16 junio 2017

Mario Campaña. Pájaro de nunca volver


Mario Campaña.
Pájaro de nunca volver.
Prólogo de Eduardo Milán. 
Candaya. Barcelona, 2017.

esos trotes que resuenan en el cielo 
esos nuevos compañeros que entre nubes se despiden 
continuando sin fin el viaje 

adiós muchachos.

sin respuesta aquí en los límites 
entre riberas desaparecidas 
entre pueblos extintos 
esta herencia 
tiernos osarios de pájaro y serpientes.

ardan ya casa y ciudad 
cielo 
corazón y memoria 
todo puede cambiar 

Así termina Pájaro de nunca volver, el poema-libro del ecuatoriano Mario Campaña (Guayaquil, 1959) que publica Candaya en su colección de poesía.

Cierra el ciclo de cuatro libros iniciado con Cuadernos de Godric hace casi treinta años, en 1988 y del que forman parte también Aires de Ellicott City (2006) y En el próximo mundo (2011), publicados en esta misma editorial.

Un ciclo que constituye un viaje poético-temporal, como señala Eduardo Milán en su prólogo –“Donde no se regresa. Desafío de Mario Campaña”-,  que añade que este es el “final de un largo transcurrir que va de pérdida en pérdida.” 

Esa travesía por la pérdida y el desarraigo, sin origen ni meta, es un “ilusorio viaje de regreso / de ida o de regreso qué más da” por medio de unos textos que se mueven entre lo individual y lo colectivo, entre el yo y el nosotros, entre la presencia y el vacío, entre la mirada y el sueño.

Así había comenzado este viaje:

aquella noche despertamos sobrios con el sol
y ya había desaparecido el río.

incrédulos recordamos los presagios
trémulos mirando el cauce
basura, piedra y fango lo colmaban;
recogimos los anzuelos, la red y las carnazas
del cielo súbitas sombras nos cercaron.

todo el día estuvimos en silencio 
junto a los cántaros, en el bosque.

en la tarde meditamos juntos:
“ahora las muchachas caminan libres 
donde antes se arrastraba el río”.

de noche el silencio era más duro.

después todos volvimos a la orilla
caminando con un pie en el sueño.

Enmarcado entre un Introito y una Coda, el poema-viaje se organiza en dos partes que van del exilio al naufragio y al submundo de la disolución en un estar sin final, en un constante deshacerse y rehacerse en el que “ahora la inmovilidad / no al vacío / teme el alma aletargada.”

La de Mario Campaña es una poesía fuerte y dolorosa, como la denominó Américo Ferrari, una escritura que viaja a los límites de la experiencia y de la expresión guiada con la luz de la imagen visionaria y con una palabra sostenida en sí misma y en su persistente resistencia:

el pájaro de nunca volver hoy canta 
memoriosas ofrendas del porvenir 
en el tiempo del fin de mundo.

Santos Domínguez

14 junio 2017

Trampas de Max Aub


Max Aub.
Trampas.
Edición, prólogo y notas
de Pedro Tejada Tello.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

“Todo lo que no es juego carece de sentido”, escribe Max Aub en uno de los cuatrocientos doce aforismos que forman parte del libro Trampas, que publica Reino de Cordelia en una espléndida edición ilustrada que abre un excelente prólogo de Pedro Tejada Tello, que estudia la profunda relación entre vida, literatura y juego en esta obra casi inédita de Aub, “una obra inconfundiblemente aubiana por cuatro motivos: 1) Por la temática. 2) Por la forma aforística a la que se acoge. 3) Por la perspectiva que elige: la del «envés». 4) Por la pasión lingüística que transluce.”
Casi totalmente inédita, porque de esta colección de aforismos sobre el juego habían aparecido dos anticipos con el título Algunas trampas: en 1968, en la revista mexicana Diálogos, y en 1970, en España, en El Urogallo.
Aforismos que constituyen uno de los cauces expresivos preferidos por Max Aub, cuya  concepción del estilo tiende a la intensidad expresiva conceptista y al juego de palabras ingenioso:
“A buen juego, mala cara.”
“El tramposo, si bueno, dos veces discreto.”
Organizados en trece secciones, entre lo moral y lo práctico, el elogio del juego de naipes y la mirada a otros juegos: el dominó, la ruleta, la lotería, los toros o el fútbol:
“Un penalti siempre toca a muerte.”
Y la trampa, que “no es fraude, ni falacia, ni dolo, ni trapaza, ni sablazo, ni estafa, ni robo, ni timo, ni hurto. Es destreza, arte, maña, maestría, sangre fría, pericia, acierto, mano, tiento, tacto, astucia, amaño, treta, pericia, el demonio” y que forma parte de la esencia del juego, lo que hace que el ajedrez – “el juego más cruel”- no sea estrictamente un juego.
En la última sección, como cierre del libro, el juego y la trampa se convierten en metáforas de la vida:
"Al pillo no le pillan."

"El juego de la existencia, la oca: adelante, atrás, al pozo, volver a empezar según los dados y lo dado; contar 10, 20, 30 adelante, atrás. La vida puesta en el tablero."
Santos Domínguez

12 junio 2017

Rafael Sánchez Ferlosio. QWERTYUIOP


Rafael Sánchez Ferlosio.
QWERTYUIOP.
Ensayos 4.
Edición de Ignacio Echevarría.
Debate. Madrid, 2017.

“Las cuestiones por las que me intereso apenas pasarán de seis o siete, y como, con el paso de los años y de las recurrencias, algunas acaban abriendo tuberías de comunicación, no es raro que se vayan fundiendo y reduciendo. Entre las más antiguas -dejando a un lado las abandonadas- se cuenta la que ahora se designa como “Carácter y destino”, escribía Rafael Sánchez Ferlosio en “La forja de un plumífero”, un texto autobiográfico que resume su trayectoria literaria y  sus intereses intelectuales. Apareció en 1998 en la revista Archipiélago y ahora cierra como anexo el cuarto y último volumen de sus ensayos que publica Debate con edición de Ignacio Echevarría.

Junto con ese artículo iluminador, un imprescindible índice cronológico de los textos reunidos en los cuatro volúmenes que recopilan los artículos y ensayos de Rafael Sánchez Ferlosio remata este cuarto tomo de los ensayos ferlosianos.

Sobre enseñanza, deportes, televisión, publicidad, trabajo y ocio es el subtítulo de este volumen que lleva como título significativo QWERTYUIOP, las letras superiores del teclado de la máquina de escribir o del ordenador, una secuencia aparentemente arbitraria pero que responde a una lógica racional que combina varios criterios de la misma manera que hay también una red de sentidos que articula los distintos contenidos de este volumen misceláneo.

“La idea de titular «QWERTYUIOP» este volumen –explica Ignacio Echevarría en su Presentación- le sobrevino al autor al percatarse, una vez diseñado el plan de esta edición de sus ensayos, de que el cuarto y último de los volúmenes que iban a integrarlo constituía, al menos en apariencia, lo que se entiende por un «cajón de sastre».”

Tras un artículo de 1974 sobre la encerrona del desarrollo -"A propósito del gran regalo, tan involuntario por su parte como no deseado por la otra, que los altivos jeques del desierto estuvieron a punto de hacerles a los rumís amigos de sus enemigos"- que se recupera como Prefacio, se recogen en este volumen ensayos fundamentales de Ferlosio como Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado o el más reciente Non olet, junto con una serie de artículos que son la parte menos abstracta y más ligada a la experiencia inmediata de lo cotidiano de su producción ensayística, siempre entre la lucidez y el desengaño en la indagación de la realidad a partir de las tensiones de conceptos contrarios.

Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado es, lo dice él mismo, su “sermón más extenso y enconado”, y tiene como centro el mito del progreso. La enseñanza y el debate entre educación e instrucción es el tema común a los artículos de Entre Escila y Caribdis. La publicidad y la televisión son el eje de la sección Hacia una nueva estética. Los  juegos y deportes son el objeto de atención de varios artículos, así como la  crítica del pensamiento liberal y de la ética del trabajo centran los textos de Non olet. 

Cierran el conjunto dos secciones: una sección de textos misceláneos –QWERTYUIOP-  y La señal de Caín, un ensayo de 1996 que –señala Echevarría-“se cuenta entre los más bellos, profundos y concluyentes de Ferlosio.”

Santos Domínguez

09 junio 2017

Álvaro García El ciclo de la evaporación


Álvaro García
El ciclo de la evaporación.
Pre-Textos. Valencia, 2016.

"Todo lo que has vivido permanece", escribe Álvaro García en uno de los versos de su libro El ciclo de la evaporación, que publica Pre-Textos y que se plantea como “la versión integra final de la secuencia que recorre” sus cuatro libros anteriores: Caída (2002), El río de agua (2005), Canción en blanco (2012) y Ser sin sitio (2014).

No se trata, por tanto, de una recopilación, como se ha dicho erróneamente alguna vez, sino de la culminación de una secuencia que es el resultado de un proyecto global de obra en marcha, de un ciclo de escritura que se prolonga desde hace quince años y que alcanza en este libro su punto de llegada. 

Por eso, incluso las secciones 3 y 4, que habían aparecido en Ser sin sitio y en Canción en blanco cobran aquí un nuevo significado, al integrarse en el nuevo contexto poético de un poema unitario.

Con más de mil quinientos versos articulados en cuatro secuencias, El ciclo de la evaporación es un poema largo en el que conviven la ciudad y lo invisible, lo íntimo y lo histórico, la revelación y el misterio, lo visionario y lo confesional, lo interior y lo exterior, el amor y la música que “reordenan el mundo” y el río de la memoria que es también el del olvido.

Y cada uno de sus versos constituye no sólo un movimiento respiratorio que aporta una entidad significante al conjunto, sino un paso que avanza en el trazado de un territorio muy personal. Un territorio que se delimita con la reflexión existencial sobre el tiempo, el dolor y la identidad que se construye con el material de la memoria.

"Flotamos entre el agua, no en el tiempo, / y se refugia aquí la eternidad", escribe Álvaro García, en este poema que es “canción, respiración de la memoria”, alimentado por la potente imaginería que es el andamiaje sobre el que se levanta la visión del mundo que ofrece El ciclo de la evaporación. 

Mundo descrito y mundo evocado, soñado en la pesadilla o reordenado por la razón, desarrollado con una ambición expresiva que ilumina el poema y el conocimiento. Porque un poema –lo sabe bien el poeta que ha traducido lo más alto de la poesía inglesa, de Shakespeare a Eliot, de Auden a Larkin- debe tener voltaje emocional, ambición expresiva y, sobre todo, un mundo detrás o debajo, como ocurre ejemplarmente en estos versos.

Con una concepción de la poesía más como ámbito de la conciencia que como método de conocimiento, en la escritura desatada y controlada a un tiempo de El ciclo de la evaporación conviven la emoción y la razón, la vista y el oído.

Y así, la imagen y el ritmo se aúnan con un tono de salmodia visionaria para invocar la capacidad indagatoria del lenguaje como instrumento de asedio a la realidad y a la conciencia, para cerrar el círculo de este ciclo solar que se había abierto con estos versos: "Es breve la mudanza y sólo queda / sol sin nada que hacer más que insistir", y se cierra con este verso memorable: "La muerte tendrá dentro memoria de un sol vivo."

Santos Domínguez

07 junio 2017

Paco Ignacio Taibo I. Para parar las aguas del olvido


Paco Ignacio Taibo I. 
Para parar las aguas del olvido.
Prólogo de Luis García Montero. 
Drácena. Madrid, 2017.


Con un prólogo de Luis García Montero y con edición de Gastón Segura, Drácena recupera Para parar las aguas del olvido, de Paco Ignacio Taibo I (Gijón 1924- México 2008), un título que arranca de una cita de Cervantes para reconstruir la memoria de un niño de la guerra en el Oviedo de la posguerra. La primera edición, que se publicó en Júcar en 1982 con un prólogo de Ángel González, uno de los personajes fundamentales del libro, llevaba años descatalogada. 

De estas memorias de infancia y adolescencia dice en el prólogo Luis García Montero que constituyen “uno de los acercamientos más personales que conozco a lo que significó la vida de guerra y la inmediata posguerra en la educación sentimental de un tiempo histórico difícil: la infancia y la adolescencia de los derrotados.”

Escritas en capítulos breves, con distancia espacial y temporal, en México entre septiembre y octubre de 1978, resumen el aprendizaje de la rebeldía, el ejercicio de la resistencia, la defensa pese a todo de la esperanza en un futuro mejor, el descubrimiento de la vida o el tacto del primer pelo de pubis, de los libros y la calle, del amor y la imaginación, por parte del autor y de los cuatro amigos a los que dedicó este libro: Ángel González, Manuel Lombardero, Benigno Canal y Amaro Taibo.

Sobre el telón de fondo del miedo y la pobreza de la posguerra, la literatura aparece en estas páginas como una defensa de aquellos hijos de los vencidos ante el mundo: Cervantes, que “es una librería”, el asesinato de García Lorca, los novelistas rusos, Juan Ramón Jiménez o un decepcionante Gerardo Diego.

Formaron parte, como las calles o el cine, de la difícil educación sentimental de unos adolescentes en años más difíciles aún, que resumen una frase tan llamativa como esta: “Mi primer amor fue una máquina de coser marca Singer.”

Santos Domínguez

06 junio 2017

Italo Calvino. Palomar


Italo Calvino.
Palomar.
Edición de Javier Aparicio Maydeu.
Traducción de Aurora Bernárdez.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2017.

“La trayectoria de Calvino es admirable /.../ Como un mago de la alquimia, atraviesa todos los estados de la materia narrativa, del estado sólido del neorrealismo al estado líquido de la fábula y el cuento fantástico, y del estado líquido al estado gaseoso de la meditación con la que concluye el texto de la última obra que publicó en vida, ese prodigio de sensibilidad titulado Palomar”, escribe Javier Aparicio Maydeu en la luminosa introducción de su edición anotada de Palomar, de Italo Calvino, en Cátedra Letras Universales, con la espléndida traducción que Aurora Bernárdez publicó en 1985.

Con un título que, como su protagonista, el señor Palomar, toma su nombre de un observatorio californiano, metáfora de la voluntad de conocimiento, este es el libro más autobiográfico de Calvino, cuya primera persona se refleja en la tercera persona del narrador y en el personaje de Palomar, ese observador silencioso y profundo.

Desengañado y solitario, Palomar / Calvino se remonta en esta obra “narrativa que ha devenido en confesión”, como señala Aparicio Maydeua, desde lo cotidiano a lo cósmico, desde  lo visible a lo invisible y desde los límites hasta el infinito en un particular camino de perfección, en un itinerario marcado por las correspondencias entre los objetos y el cosmos, entre lo humilde y lo astral, entre él mismo y el universo, porque “no podemos conocer nada exterior a nosotros pasando por encima de nosotros mismos, porque el universo es el espejo donde podemos contemplar sólo lo que hayamos aprendido a conocer en nosotros."

