diversas ocasiones.

Con ese párrafo comienza el Prefacio a la edición en español que la periodista romana Simona Zecchi ha escrito para Pasolini, masacre de un poeta, que publica Malpaso con traducción de Adrià Edo.

“Quieren matarme” es el título del capítulo inicial de este libro que apareció en Italia en 2015 y que está organizado en cuatro partes: ‘Bosquejo de la muerte’, ‘El plan perfecto’, ‘Golpes mortales’ y ‘¿Por qué la masacre?’

Pasolini, masacre de un poeta es el resultado de una intensa  y minuciosa investigación, apoyada en todo lo escrito sobre aquellos hechos: en documentos y entrevistas, en los materiales del proceso judicial que se celebró entre 1976 y 1979 y en las investigaciones posteriores de la fiscalía; en una serie de testimonios exclusivos y en fotos inéditas que intentan arrojar nueva luz sobre las circunstancias que rodearon el asesinato de Pasolini en la madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975 en el Idroscalo de Ostia.

Un libro de investigación que sostiene que aquel episodio oscuro fue “un asesinato tribal” y tuvo un cariz político, en contra de las conclusiones de la justicia italiana, que señaló en su sentencia que se trataba, de un homicidio con implicaciones en la homosexualidad de la víctima y del victimario, Pino Pelosi, el chico del arroyo menor de edad que fue declarado único culpable:

Pero ¿cuánto tiempo duró realmente el asesinato de Pier Paolo Pasolini? ¿Cuánto tiempo duró su martirio? No terminó en absoluto con su muerte: un proceso y una estrategia que impregnaron casi todo el asunto hasta el punto de afectar a su obra y a sus ideas. Una obra que ha sido revivida, reelaborada y manipulada por «amigos» y examigos, por detractores y por otros, cuyos asuntos inconclusos solo salieron a la luz después de su muerte.

“En el fondo -escribe Simona Zecchi en el Epílogo- el caso Pasolini se reduce a esto: está entre el asesinato político y una estrategia de linchamiento y mistificación; es el intento de relegar al olvido un mensaje tan poderoso que sobrevivió a una masacre tribal.” 

Una masacre tribal porque, tras tenderle una trampa, “a Pasolini lo torturaron entre varias personas y en tres fases, primero lo apalearon, después lo golpearon con violencia y, por último, fue atropellado por diferentes vehículos. Una matanza tribal por el tipo de violencia y el número de personas implicadas, pero también por la omertà que se fraguó de inmediato, y por la reacción de algunos intelectuales, no exclusivamente de derechas, que afirmaban que, en el fondo, «se lo había buscado».

Porque su asesinato -esa es la tesis que defiende la autora- respondió a una estrategia que pretendía acallar la voz que denunciaba los manejos turbios del poder y las tramas oscuras de los servicios secretos que lo sustentaban y en la estrategia de la tensión que se desarrolló en los años setenta, en un contexto sociopolítico de enorme tensión.

Con el apoyo de una sólida documentación, Zecchi reconstruye los últimos días de vida de Pasolini, reescribe el relato de uno de los crímenes italianos más oscuros, aborda las circunstancias de su asesinato y las amenazas telefónicas previas, analiza la actuación de los servicios secretos y el papel de la prensa para reivindicar la necesaria revisión de un caso sobre el que se ciernen una gran cantidad de interrogantes, de pruebas falsas y versiones inverosímiles y contradictorias del propio Pelosi, de zonas oscuras y de hechos sin esclarecer, entre ellos la posibilidad de que el neofascismo estuviera detrás del crimen. 

Por eso, en el Prefacio a esta edición en español Simona Zecchi denuncia que “en Italia, el asesinato sin resolver del intelectual más lúcido del siglo XX es como una espina clavada en el flanco de largos años de verdades oficiales, mal envasada en el país, y en la construcción de una República a menudo maltrecha a causa de los muchos secretos que luego devienen en misterios.”

Y añade que “la historia de su masacre sigue suspendida entre la verdad y la mentira, al menos desde el punto de vista funcional.” Y que por eso “el periodismo de investigación es más necesario que nunca para desvelar hechos como estos, y no puede cejar en su empeño de generar dudas y escarbar, aunque solo sea porque en Italia los asesinatos de este tipo y las masacres no prescriben: el caso Pasolini es, por tanto un caso abierto.”