Organizada en tres partes – Las vacaciones de Palomar, Palomar en la ciudad, Los silencios de Palomar-, con tres secciones en cada parte y tres relatos en cada sección, se suceden en ellas tres enfoques temáticos: la experiencia visual, el enfoque antropológico y la experiencia especulativa. Se pasa así de la descripción a la narración y de ahí a la meditación, como en este fragmento de La espada del sol, uno de los textos de la primera parte:

Las tablas de vela resbalan en el agua, cortando con bordadas oblicuas el viento de tierra que se alza a esta hora. Figuras erectas gobiernan el botalón con los brazos tensos como arqueros, conteniendo el aire que restalla en la tela. Cuando atraviesan el reflejo en medio del oro que los envuelve, los colores de la vela se atenúan y es como si el perfil de los cuerpos opacos entrase en la noche. 
«Todo esto sucede no en el mar, no en el sol —piensa el nadador Palomar—, sino dentro de mi cabeza, en los circuitos entre los ojos y el cerebro. Estoy nadando en mi mente; sólo en ella existe esa espada de luz; y lo que me atrae es justamente eso. Ése es mi elemento, el único que puedo en cierto modo conocer». 
Pero también piensa: «No puedo alcanzarla, la tengo siempre ahí delante, no puede estar al mismo tiempo dentro de mí y en algo donde nado; si la veo quedo fuera de ella y ella queda fuera». 
Sus brazadas son ahora fatigadas e inciertas: se diría que todo su razonamiento, en vez de aumentarle el placer de nadar en el reflejo, se lo está frustrando, como haciéndole sentir una limitación, o una culpa, o una condena. Y también una responsabilidad a la que no puede escapar: la espada existe sólo porque él está ahí; si se marchara, si todos los bañistas y los nadadores volviesen a la orilla o dieran la espalda al sol, ¿dónde iría a parar la espada? En el mundo que se deshace, lo que él quisiera salvar es lo más frágil: ese puente marino entre sus ojos y el sol poniente.

Y así, entre los sentidos y la razón analítica, entre el objeto y el símbolo, la escritura se convierte en una lectura del mundo y el señor Palomar realiza un viaje al descubrimiento de la realidad y de sí mismo en un proceso que va de lo trivial a lo trascendente, del cuento a la filosofía, cuyo objetivo, como explicó Montaigne, es enseñar a morir. 

Y por eso Palomar es también un elogio de la soledad y un viaje hacia el silencio, una aventura interior que resume también la propia trayectoria intelectual de Calvino.

Con Palomar cerró en 1983 su trayectoria literaria. Es un testamento, un cuento de cuentos y una ventana abierta al universo, un palimpsesto que bajo su aparente simplicidad contiene el mundo como un aleph. Así lo resume el editor en el prólogo:

Palomar es una obra maestra, pero también es una obra tramposa. Aparenta simplicidad siendo compleja. Se diría banal y encierra reflexiones de verdadera enjundia, disquisiciones medulares.”

Muchos de esos elementos que constituyen la genealogía intelectual y estética de Palomar y articulan su arquitectura se dilucidan en esa introducción sobre un sustrato intelectual, literario y filosófico que iluminan más de cerca las notas escrutadoras de Javier Aparicio Maydeu, con las que consigue “que el lector advierta la complejidad de las relaciones intratextuales e intertextuales que el texto establece de forma constante, y disfrute de la riqueza de sus alusiones.”

Santos Domínguez

05 junio 2017

Elias Canetti. El libro contra la muerte


Elias Canetti.
El libro contra la muerte.
Con un postfacio de Peter von Matt
Texto establecido por Sven Hanuschek,
Peter von Matt y Kristian Wachinger,
con la colaboración de Laura Schütz
Edición en español adaptada y anotada
por Ignacio Echevarría
Traducción de Juan José del Solar
y Adan Kovacsics.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2017.

“Haber presenciado a los siete años de edad cómo su padre se desplomaba repentinamente, víctima de un ataque al corazón, marcó a Elias Canetti de manera decisiva, y sembró en él la semilla de su visceral rechazo a la muerte, a cuyo imperio se opuso siempre, de manera a menudo estentórea. Desde muy temprano, Canetti acarició la idea de escribir un libro contra la muerte (...), cuyo proyecto lo acompañó el resto de su vida”, se indica en la nota que abre el volumen El libro contra la muerte, de Elias Canetti, que publica Galaxia Gutenberg en español en una edición adaptada y anotada por Ignacio Echevarría.

Sin embargo, nunca escribió ese libro, ni siquiera llegó a esbozarlo ni a escribir la primera frase de su libro, como señala en el postfacio Peter von Matt, aunque dejó abundantes anotaciones inéditas en su legado póstumo.

Junto con ese material inédito que han rescatado en un arduo trabajo un grupo de editores -Sven Hanuschek, Peter von Matt y Kristian Wachinger, con la colaboración de Laura Schütz— El libro contra la muerte reúne los apuntes sobre el tema que Canetti publicó a lo largo de su vida.

Fechados entre 1942 y 1994, integrados y desperdigados en sus libros o rigurosamente inéditos, estos apuntes reflejan el tema vertebral de la obra de Canetti: un combate contra la muerte que recorre toda su escritura durante más de medio siglo como un ejercicio de resistencia, como una forma de evitar la muerte, de protegerse de ella como Sherezade en cada una de las noches que entretuvo narrativamente al sultán.

En 2010 en esta misma editorial se publicó el Libro de los muertos, por lo que es necesario advertir, como hace el editor, que no se trata del  mismo libro “para que quienes leyeron en su día el Libro de los muertos no se disuadan de leer ahora el libro contra la muerte. Este último no constituye una refactura el primero sino, más propiamente, otro libro sobre la muerte de quien, a lo largo de medio siglo, no dejó un solo día de pensar en cómo resistirse a ella.”
Santos Domínguez

02 junio 2017

Juan Ramón Jiménez. El silencio de oro


Juan Ramón Jiménez.
El silencio de oro.
Edición crítica, introducción y notas 
de José Antonio Expósito.
Linteo Poesía. Orense, 2017.

¡Oh, silencio, silencio! hermano del ensueño,
príncipe blanco y oro, cargado de recuerdos!

Esa 'Dedicatoria al silencio' abre El silencio de oro, de Juan Ramón Jiménez, en la edición crítica de José Antonio Expósito para Linteo Poesía.

Un cuidado volumen que ofrece por primera vez en su integridad ese libro, con treinta y seis poemas inéditos de los ochenta y tres que forman este volumen articulado en tres partes que Juan Ramón escribió en Moguer entre 1911 y 1912.

Bajo la sinestesia de ese título, que viene de San Agustín, se agrupan unos poemas que reflejan el caminar de Juan Ramón hacia la poesía pura de su segunda época, un largo proceso de depuración del modernismo inicial del que se fue desnudando su poesía, cada vez más desprovista de adjetivos, cada vez más leve, como esa suave rima que atraviesa estos versos.

Era su peculiar viaje hacia dentro, hacia ese “silencio suficiente” que buscaba Juan Ramón, como señala en su introducción José Antonio Expósito. Un Juan Ramón que –añade- “fue fuga sucesiva, la que va del sueño al silencio puro.”

En ese camino de depuración de lo sensual a lo meditativo, hacia la precisión y la sencillez, El silencio de oro es un libro de transición en el que, junto con la persistencia de algunos rasgos modernistas, asoma cada vez más nítida esa voluntad de pureza expresiva que Juan Ramón asociaría en su búsqueda a la belleza, la soledad y el recogimiento,.

Organizado en tres secciones -El silencio de oro, Amor de primavera y amor de otoño y Romances indelebles- sus poemas resumen el viaje interior del poeta hacia la eternidad y el silencio: “en el espacio breve y noble, / el rumor infinito / de los sueños inmensos del silencio.”

Santos Domínguez

31 mayo 2017

Juan Carlos Mestre. Historia natural de la felicidad


Juan Carlos Mestre.
Historia natural de la felicidad. 
Antología esencial.
Antología y prólogo de Jesús Aguado.
Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2014.

Preparada y prologada por Jesús Aguado, la antología esencial de Juan Carlos Mestre que publica el Fondo de Cultura Económica con el título Historia natural de la felicidad reúne una muestra muy amplia y significativa de su poesía en tres secciones que representan otros tantos momentos creativos de su autor entre 1981 y 2014, con una clave de bóveda que es La tumba de Keats, que ocupa aquí, como en la produección de Mestre, un lugar central.  

Un último apartado, Museo de la clase obrera, ofrece seis poemas inéditos que preceden al epilogo –“La estilográfica del naturalista”- en el que el poeta resume el sentido de su escritura en la Luz de “las palabras que apenas en su balbuceo valen tanto como la resurrección de los muertos. Un lenguaje que desea comprender, entre la ira y la misericordia, la ignorancia del cálculo, el corazón numérico y la unificación del abismo en la resonancia del nombre.” 

Esa luz es la que invoca también Jesús Aguado en su prólogo, cuando habla de la poesía de Mestre como la de un autor “necesario, esencial” que “por estar atento a la felicidad natural de las cosas, sabe extraer de estas lo mejor de sí mismas cuando se le aparecen sanas, plenas en su ser parte del mundo, y, cuando esto no es así, se entrega en cuerpo y alma a rescatarlas del no-lugar o rincón oscuro donde se hallan secuestradas para que no tarden demasiado en regresar a la luz.”

Una escritura levantada sobre los cimientos de la memoria y amasada con la conciencia poética y social de Juan Carlos Mestre, que eleva una muralla de dignidad frente a la injusticia, un muro de resistencia a la humillación, una torre desde la que se denuncian las mentiras del poder. 

Desde el monólogo autorreflexivo o el diálogo emocional con el tú del lector, que se funde machadianamente con el yo en la cercanía de una voz oracular que recoge la ceniza de las palabras que caen desde un extraño mundo como copos de nieve, la poesía de Juan Carlos Mestre habita un territorio verbal de enorme potencia y de gran carga emocional, como en este Eclipse con Rimbaud, un texto de La casa roja que forma parte de la tercera sección de la antología:

He pasado la mitad de mi vida en la oscuridad.
He descargado camiones de oscuridad.
He bebido toda la oscuridad.
He dormido con la oscuridad.
He amado la oscuridad y me he acostado con ella.
He tocado las piedras de la oscuridad hasta herirme las manos.
He repetido tu nombre en la oscuridad.

Los pescadores cantan en la niebla de la oscuridad.
Los jóvenes sin vida están despiertos en la oscuridad.
Los músicos y las rameras guardan su corazón en la oscuridad.

He soñado con la oscuridad la mitad de mi vida.
He hospedado mi juventud en el cáñamo de la oscuridad.
He desnudado a la oscuridad y gozado con ella.
He acariciado con dedos de pastor el sexo de la oscuridad.

La oscuridad es la oración de los acordeones nublados.
La oscuridad vive en las palabras que descifran la muerte.
La oscuridad habita los suburbios de la belleza.

Dad de ladrar al perro de la oscuridad.
Oíd la lepra sagrada de la oscuridad.

Su ambición imaginativa, su ruptura con la sintaxis previsible,  su desobediencia reivindicativa, su alternativa a la semántica convencional hacen de esta poesía una actividad fundacional desde la que se defiende la posibilidad de la utopía. 

Al alto voltaje poético, simbólico y verbal que contienen los libros del autor, se suma a menudo un torrente circulatorio que se alimenta de lo más hondo de la experiencia y de la memoria, del conocimiento del dolor y de la reivindicación de la felicidad.

Santos Domínguez

29 mayo 2017

Javier Salvago. No sueñes conmigo


Javier Salvago.
No sueñes conmigo.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2017.

Del primero de los diecisiete relatos que forman la primera parte del volumen toma su título No sueñes conmigo, el libro de Javier Salvago que publica La Isla de Siltolá en su colección Nouvelle.

Desde ese primer cuento, centrado en un sensitivo atormentado por sus sueños premonitorios de muertes ajenas, una rara sensación se apodera del lector, que entra con esos relatos en el ámbito de una sobrerrealidad inquietante que se cuela por las grietas de lo cotidiano y se cierra con unos desenlaces mortales, quizá lo único previsible en estos relatos sorprendentes.

Cuentos que discurren en las fronteras del relato fantástico o del terror gótico, entre la fantasmagoría, los miedos, las obsesiones y la fragilidad de las vidas que pueblan estas páginas. 

Hay en ellas terrores nocturnos y fantasmas que vuelven para desquitarse, dioses y demonios que juegan partidas destructivas en la PlayCreation, un suicida reincidente, el descubrimiento de la marca de Caín -una pequeña nube en el ojo izquierdo de los asesinos- o la venganza aplazada y cumplida del espléndido Variaciones sobre un tema de Borges.

Bajo la mirada impasible y distante del narrador, una línea invisible separa en estos relatos que iluminan las zonas oscuras de la realidad la vigilia de la pesadilla, la locura de la cordura en un mundo que a veces parece obedecer al plan diabólico de un loco como en El otro, uno de los mejores del conjunto.

La segunda parte la forman veinticinco microrrelatos que son otros tantos chispazos irónicos o sarcásticos sobre los comportamientos humanos y los usos sociales. Cercanos algunos a la greguería o al aforismo –“No salía de su pasado ni para ir a comprar el pan”-, predomina en ellos la crítica social de tono irónico, como en este Haciendo méritos:

Lo cogieron robando, estafando, traficando, evadiendo capitales, lavando dinero negro. Una vez ante el juez, alegó en su defensa que solo estaba haciendo méritos para ser ministro o, con un poco de suerte, presidente de Gobierno. Lo condenaron, pero, tras una breve y confortable estancia en prisión, le dieron un importante cargo. Nadie podía negarle que hubiera hecho tantos méritos como el que más.

Santos Domínguez

26 mayo 2017

Feria del libro. Poesía




Claudio Rodríguez.
Antología poética.
Prólogo de Philip W. Silver.
El libro de bolsillo. Alianza Editorial. Madrid, 2017.

Como “uno de los más extraordinarios poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX” define a Claudio Rodríguez Philip W. Silver en el prólogo de la espléndida Antología poética que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.

Claudio Rodríguez creó uno de los mundos poéticos más característicos y exigentes de la poesía española del medio siglo. Un mundo poético atravesado por el deslumbramiento ante la magia de lo cotidiano, por la revelación de la mirada y la memoria que construyen una poesía del conocimiento como experiencia sensorial, como fruto de la percepción y de la participación con todo lo que existe.