Recientemente, en 2020, Simona Zecchi ha completado sus investigaciones sobre el caso Pasolini con la publicación de L’inchiesta spezzata di Pier Paolo Pasolini, donde desarrolla la hipótesis, avanzada aquí, de que “Pasolini fue asesinado a  causa de un dossier que recibió dos semanas antes de su homicidio de parte del exterrorista que estaba en prisión preventiva por el atentado de Piazza Fontana. […] El dossier, enviado a mediados de octubre de 1975, contenía información sobre la financiación de las masacres perpetradas por sectores de las finanzas, la economía, la política y las estructuras gubernamentales, así como subversivas, del país.”

Santos Domínguez 

29 enero 2024

Fernando García de Cortázar. Érase una vez Europa

 


Fernando García de Cortázar.
Érase una vez Europa.
Senderos de justicia, tolerancia y libertad.
Espasa. Barcelona, 2023.

‘Senderos de justicia, tolerancia y libertad’ es el orientador subtítulo de Érase una vez Europa, el libro póstumo de Fernando García de Cortázar que, con la colaboración de Eduardo Torrilla, acaba de publicar Espasa

“No solo hay criminales y víctimas en la historia de Europa -afirma  García de Cortázar en el prólogo-. No solo hay ríos de sangre y dolor. Por suerte para la especie humana, el Viejo Continente también es los seres y las ideas que lo redimen. Territorio del horror y la esperanza, de la utopía y el desencanto, Europa es el furor y la codicia de la Atenas de Pericles y el nacimiento de la democracia; el aniquilamiento de los enemigos y el sermón de la montaña; los tiranos descritos por Suetonio y las reflexiones morales de Cicerón, Séneca y Marco Aurelio; las grandes persecuciones y matanzas en nombre de Dios y el llamamiento a la tolerancia; la depredación que surca los mares con los barcos exploradores y el grito en defensa de las poblaciones del Nuevo Mundo; la censura más implacable puesta al servicio de la ortodoxia político-religiosa y el combate por la libertad de expresión; la miseria que puebla los barrios bajos de Dickens y la lucha por mejorar las condiciones de los más desfavorecidos; el Gulag y Solzhenitsyn; el Holocausto y el idealismo generoso de quienes se opusieron al nazismo.”

Con ese enfoque se aborda esta biografía de una Europa que arranca en la Atenas de Pericles y empieza a perfilarse en la figura de Heródoto, viajero, narrador y padre de la historia, como lo llamó Cicerón. Desde ese primer capítulo, titulado ‘Bajo el signo de la historia’, Érase una vez Europa recorre una serie de episodios significativos que han ido forjando una realidad histórica, política y cultural: 

La conciencia moral de la Antígona de Sófocles, sus principios humanitarios y su rebelión ante la arbitrariedad de un poder tiránico; la ética platónica y la primera utopía de La República, “una ciudad a la medida de sus sueños, gobernada por la filosofía y no por la ley del más fuerte o por una mayoría manipulada por los demagogos de turno”; el ideal político de justicia y piedad del Sueño de Escipión, de Cicerón, el primer humanista de la historia, y sus electrizantes y severas Filípicas; la revolución universal del programa de bienaventuranzas del sermón de la montaña que actualizó inolvidablemente Pasolini en El Evangelio según Mateo; Séneca,  a quien nada humano le fue ajeno, un modelo para los humanistas con su mirada a la vida y la muerte y su resistencia serena ante los reveses de la fortuna; la implacable mirada moral de los anales de Tácito, “un historiador en estado puro”, admirado por Boccaccio y Maquiavelo, por Shakespeare y Quevedo por su sutil agudeza en el análisis del poder; la figura del césar filósofo Marco Aurelio, “un emperador para la eternidad”; el árbol de la ley del bizantino Justiniano, que conquistó dos veces Occidente, por las armas y por el derecho; el viaje de la sabiduría de la Antigüedad desde Oriente hasta la Escuela de Traductores de Toledo; la conquista del horizonte con las navegaciones hispanoportuguesas de Colón y Magallanes; el relato de “cosas nunca oídas, ni aun soñadas” de un mundo nuevo en las crónicas de Indias; Erasmo y la sonrisa del humanismo renacentista; Castellio y su denuncia de la intolerancia calvinista; Galileo frente a los guardianes de la ortodoxia de la cosmología cristiana; la lucha por la libertad de pensamiento, desde la Enciclopedia en el siglo de las luces; el negocio de la esclavitud y la Declaración de los Derechos del Hombre; el asunto Dreyfus y el antisemitismo; el totalitarismo comunista y su inquisitorial furia destructiva del disidente; las campanas que doblan por todos en la guerra civil española; los campos de trabajo soviéticos y la caída del Muro de Berlín.