Entre la exaltación contemplativa de Don de la ebriedad y la meditación existencial de Casi una leyenda, la poesía de Claudio Rodríguez, celebratoria casi siempre y elegiaca a veces, surge de una constante búsqueda del sentido de la vida y del mundo. El resultado de esa búsqueda es una experiencia de revelación que transciende lo cotidiano en la contemplación reflexiva del presente o mediante la evocación de las claves de la memoria.

Una aventura poética sustanciada en su obra intensa y breve, de la que esta completa antología ofrece los textos más significativos, que dan la imagen plural de una poesía unitaria que busca la luz y encuentra la revelación de la sombra que aparece en su último libro, Casi una leyenda:  "Se está haciendo de noche. Y qué mas da. / Es lo de siempre, pero todo es nuevo."

Acerca de esta  selección generosa, Philip W. Silver destaca que este volumen no es una simple reedición de la anterior antología publicada en esta misma colección en 1981, porque además de recoger los 34 poemas que el propio Claudio Rodríguez consideraba imprescindibles en cualquier antología de su obra, contiene una selección significativa de Casi una leyenda, que se publicó en 1991, diez años después de aquel volumen.



Paul Valéry.
Narciso.
Edición de Pedro Gandía.
Hermida Editores. Madrid, 2017.

‘Paul Valéry o el artista en su reflejo’ titula Pedro Gandía el espléndido prólogo con el que presenta su traducción de Narciso en la edición bilingüe que publica Hermida Editores.

Esa introducción hace un recorrido por la presencia fecunda en la literatura del mito de Narciso y de su muerte ahogado, por la simbología moral y cósmica de un mito que Valéry evocó e invocó repetidamente en su poesía durante más de medio siglo: desde Narciso habla (1890) a la Cantata del Narciso (1941), pasando por los Fragmentos del Narciso (1919-1923).

Y es que -señala Pedro Gandía- “como ninguna otra obra del autor, los versos que Valéry compone con la temática de la muerte de Narciso reflejan el desarrollo de sus teorías poéticas y demuestran que un poema nunca se termina salvo por accidente.”

El reflejo en el agua, el espejo como imagen de la reflexión sobre la propia identidad, la soledad como condena y como salvación convierten el mito de Narciso en símbolo de la meditación sobre la poesía, sobre la conciencia y la vida y sobre sí mismo:

¿Sabe este cuerpo puro que puede seducirme?
¿Con qué profundidad sueñas tú instruirme,
Habitante abismal, huésped tan especioso
De un cielo oscuro abajo, lanzado de los cielos?


Como en El cementerio marino, un meditado sistema de correspondencias y contrastes desarrollan la tensión sostenida entre contrarios: el fondo y la forma, el tiempo y la eternidad, la tierra y el cielo, el cuerpo y el alma, el ser y la nada:

¡Ay, cuerpo miserable, es el tiempo de unirse!...
Inclínate... Y bésate. ¡Tiembla en todo tu ser!
El inasible amor que tú me prometiste
Pasa y, en un temblor, quiebra a Narciso y huye ...



Pablo del Águila.
De soledad, amor, silencio y muerte.
Poesía reunida (1964-1968)
Edición y estudio de Jairo García Jaramillo
Bartleby Editores. Madrid, 2017.

Como una “promesa de verdad y gloria poéticas” definió Antonio Carvajal la obra, prematuramente frustrada por la muerte, de Pablo Del Águila (Granada, 1946-1968), “la escritura trágicamente truncada de un poeta en formación que había sido capaz ya de ofrecer muy notables frutos”, como señala Jairo García Jaramillo en el amplio estudio introductorio sobre la vida y la obra del poeta –“Las huellas borradas de Pablo del Águila”- que sirve de prólogo a su edición de De soledad, amor, silencio y muerte. Poesía reunida (1964-1968), que publica Bartleby Editores.

Una edición organizada en cinco secciones que recuperan lo que podrían haber sido cuatro libros de Pablo del Águila: Pequeños poemas de soledad, amor, silencio y muerte, Resonando en la tierra, Poemas de Madrid y Desde estas altas rocas innombrables pudiera verse el mar, que tuvo una edición en 1973 de la que Miguel García-Posada dijo que era el testimonio y el testamento del poeta.

Poeta póstumo, en el momento de su muerte prematura no había publicado nada, pero en su escritura se perfilaba una tendencia muy alejada del preciosismo esteticista de los novísimos y vinculada al compromiso, se prefiguraba en ella la poesía de la otra sentimentalidad granadina de los años ochenta.

La poesía que estaba escribiendo en los meses previos a su muerte había encontrado sus referentes rehumanizados en los Poemas humanos de César Vallejo y en Blanco spirituals, de Félix Grande.

Y un poco más al fondo, suenan los ecos de la poesía desarraigada que había sido en los años cincuenta una de los semillas de la poesía social.


La ironía, el desengaño, la presencia de lo cotidiano como material poético son algunas de las claves de esa poesía en la que se había producido un paso del yo al nosotros, del intimismo ensimismado al compromiso, para acabar  “vestido de otros y desnudo de sí mismo.”

El sincretismo de muy diversas tendencias estéticas -del pop al neovanguardismo, del camp a la poesía clásica árabe de las qasidas- debería haberse decantado en la evolución de una voz personal que quedó apagada por la muerte, pero que antes dejó versos como estos:

Regreso a mí con mi pasado a cuestas.
Cuando me fui, lo sabes, pensaba ya en mi vuelta.
Regreso a mí
como todas las cosas
que se apartan del punto en que nacieron
para volver más firmes a sí mismas.

Regreso con más años a encerrarme
en un rincón más viejo.
Cuando vuelvo a pensar en las esferas...

 

Cavafis.
Poesía completa.
Edición, traducción, introducción y notas
de Pedro Bádenas de la Peña.
Biblioteca de Literatura Universal.
Editorial Almuzara. Córdoba, 2017.

“La decisión de la “Biblioteca de Letras Universales” de contemplar en su elenco de autores a Cavafis ha permitido hacer realidad una vieja aspiración: la revisión y fijación del texto griego original y, en función de ello, acometer una profunda y sistemática renovación de mi traducción que, como señalo, he mantenido viva, abierta permanentemente a reconsideración y mejora”, escribe Pedro Bádenas de la Peña en la Introducción a la Poesía completa de Cavafis que abre el espléndido volumen que en edición bilingüe reúne “toda la obra poética conocida de Cavafis” en la Biblioteca de Literatura Universal que publica la Editorial Almuzara.

Una edición integral que, además de los 154 poemas canónicos, seleccionados por el propio poeta, que no llegó a publicar un volumen con su poesía, recoge 68 poemas inéditos, tres poemas ingleses traducidos por Luis Alberto de Cuenca y 26 poemas proscritos, a los que hay que sumar cinco traducciones publicadas y otras cinco inéditas, un buen número de poemas inconclusos, borradores sueltos y tres poemas en prosa.

Abre el volumen una nueva introducción para esta edición bilingüe en la que, tras una breve nota biográfica sobre Cavafis, Bádenas de la Peña aborda la lengua y el estilo de sus poemas, el erotismo, la relación del poeta alejandrino con las corrientes poéticas de su tiempo o la importancia del componente histórico que alimenta gran parte de sus poemas, como el memorable El dios abandona a Antonio, uno de los grandes poemas del siglo XX.

En ese poema se pueden resumir las claves fundamentales de la poesía de Cavafis: en primer lugar, Alejandría, la ciudad helenística, la capital del recuerdo –como la definió Forster-, portuaria, decadente y cosmopolita en la que nació y murió el poeta el mismo día, el 29 de abril (1863-1933).