Capítulos que -explicaba en el prólogo García de Cortázar- “rescatan algunas de las cimas de este continente paradoja que llamamos Europa: personajes de destino dramático, de lucidez implacable, que supieron ver que la única civilización posible es la que une el ser humano contra la barbarie; hombres y mujeres que, sin ser perfectos ni creerse la encarnación del bien, acertaron a alumbrar senderos de justicia, tolerancia y libertad.”

Cierra el volumen un índice onomástico que facilita la rápida localización de pasajes y episodios relacionados con las personas, las obras y los personajes que aparecen en el relato de este Érase una vez Europa: de Alejandro Magno a Voltaire, de Dickens a Camus, de Tiberio a Stalin.


Santos Domínguez 


26 enero 2024

Teresa Langle de Paz. Oda a la mota que quiso ser aire


Teresa Langle de Paz.
 Oda a la mota que quiso ser aire.
 Balduque. Cartagena, 2023.


la niebla acoge
no asfixia lo que nos obliga 
a saber
tras la espesura

Con esos cuatro versos, que se irán repitiendo con intermitencia de estribillo como un conjuro mágico a lo largo del libro, comienza Oda a la mota que quiso ser aire, de Teresa Langle de Paz que publica Balduque en una bellísima edición en tapa dura.

Como en los poemas en prosa de su anterior y asombroso El vuelo de la tortuga, hay en los versos verticales y escuetos de esta Oda a la mota que quiso ser aire una intensa vivencia de la palabra, alimentada no sólo con la emoción del deseo y el temblor del sueño, sino con una concepción de la escritura como indagación en el fondo de la identidad, como extensión de la mirada hacia un mundo perturbador y compartido y como fusión con la realidad exterior. 

La ambición indagadora de su mirada contemplativa y el uso de la palabra como mecanismo de exploración de una realidad más profunda convierten estos versos en manifestaciones sutiles de una poesía del conocimiento, de un viaje hacia dentro y hacia lo hondo, donde:

una mota 
alivia
el saber 
porque 
es
aire 
acostumbrado a sentir
que no lo vemos 
aire fugaz 
fugaz 
permanece

Un viaje visionario por los fragmentos del aire, desde esa acogedora niebla inicial hasta la mirada hacia arriba con que se remata este lento itinerario poético y espiritual a través de la sutileza del aire leve y de la levedad aérea de unos versos brevísimos que, entre la reflexión y la emoción, hablan de la memoria y el deseo, del sosiego, el despojamiento expresivo y la fusión espiritual con el mundo, de la lentitud y de la entidad de cada palabra. Estos son sus últimos versos:

y
yo
miro
el hueco 
infinitamente azul 
para saber
para adivinar
si 
me contempla

Mirada, conocimiento y contemplación: tres claves que aparecen en esos versos finales y resumen el tono y la perspectiva de esta Oda que descubre en lo ínfimo la realidad para celebrarla y para invocar el lenguaje como refugio, como la casa del corazón en un “hermoso vuelo contemplativo”, como señala Luisa Castro en su prólogo ‘Versos entre la niebla’.

Un vuelo leve que busca lo diminuto y lo etéreo, lo minúsculo y lo invisible a través del centelleo verbal y del temblor de la emoción en unos versos que  recuerdan la música final de El estudiante de Salamanca de Espronceda: 

Leve, 
breve
son.

Santos Domínguez 



24 enero 2024

Jorge de Arco. Después de ti

  


Jorge de Arco.
Después de ti.
Balduque. Cartagena, 2023.

Hay 
un pájaro 
que vive en mí, que canta y me pregunta 
por mi otro nombre 
y escribe el amarillo 
de mi melancolía, 
el océano enorme donde hundo 
el cómplice celaje de las horas. 

Pasajero del aire en su reclamo 
y del incierto amanecer 
que me envuelve en su bosque, 
vuela más alto cuando 
lo hago aún más humano y más a mi medida.
También supo de ti, 
de tu huella de mí en el estribillo 
de la intemperie, 
del océano enorme donde hundiera 
la ceniza, el desorden de tus ángeles.