Y en torno a esa referencia troncal, a esa ciudad en la que se cruzan el pasado y el presente y la historia antigua con el destino personal, crece una poesía elegiaca en la que la historia es una metáfora del presente, un ingrediente fundamental de la escritura.

Cavafis decía “soy un historiador-poeta” y con frecuencia un personaje de la antigüedad -Juliano el Apóstata, Nerón, Antíoco, Herodes Ático, César- o el recuerdo de un episodio histórico le sirven para hablar sin patetismo del destino, del viaje, la soledad, la destrucción del tiempo o de su homosexualidad.

En aquella Alejandría en la que convivían tres culturas: la griega, la egipcia y la británica, Cavafis escribió casi toda su obra en griego, pero marcó de forma decisiva la literatura anglosajona, de Durrell a Eliot, de Forster a Auden.


Emily Dickinson.
La esperanza es una cosa con alas.
(Poemas breves)
Edición de Hilario Barrero.
Ravenswood Books Editorial. Almería, 2017.

Como un viaje al país de Emily Dickinson define Hilario Barrero la antología de poemas breves de la autora de Amherst que ha reunido con el título La esperanza es una cosa con alas en Ravenswood Books Editorial.

El de Emily Dickinson no es precisamente el país de las maravillas, sino el territorio oscuro de esa cárcel que la poeta fue para sí misma, como recuerda el prólogo de este viaje a su palabra opaca y blanca, traducida por Hilario Barrero, que acude a ella llamado por "su lengua de madera y su corazón de fuego."

Tan extraña y opaca como su perturbadora poesía, Emily Dickinson se aisló del mundo en una clausura progresiva y física como la ceguera que sufrió en sus últimos años. Atravesó episodios sucesivos de exaltación desmesurada y profundo desánimo que se reflejan en los poemas que mantuvo a resguardo del mundo y de los que publicó sólo cinco en vida.

Desde 1861, se había parapetado detrás de lo que ella misma llamaba mi blanca elección. A partir de entonces llevó un luto particular de color blanco. Se recluyó tras los muros íntimos de la casa familiar, ajena a la atmósfera asfixiante de una ciudad pequeña. Entre el entusiasmo creativo y las horas de plomo, Emily Dickinson quiso hacer de la poesía una casa embrujada semejante a la naturaleza. Hasta que murió en esa mítica penumbra en 1886, casi nadie la vio y de ella sólo se conserva esa diáfana imagen de una blanca mariposa de la luz.

Pese a ese carácter secreto y privado de su poesía, llena de claves y cajones secretos como los de una gaveta asediadapor el tiempo, pese al conocimiento tardío y al aún más tardío reconocimiento de su obra, su influencia es comparable a la de Baudelaire, Hölderlin, Withman o Rimbaud. Su personalidad escindida entre el encierro físico y la huida espiritual proyectó en su obra las renuncias y los desengaños, las sublimaciones y las represiones de un ambiente puritano y calvinista como el de la Nueva Inglaterra de la que procedían los Dickinson.

Entre la distante frialdad y la emoción contenida y expresada con una inusual intensidad verbal, con una constante ambigüedad, con una enigmática retórica de la elipsis y el silencio y una radical concentración expresiva que satura de sentido las palabras, la poesía fue la vía de escape de su personalidad atormentada, la forma de expresión de su mundo ensimismado y ciclotímico en el que la muerte es a la vez liberación y aniquilación.

Poesía tan hermética e inquietante, tan clara y oscura como el mundo pequeño en el que se encerró su autora, retirada de la vida y confinada en los límites de su cuarto y un jardín que veía desde la ventana, con una discreta rebeldía ante la sociedad puritana de la que fue no sólo víctima, sino una de sus flores más pálidas y tristes.

La de Emily Dickinson es una poesía del pensamiento que indaga en lo inconcebible, una exploración en los límites del conocimiento. Por eso uno de sus núcleos temáticos es el de la muerte. Además de un problema existencial, la muerte fue para un reto epistemológico y el tema central de su peculiar poesía, siempre fuera del tiempo y del espacio. La forma de afrontar ese tema es un tanteo en las sombras y en el vacío, una indagación a ciegas en el misterio, un viaje intelectual o emotivo hacia el enigma.

Recorrer estos textos es lanzar una mirada al vacío para asistir al deslumbramiento de esos poemas elípticos y herméticos de Emily Dickinson que sitúan al lector en el ámbito de lo extraño, habitan unos espacios que están en los límites que separan la vida y la muerte, el sueño y la vigilia, la realidad y la fantasía, el dolor y el consuelo.




William Carlos Williams.
Poesía reunida.
Edición bilingüe.
Introducción de Juan Antonio Montiel.
Traducciones de Edgardo Dobry,
Juan Antonio Montiel
y Michael Tregebov.
Lumen. Barcelona, 2017.

"El descenso nos llama / como nos llamaba el ascenso", escribía William Carlos Williams (1883-1963), uno de los grandes poetas norteamericanos del siglo XX, en 'El descenso', que abre La música del desierto con traducción  de Juan Antonio Montiel.

Se trata de un poema seminal, porque con él no sólo se produce un giro crucial en su trayectoria poética, sino que se funda una nueva concepción del texto y de la escritura. 'El descenso' es un texto central en la obra de William Carlos Williams también porque contiene las claves temáticas existenciales y formales de la última fase de su poesía, que se inicia en los años cincuenta, y porque funciona como obertura de los temas de este libro y de los dos posteriores, Viaje al amor y Cuadros de Brueghel, con los que forma una evidente trilogía de la poesía madura de Williams Carlos Williams.

Con las que seguramente son las mejores traducciones de su obra al español, firmadas por Edgardo Dobry, Juan Antonio Montiel y Michael Tregebow, se pueden leer esos títulos en el espléndido tomo que con su Poesía reunida acaba de publicar Lumen.

Contiene, en edición bilingüe, cuatro libros fundamentales: desde el primer Williams experimental que delimita su concepción del poema en las prosas de Kora en el infierno, un libro oscuro y raro, de exigente complejidad pero imprescindible para entender su poesía posterior, al último Williams, que fundó en los años cincuenta una nueva estética sobre la materia autobiográfica y el tono confesional con La música del desierto y otros poemas, Viaje al amor y Cuadros de Brueghel y otros poemas, que –como señala Juan Antonio Montiel en su magnífica Introducción al volumen- “estuvo a punto de ser un libro póstumo” cuando se publicó en 1962.

William Carlos Williams forma parte de una generación de poetas que rompieron con la tradición inglesa para dar lugar a una época renovadora y brillante en la poesía norteamericana del XX. Eliot, Pound, Wallace Stevens o e. e. cummings son algunos de sus compañeros de viaje, pero quizá W. C. Williams fuese el más radical de todos, el más alejado de la norma, de la tradición métrica y del mundo académico.

Nieto literario de Emily Dickinson, amigo de Hilda Doolittle y Ezra Pound y precursor de Ginsberg y Kerouac, William Carlos Williams buscó la precisión de la palabra poética, la exactitud de lo concreto, la transcendencia de lo cotidiano, la fuerza conceptual del habla coloquial. Autobiografía y conciencia aguda de la temporalidad, memoria y experiencia vertebran una trayectoria poética en la que el oído y mirada se conjugan como instrumentos fundamentales del poeta. Poco a poco, en el último Williams a ese concepto de imaginación se suma el de invención -"la invención es la madre del arte", escribió- y se matiza con la memoria, a la vez que frente al verso libre crea una nueva estrategia poética con la prosodia renovadora del pie variable, que conecta el habla de la calle y el lenguaje poético.

 
Álvaro García
El ciclo de la evaporación
Pre-Textos. Valencia, 2016.

"Todo lo que has vivido permanece", escribe Álvaro García en uno de los versos de su libro El ciclo de la evaporación, que publica Pre-Textos y que se plantea como “la versión integra final de la secuencia que recorre” sus cuatro libros anteriores: Caída (2002), El río de agua (2005), Canción en blanco (2012) y Ser sin sitio (2014).

No se trata, por tanto, de una recopilación, como se ha dicho erróneamente alguna vez, sino de la culminación de una secuencia que es el resultado de un proyecto global de obra en marcha, de un ciclo de escritura que se prolonga desde hace quince años y que alcanza en este libro su punto de llegada.

Por eso, incluso las secciones 3 y 4, que habían aparecido en Ser sin sitio y en Canción en blanco cobran aquí un nuevo significado, al integrarse en el nuevo contexto poético de un poema unitario.

Con más de mil quinientos versos articulados en cuatro secuencias, El ciclo de la evaporación es un poema largo en el que conviven la ciudad y lo invisible, lo íntimo y lo histórico, la revelación y el misterio, lo visionario y lo confesional, lo interior y lo exterior, el amor y la música que “reordenan el mundo” y el río de la memoria que es también el del olvido.

Y cada uno de sus versos constituye no sólo un movimiento respiratorio que aporta una entidad significante al conjunto, sino un paso que avanza en el trazado de un territorio muy personal. Un territorio que se delimita con la reflexión existencial sobre el tiempo, el dolor y la identidad que se construye con el material de la memoria.

"Flotamos entre el agua, no en el tiempo, / y se refugia aquí la eternidad", escribe Álvaro García, en este poema que es “canción, respiración de la memoria”, alimentado por la potente imaginería que es el andamiaje sobre el que se levanta la visión del mundo que ofrece El ciclo de la evaporación.

Mundo descrito y mundo evocado, soñado en la pesadilla o reordenado por la razón, desarrollado con una ambición expresiva que ilumina el poema y el conocimiento. Porque un poema –lo sabe bien el poeta que ha traducido lo más alto de la poesía inglesa, de Shakespeare a Eliot, de Auden a Larkin- debe tener voltaje emocional, ambición expresiva y, sobre todo, un mundo detrás o debajo, como ocurre ejemplarmente en estos versos.

Con una concepción de la poesía más como ámbito de la conciencia que como método de conocimiento, en la escritura desatada y controlada a un tiempo de El ciclo de la evaporación conviven la emoción y la razón, la vista y el oído.

Y así, la imagen y el ritmo se aúnan con un tono de salmodia visionaria para invocar la capacidad indagatoria del lenguaje como instrumento de asedio a la realidad y a la conciencia, para cerrar el círculo de este ciclo solar que se había abierto con estos versos: "Es breve la mudanza y sólo queda / sol sin nada que hacer más que insistir", y se cierra con este verso memorable: "La muerte tendrá dentro memoria de un sol vivo."



 Juan Ramón Jiménez.
El silencio de oro.
Edición crítica, introducción y notas
de José Antonio Expósito.
Linteo Poesía. Orense, 2017.

¡Oh, silencio, silencio! hermano del ensueño,
príncipe blanco y oro, cargado de recuerdos!

Esa Dedicatoria al silencio abre El silencio de oro, de Juan Ramón Jiménez, en la edición crítica de José Antonio Expósito para Linteo Poesía.

Un cuidado volumen que ofrece por primera vez en su integridad ese libro, con treinta y seis poemas inéditos de los ochenta y tres que forman este volumen articulado en tres partes que Juan Ramón escribió en Moguer entre 1911 y 1912.

Bajo la sinestesia de ese título, que viene de San Agustín, se agrupan unos poemas que reflejan el caminar de Juan Ramón hacia la poesía pura de su segunda época, un largo proceso de depuración del modernismo inicial del que se fue desnudando su poesía, cada vez más desprovista de adjetivos, cada vez más leve, como esa suave rima que atraviesa estos versos.

Era su peculiar viaje hacia dentro, hacia ese “silencio suficiente” que buscaba Juan Ramón, como señala en su introducción José Antonio Expósito. Un Juan Ramón que –añade- “fue fuga sucesiva, la que va del sueño al silencio puro.”

En ese camino de depuración de lo sensual a lo meditativo, hacia la precisión y la sencillez, El silencio de oro es un libro de transición en el que, junto con la persistencia de algunos rasgos modernistas, asoma cada vez más nítida esa voluntad de pureza expresiva que Juan Ramón asociaría en su búsqueda a la belleza, la soledad y el recogimiento,.

Organizado en tres secciones -El silencio de oro, Amor de primavera y amor de otoño y Romances indelebles- sus poemas resumen el viaje interior del poeta hacia la eternidad y el silencio: “en el espacio breve y noble, / el rumor infinito / de los sueños inmensos del silencio.”

 
José Luis Tejada.
Razón de ser.
Prólogo de Juan Bonilla.
Siltolá Poesía. Sevilla, 2017.

Cuando se cumple medio siglo desde su primera edición, La Isla de Siltolá rescata en su colección de poesía Razón de ser, el libro de José Luis Tejada con un prólogo de Juan Bonilla.

Treinta poemas, organizados en cinco secciones, reflejan el mundo poético de José Luis Tejada: la soledad, el vacío existencial, el amor y la poesía como formas de resistencia ante el desarraigo y la muerte.

Frente a su primer libro, el neogarcilasista Para andar conmigo, Razón de ser muestra una voz personal formada que ya sólo de manera esporádica mantiene la forma del soneto. El poeta ha optado ya por el verso libre, en el que se encauza mejor la torrencialidad apasionada de su expresión y el arrebato verbal de sus sentimientos de desarraigo existencial o su angustia ante el paso del tiempo y ante la muerte.

Esa es la temática predominante de la poesía de José Luis Tejada. “Una poesía confesional, de palabra cuidada pero sin miedo a la dureza de la desesperanza”, como señala Juan Bonilla en el prólogo, antes de destacar “la palabra que mejor puede resumir el espíritu del libro: una autenticidad que emociona en esa búsqueda incesante del amor como única razón de ser que nos dignifica contra la sinrazón de la nada.”

Por eso, frente a la sombra sin contorno del hijo de la muerte, frente a la indigencia común  o la desolación de los habitantes de la noche, la única respuesta es la resistencia que ofrecen las palabras o el amor.

La recuperación de la voz poética de José Luis Tejada con la reedición revisada de Razón de ser, uno de sus mejores libros, brinda al lector actual la posibilidad de conocer una obra que, aunque casi olvidada, no desmerece de la de otros autores de los años centrales del siglo pasado.



 Francisco Brines.
Entre dos nadas.
Antología consultada.
Prólogo de Alejandro Duque Amusco.
Renacimiento. Sevilla, 2017.

“El lector que se acerque a esta nueva y muy completa antología de la obra de Francisco Brines, Entre dos nadas (título propuesto por el poeta), podrá comprobar, al repasar sus páginas, que están aquí presentes todos los motivos de meditación que han dado peso y consistencia a su poesía”, escribe Alejandro Duque Amusco en el prólogo a la antología consultada que publica Renacimiento.

El tiempo y el paisaje, la memoria y el amor atraviesan la poesía de Francisco Brines, una de las voces poéticas imprescindibles que en el último medio siglo ha ido creando una sólida poesía contemplativa marcada por un constante tono elegiaco matizado a veces con algún acento hímnico o con impulsos epicúreos.