Hay 
un pájaro que vive y vivió en mí, 
que guarda todavía aquella canción nuestra, 
y cuida tu memoria entre sus plumas. 

Este es uno de los poemas emocionados y emocionantes que Jorge de Arco ha dedicado a la memoria de su madre en Después de ti, el libro que publica Balduque.

Poemas para erigir un monumento verbal desde la evocación de la figura protectora de la madre y su disolución física: “mi madre / iba perdiendo / su semblante penúltimo, / y su humano azafrán se convertía en mármol, / en un cuerpo de luna negra y fría […] Mi madre, / un óleo de lumbre, / disuelta para siempre en una caja / de astillas y de sombras.”

Y para lamentar su ausencia sin retorno desde la orfandad y el vacío de este tembloroso Ubi sunt?:

¿Adónde fueron tus canciones, 
a dónde 
la pulpa de tu sol, 
la yema de tu aliento?

O en este desolado ejercicio de la aceptación:

Yo sé que la distancia
no alcanza ya a tus besos,
porque en ellos invierno puso su dedo último.
Y, sin embargo,
dibujo aún la sólita codicia
de mis días tiznados
por eclipses, cometas, por vencejos
que orillan su revuelo en los cristales.
Sumerjo mis pupilas en el mosto
antiguo de la dicha,
en tanto
me sé vestigio y heredero de tu historia,
porque la sombra que la va cubriendo
sostiene
el rumor de los pasos
que me acercan a ti.

Con su despliegue de imágenes poderosas y sutiles, los textos elegíacos de Después de ti brotan desde el asombro dolorido ante “la marea alta de la muerte,” conjuran la memoria de la vida y “el ángel desolado de los años” en los paisajes y los momentos compartidos, fugaces e imborrables, y son un antídoto contra el olvido, una emocionada manera de “encontrar / todo aquello que guardan / los ángeles rebeldes, / su luz sagrada y venidera. // Y hallar, también, /  un lugar muy cercano / a lo que en tanta muerte vive después de ti.”

 Este espléndido poema puede resumir la potencia emocional y poética, el tono conmovido y el temblor transitivo de Después de ti:

Regreso a los jazmines, las adelfas, 
a la marisma y a la luz febrera, 
aquí, al mismo vértice 
que cifra
las marcas del silencio. 
Levanta la mañana sus gaviotas, 
el labio monocorde de las aguas, 
mientras la sal de la bahía extiende 
en la memoria 
mi tanta sed de ti.
Porque a la hora en punto de la pena,
cuando la claridad alumbra mi plegaria, 
y el olor de las algas sube al aire 
vengo a decirte, madre, 
qué triste está la orilla sin tus ojos, 
qué oscura está la playa con tu hueco.


Santos Domínguez 


22 enero 2024

Rubén Martín Díaz. Lírica industrial

  


Rubén Martín Díaz.
Lírica industrial.
Rialp. Madrid, 2023.


TRAYECTO

Cada tarde regreso
a mi puesto en la fábrica.
He besado a mis hijos,
también a mi mujer,
y he cerrado la puerta del hogar
con el gesto apacible de quien lanza
al aire una moneda
y sabe que la suerte le es propicia.
Después, en el trayecto hacia el polígono,
me busco en pensamientos. Reflexiono.
Contemplo el horizonte de mis días
en las cosas de siempre,
que hoy lucen como nunca.
Dibujo con el dedo
el contorno de un pájaro en el aire
que, al fin, desaparece
con esa extrema urgencia
de lo efímero.

Ese es uno de los poemas iniciales de Lírica industrial, el libro con el que Rubén Martín Díaz obtuvo el último Premio Alegría. 

Poeta de acreditada y exigente trayectoria, Rubén Martín Díaz trabaja en turno de noche como técnico de mantenimiento industrial y compagina esa actividad laboral con su intensa vocación literaria en una disociación inevitablemente conflictiva y en una atmósfera venenosa que pone en juego la vida.

De la superación jubilosa de esa disociación surgen los poemas de este libro, que responden con su afirmación de la luz y de la vida a la necesidad de solucionar un problema que es a la vez existencial y expresivo: el hallazgo de un tono y un enfoque adecuados para que el poeta se replantee su escritura desde la distancia de su afán diario y desde un despojamiento expresivo que es el punto de partida de la aventura poética de este libro, que contiene también las noches de los sábados en la fábrica:

¿Quién diría que es este 
el lugar de un poeta?
Estoy solo en la fábrica, 
confinado en su noche, 
pero empiezo a temblar 
en las palabras 
y el poema desciende 
poderoso, 
doblegado ante mí, 
como si un dios hincara 
las rodillas 
ante una mustia flor 
para poder sanarla.

Esa es la raíz de esta Lírica industrial, un tríptico poético que desde la insatisfacción de la sombra y la urgencia de la búsqueda, desde la reflexión y el asombro, aspira a hallar la luz en lo profundo de sí mismo, en la mirada a la naturaleza, en la pasión amorosa por la transparencia de un cuerpo y en la afirmación del momento presente, incluso bajo la lluvia oscura de este ‘Polígono industrial’:

Amaneció con lluvia en el polígono; 
la luz de las farolas descolgándose 
en hilos infinitos, 
como hojas de palmera 
bajo el sol vertical del mes de agosto. 
Pero no era verano, sino invierno. 
Y sin duda llovía en esas calles. 
El alba derramaba contra el mundo
-un mundo con sus prisas, sus atascos-
los oscuros depósitos del cielo 
a la manera de las ubres duras, 
rebosantes y líquidas 
de una vaca vaciándose despacio 
en la boca sedienta del ternero.
Me detuve en silencio a contemplar 
los dones ignorados; 
vi mares derrumbarse sobre mí: 
mi cuerpo bajo el agua, 
los ojos conmovidos de pureza. 
Pensé que en el repique de la lluvia 
contra el suelo de asfalto, 
también contra el tejado de las fábricas, 
lo vivo festejaba su existencia: 
el triunfo natural de lo absoluto 
sobre el marco impostado de los hombres.
Ante “los ojos conmovidos de pureza” del poeta se imponen “la mañana nueva / después de la ceniza de la noche” y la libertad del ave sonora y luminosa frente a la esclavitud de la máquina:
Y ahora el pajarillo de la vida 
guarda al fondo de sí 
cuatro acordes de luz, 
la melodía pura de las nubes.

Esta Lírica industrial es una nueva muestra de la madurez poética de Rubén Martín Díaz, una de las voces más interesantes y más verdaderas de la poesía española actual.

Y quien lea estos textos sabrá que está ante un poeta verdadero y que en la armónica dicción, en el cauce musical de sus versos y en la honda verdad de sus poemas toca a un hombre que amanece fundido en el paisaje, más allá del invierno y del ruido de los compresores, los engranajes y las válvulas, para celebrar la mañana de la luz y del pájaro, el verano del vuelo y la palabra:

Y entonces la palabra
que, temblando, como ave
que escapa de su jaula,
alzó su vuelo libre e inmortal
sobre la cima oscura del silencio:
y se hizo luz el canto.

Santos Domínguez 


19 enero 2024

Gregorio Dávila de Tena. Entre el diamante y la penumbra

  


Gregorio Dávila de Tena.
Entre el diamante y la penumbra.
Cuaderno de salmos.
XXXIV Premio Barcarola de Poesía. 
Albacete, 2023.


RUINAS

Desde lo más profundo de mis ruinas
             -donde la sangre corre como el agua-
desde el invierno más crepitante 
desde la tiniebla más helada 
me alzo peregrino 
para sanar la herida en la vereda.

Ese es uno de los ciento cincuenta salmos que componen Entre el diamante y la penumbra, el Cuaderno de salmos con el que Gregorio Dávila de Tena obtuvo el 34º Premio Barcarola de Poesía. 

Organizado en cinco partes de treinta salmos cada una, conviven en este libro de claroscuros la luz y la sombra, el dolor y la alegría, el abismo y la altura, la dicha y la tristeza. “Llegué por el dolor a la alegría”, escribió José Hierro. Repetía en ese verso el goethiano “a la alegría por el dolor” que Gregorio Dávila evoca en una de las múltiples citas de este libro, construido como un itinerario interior desde la noche y la niebla hasta la alabanza y la luz culminante del poema final, pero también como un diálogo con la tradición reflexiva y existencial de la poesía, desde la Biblia hasta Rilke, desde San Juan de la Cruz hasta Félix Grande.