Entre Las brasas y La última costa, con libros intermedios tan fundamentales como Insistencias en Luzbel o El otoño de las rosas, la reflexión sobre el tiempo constituye el eje temático de la poesía de Brines, que agrupó en 1997 su poesía completa bajo el título Ensayo de una despedida.

La soledad, la fugacidad de la vida, el sentido de la existencia constituyen el centro espiritual de una poesía en la que hay un constante equilibrio entre lo físico y lo ético y que el poeta ha resumido así: “El conjunto de mi obra es una extensa elegía.”

Planteada como forma de conocimiento y como lamento de las pérdidas, la poesía de Brines se levanta como una expresión depurada de la materia existencial, como elaboración verbal de la sentimentalidad objetivada y de las sensaciones tamizadas por la inteligencia.

Así lo explica el propio autor: “La poesía surge del mundo personal y de las obsesiones del poeta, pero yo no puedo escribir desde la plenitud ni desde el dolor, necesito un distanciamiento con respecto a la experiencia. La poesía desvela una visión del mundo, una cosmovisión de la vida como pérdida, que me ha concedido la poesía, y así surgen los poemas: del amor y de la pérdida, de la luz y de la sombra. La poesía secretamente da a conocer aquello que está en uno y no se conoce y, además, es un retrato opaco del escritor.”

Un retrato opaco que dibuja el contorno moral y biográfico de la poesía de Brines, su mezcla de reflexión y pasión sobre el fondo de luz y sombra de la realidad. De esa lucidez y esa intensidad se alimenta su obra, porque –como él mismo explica- “estimo particularmente, como poeta y lector, aquella poesía que se ejercita con afán de conocimiento, y aquella que hace revivir la pasión por la vida. La primera nos hace más lúcidos, la segunda, más intensos.”

Esas dos líneas en las que se cruzan la vida y la muerte, la memoria del tiempo fugaz y el amor más fugaz aún, el deseo y el abandono, conviven en la poesía de Francisco Brines y quedan reflejadas en todos sus matices en esta antología consultada, una nueva puerta abierta al conocimiento o al reencuentro con su obra.


Amalia Iglesias.
La sed del río.
XIX Premio de Poesía Ciudad de Salamanca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2016.

“El río te atraviesa / y vuelve muchas veces”, escribe Amalia Iglesias en los versos iniciales de La sed del río, el libro con el que obtuvo el XIX Premio de Poesía Ciudad de Salamanca que publica Reino de Cordelia.

Y a remontar las aguas del río de la vida que vuelve traído por la memoria para desmentir a Heráclito, a nadar contra la corriente del tiempo y del olvido se orientan los poemas de este libro que recupera la memoria de la infancia.

Memoria del paisaje y de la nieve, conciencia de la herida y de la pérdida en “la inquietud sin la respuesta, / el río /.../ La sed del río / y la inquietud sin cauce.”

Entre el poema que se convierte en su obertura -Del río, la sed- y el que cierra el libro y le da título –La sed del río- estos versos convocan la memoria infantil de los pájaros o el río, de la piedra y el barbecho antes de la nieve y de los ritos del tiempo. La palabra que salva del olvido, antes de la deriva y del naufragio: “La sed del río, / el poema de ser / contracorriente.”

Una poesía tan transparente y tan fluida como las aguas de ese río de la memoria que atraviesa las páginas de este libro y sacia la sed del presente con el agua del pasado que regresa.




Sharon Olds.
La célula de oro.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de Óscar Curieses.
Bartleby Editores. Madrid, 2017.

Con traducción de Óscar Curieses, Bartleby Editores publica en edición bilingüe La célula de oro, de Sharon Olds, un libro que publicó en 1987, después de Los vivos y los muertos y antes de El padre.

El carácter polisémico que tiene el título en inglés, como explica el traductor -“se podría traducir también como La celda de oro, ya que en inglés “cell” significa ambas cosas: “célula” y “celda”-,  generaba en el original una ambigüedad que apunta a la idea de que “lo que nos puede encerrar (la celda) nos da la vida (la célula).” 

El que seguramente es el poema fundamental del libro, “Vuelvo a mayo de 1937”, tiene como eje ese cruce del sufrimiento y el crecimiento personal. En ese texto Sharon Olds evoca el momento en el que sus padres se conocieron y, aunque en un primer momento le hubiera gustado advertirles de que no se casaran, porque iban a generar sufrimiento en sus hijos antes de divorciarse, en el último verso asume su destino como una forma de ser quien es:

“Adelante, hacedlo, que yo lo contaré.”

Y eso, contar sin contemplaciones, es lo que hacen los textos narrativos y turbadores de este libro organizado en cuatro apartados: la poesía urbana de la primera parte describe el intento de suicidio de un hombre un solsticio de verano en Nueva York o la violación y asesinato de una niña antes de enfocar con ironía el modo de vida americano: la segunda parte se centra en la infancia de la autora y en la opresiva situación familiar con un padre tiránico y alcohólico y una madre anoréxica.

Ese es el núcleo duro de este libro confesional, casi una descarnada terapia de psicoanálisis atravesada por el rencor al padre y por la compasión hacia la madre.

Tras él, la tercera parte evoca diversas escenas de la adolescencia y la madurez articuladas en torno a las primeras experiencias sexuales, a la muerte del novio en accidente de tráfico a los 19 años muerto en un accidente o a las relaciones matrimoniales.

La vida y la muerte, el sexo y la pérdida, lo bueno y lo malo de la vida, la belleza y la crueldad, su hijo y su hija, en los que se centra la cuarta parte, recorren estos poemas inquietantes y turbadores en los que conviven lo público y lo privado en el exorcismo de sus demonios familiares.


Hilario Barrero.
Educación nocturna.
Edición y prólogo de José Luis García Martín. 
Renacimiento. Sevilla, 2017.

De niño 
la luz se colgaba 
en mi ventana día y noche.
Ayer la sombra 
estaba medio llena de luz 
y hoy la luz 
está medio llena de sombras.
Ya queda poco 
para que se confundan 
y amanezca la noche para siempre 
cerrando la ventana.

Esos versos de Hilario Barrero forman parte de Educación nocturna, la antología poética que publica Renacimiento con edición y prólogo de José Luis García Martín, que señala que “Educación nocturna es, simultáneamente, unas poesías completas, una antología y un libro nuevo” que “pretende ser una completa autobiografía poética.”

Y por eso el primer poema del libro es Autorretrato, que sirve de pórtico a las cuatro secciones en las que se articula : Travesía, Modo subjuntivo, Mortal Manhattan Educación nocturna.

El claroscuro del tiempo, la persistencia ardiente del rescoldo y el temblor de la luz en la memoria, “en esta travesía hacia el silencio”, la noche y el naufragio, el amor y el deterioro, la nieve y las hogueras son proyecciones simbólicas de la mirada existencial con la que el poeta se reconoce en medio del mundo y de un paisaje con el que se identifica: “y yo me secaré con el invierno”.

La realidad y el deseo, la memoria y la emoción recorren estos poemas como la peste en Manhattan para reunir un inventario de la experiencia sobre el fondo de ciudades como Nueva York o Lisboa, Toledo o Barcelona, por las que “va tu cuerpo delante de tu sombra”, entre presagios funestos, evocaciones atravesadas por el sentimiento de la pérdida y la conciencia de la fugacidad y del frío, por esa “vida que todo lo erosiona.”

Santos Domínguez