Ya las tres citas iniciales -del Tao Te Ching, de Wislawa Szymborska y de José Hierro- convocan el pórtico de este Cuaderno de salmos la convivencia del diamante y la penumbra que explica el título del libro y su núcleo de sentido en la coexistencia asumida de la luz y la sombra en los instrumentos de cuerda que en la cita de Hierro “sonaban a diamante y penumbra.”

Gregorio Dávila funde así con admirable temple poético la desolación y la esperanza, la violencia y la misericordia, la fugacidad y la eternidad, la angustia y la confianza, como en este ‘Abismos’:

Altas montañas.
¿Quién beberá el torrente 
de tus anhelos?
Desato los abismos 
en el fondo del mar.

Y sus textos se levantan en ese recorrido ascético desde la fosa del silencio, la perplejidad y las preguntas hasta la lámpara encendida del consuelo, desde los precipicios de la noche a la cumbre de la alegría, desde la herida y la ruina a la fuente y el bosque:

PRECIPICIO

Porque el árbol renueva el canto y la mirada 
porque el mar se alegra con las nubes 
porque el hombre sostiene el precipicio 
con las manos llenas de pan 
y esperanza.

Un itinerario poético y vital que desde la mirada hundida en lo hondo del abismo se remonta a la que se eleva a la cima de la montaña para culminar este Entre el diamante y la penumbra en el canto de celebración del salmo final:

ALELUYA

Alabadlo en la cumbre y en el valle 
en la mirada mansa de los bueyes.
Alabadlo con panderos y armónicas 
con el canto nasal de Dylan 
y el coro sublime de Verdi.
¡Alabadlo, aleluya! 
A pesar del cielo de níquel 
a pesar del espanto y la epidemia.
Todo ser que respira alabe al Señor.

Agradeced su cálido refugio 
en el murmullo de los días.


Santos Domínguez 

17 enero 2024

Rafael Sánchez Ferlosio. El Jarama

  


Rafael Sánchez Ferlosio.
El Jarama.
Edición de Mario Crespo López.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2023.

«Describiré brevemente y por su orden estos ríos, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se encuentran en el gneis de la vertiente Sur de Somosierra, entre el Cerro de la Cebollera y el de Excomunión. Corre tocando la Provincia de Madrid, por La Hiruela y por los molinos de Montejo de la Sierra y de Pradeña del Rincón. Entra luego en Guadalajara, atravesando pizarras silurianas, hasta el Convento que fue de Bonaval. Penetra por grandes estrechuras en la faja caliza del cretáceo —prolongación de la del Pontón de la Oliva, que se dirige por Tamajón a Congostrina hacia Sigüenza. Se une al Lozoya un poco más abajo del Pontón de la Oliva. Tuerce después al Sur y hace la vega de Torrelaguna, dejando Uceda a la izquierda, ochenta metros más alta, donde hay un puente de madera. Desde su unión con el Lozoya sirve de límite a las dos provincias. Se interna en la de Madrid, pocos kilómetros arriba del Espartal, ya en la faja de arenas diluviales del tiempo cuaternario, y sus aguas divagan por un cauce indeciso, sin dejar provecho a la agricultura. En Talamanca, tan sólo, se pudo hacer con ellas una acequia muy corta, para dar movimiento a un molino de dos piedras. Tiene un puente en el mismo Talamanca, hoy ya inútil, porque el río lo rehusó hace largos años y se abrió otro camino. De Talamanca a Paracuellos se pasa el río por diferentes barcas, hasta el Puente Viveros, por donde cruza la carretera de Aragón-Cataluña, en el kilómetro dieciséis desde Madrid...».

Esa cita, adaptada levemente por Rafael Sánchez Ferlosio con algunos ajustes prosódicos respecto del original, Descripción física y geográfica de la Provincia de Madrid (1864), de Casiano de Prado, abre El Jarama, que acaba de aparecer en Cátedra Letras Hispánicas con una magnífica edición crítica, precedida de un amplio estudio introductorio y minuciosamente anotada, que ha preparado Mario Crespo López.

Desde la sexta edición, de febrero de 1965, nueve años justos después de la primera edición, de febrero de 1956, Ferlosio añade una nota prologal para aclarar la procedencia de “la que yo también, sin sombra de reticencia ni modestia, coincido en considerar con mucho la mejor página de prosa de toda la novela.”

Esa nota aclaratoria revela ya una escritura muy distinta de la que había conseguido el Premio Nadal 1955. El Ferlosio que la redacta ha orientado su prosa en una tendencia muy distinta, casi antagónica, de la concisa sencillez en la que se desarrolla estilísticamente El Jarama, que, junto con las casi simultáneas Los bravos, de Fernández Santos (con quien compartió amistad en la etílica “Universidad Libre de Gambrinus” y estudios de cinematografía en 1950) y El fulgor y la sangre o Con el viento solano, de Ignacio Aldecoa, había inaugurado una línea objetivista, una poética de tono menor que una década después daba las primeras señales de agotamiento, hasta el punto de que Sánchez Ferlosio acabaría renegando de esta que es paradójicamente su novela más leída y reeditada: “Lo tengo aborrecido […] porque no me gusta. No me gusta. El libro no me gusta”, solía decir cuando le preguntaban por El Jarama.

Un objetivismo casi cinematográfico, emparentado muy directamente con el neorrealismo del cine italiano de los cincuenta (Milagro en Milán, Ladrón de bicicletas…), cuya influencia está presente en la novela desde su arranque narrativo:

-¿Me dejas que descorra la cortina?
Siempre estaba sentado de la misma manera: su espalda contra lo oscuro de la pared del fondo; su cara contra la puerta, hacia la luz. El mostrador corría a su izquierda, paralelo a su mirada. Colocaba la silla de lado, de modo que el respaldo de ésta le sostribase el brazo derecho, mientras ponía el izquierdo sobre el mostrador. Así que se encajaba como en una hornacina, parapetando su cuerpo por tres lados; y por el cuarto quería tener luz. Por el frente quería tener abierto el camino de la cara y no soportaba que la cortina le cortase la vista hacia afuera de la puerta.
-¿Me dejas que descorra la cortina?
El ventero asentía con la cabeza. Era un lienzo pesado, de tela de costales.

Como en el cine, al que remite técnicamente, y al igual que en Los bravos, aunque quizá más intensamente, la mirada y el oído, las descripciones visuales que eluden la interioridad de los personajes y se centran en la transcripción conductista de sus diálogos verosímiles y coloquiales, son las claves estilísticas y narrativas de El Jarama, escrita según figura en la precisa datación del final de la novela, entre el 10 de octubre de 1954 y el 20 de marzo de 1955.

Poco más de cinco meses para dar entidad literaria a dieciséis horas de un domingo de verano de los cincuenta en los alrededores de Madrid a través de diálogos que están construidos “como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos etc., etc.”, según señalaba el informe aprobatorio de la censura. 

Diálogos como este, cuyo conductismo lingüístico es evidente:

Callaron. Aquel rectángulo de sol se había ensanchado levemente; daba el reflejo contra el techo. Zumbaban moscas en la ráfaga de polvo y de luz. Lucio cambiaba de postura, dijo:
-Hoy vendrá gente al río.
-Sí, más que el domingo pasado, si cabe. Con el calor que ha hecho esta semana...
-Hoy tiene que venir mucha gente, lo digo yo.
-Es en el campo, y no se para de calor, conque ¿qué no será en la Capital?
-De bote en bote se va a poner el río.
-Tienen que haber tenido lo menos treinta y treinta y cinco a la sombra, ayer y antes de ayer.
-Sí, hoy vendrán; hoy tiene que venir la mar de gente, a bañarse en el río.

Y tras ese diálogo, sin solución de continuidad, magníficas descripciones como la siguiente, de una plasticidad visual admirable:

Los almanaques enseñaban sus estridentes colores. El reverbero que venía del suelo, de la mancha de sol, se difundía por la sombra y la volvía brillante e iluminada, como la claridad de las cantinas. Refulgió en los estantes el vidrio vanidoso de las blancas botellas de cazalla y de anís, que ponían en exhibición sus cuadraditos, como piedras preciosas, sus cuerpos de tortugas transparentes. Macas, muescas, nudos, asperezas, huellas de vasos, se dibujaban en el fregado y refregado mostrador de madera. Mauricio se entretenía en arrancar una amarilla hebra de estropajo, que había quedado prendida en uno de los clavos. En las rendijas entre tabla y tabla había jabón y mugre. Las vetas más resistentes al desgaste sobresalían de la madera, cuya superficie ondulada se quedaba grabada en los antebrazos de Mauricio. Luego él se divertía mirándose el dibujo y se rascaba con fruición sobre la piel enrojecida. Lucio se andaba en la nariz. Veía, en el cuadro de la puerta, tierra tostada y olivar, y las casas del pueblo a un kilómetro; la ruina sobresaliente de la fábrica vieja. Y al otro lado, las tierras onduladas hasta el mismo horizonte, velado de una franja sucia y baja, como de bruma, o polvo y tamo de las eras. De ahí para arriba, el cielo liso, impávido, como un acero de coraza, sin una sola perturbación.

En su espléndida introducción Mario Crespo aborda la dimensión de la figura intelectual del Ferlosio narrador y ensayista y la transcendencia e influencia de una novela como El Jarama, que fijó un patrón narrativo canónico por el que discurrió parte de la novela española de la década 1955-1965. 

Ese estudio introductorio, de casi doscientas páginas, es un completo recorrido por la vida, el carácter y la obra narrativa de Ferlosio, desde Alfanhuí a El testimonio de Yarfoz, por su huida de “la amenazadora sombra del grotesco papelón del literato”, por su implacable exigencia consigo mismo y su radical retirada pública de la literatura para recluirse “en la gramática y en la anfetamina” y dedicarse entre 1957 y 1972 a lo que él mismo denominó ‘Altos Estudios Eclesiásticos’: el estudio de la teoría del lenguaje y la fenomenología de la creación artística; el furor grafómano, la práctica de la amplitud sintáctica de la hipotaxis y la composición de ensayos como Las semanas del jardín.

Un completo recorrido, decíamos, que explora las ideas de Ferlosio sobre la narración en sus tres novelas, la reacción de la crítica ante El Jarama, el proceso de redacción de la novela, meticulosamente elaborada y reelaborada, reescrita y recompuesta con voluntad perfeccionista, la importancia del río como protagonista animado, como personificación del tiempo que pasa y como eje simbólico de la narración, el tratamiento del tiempo, el tema y la trama, la dualidad espacial de la acción, que oscila entre la venta y las orillas del río, la estructura en cincuenta y siete secuencias temporalmente superpuestas o yuxtapuestas y los personajes jóvenes de la clase baja madrileña, la muerte de Lucita y por la aportación de la obra como documento lingüístico y como radiografía del habla de Madrid, la materia sobre la que teje el entramado de El Jarama. “Todo estaba -reconoció Ferlosio en ‘La forja de un plumífero’-, al servicio del habla, aunque algunos han querido ver una “novela social”, incluso llena de dobles intenciones antifranquistas.” Porque, como él mismo señaló en su “Autocrítica implacable acerca del Alfanhuí”, inédita hasta 2020, había pasado de “la bella prosa” al habla en un proceso evolutivo que acabaría desembocando en la lengua en su última etapa.

Y siendo este estudio prologal muy importante, hasta el punto de convertir esta edición de El Jarama en la mejor con mucha diferencia, lo fundamental es que invita a una nueva lectura de una novela a menudo malinterpretada o minusvalorada -para empezar, por el propio Ferlosio, que la calificaba como un fracaso-, que contiene pasajes como este:

El guardia joven se puso en movimiento para secundarle.
-Circulen, circulen, andando...
Los encaminaba, tocando a algunos en el hombro.
-Bueno, si ya me voy. No es necesario que me toque.
-Pues hala, aligerar.
Era ya poca la gente; no pasarían de cuarenta los que ahora, por último, se retiraban hacia lo oscuro de los árboles. Nueve personas -o sea los dos guardias, el grupo de los cuatro nadadores, y Tito, Paulina y Sebastián- se quedaban en la orilla, junto al cuerpo de Luci, bajo la luz directa de los merenderos que llegaba hasta sus figuras, atravesando un corto trecho de agua iluminada. Los cuerpos semidesnudos, mojados todavía, se perfilaban de blanco por el costado donde la luz los alcanzaba, y eran negros por el otro costado. Se veían ya sólo seis o siete siluetas de pie en el malecón. El guardia viejo miró a los cuerpos de Tito y Sebastián; luego dijo:
-Bueno, escuchen: que se destaque uno de cada grupo, al objeto de recoger su ropa y la de sus compañeros, con el fin de que puedan vestirse todos ustedes.

Santos Domínguez