18/10/10

Antes del futuro imperfecto

Medardo Fraile.
Antes del futuro imperfecto.
Páginas de Espuma. Madrid, 2010.


En 2004 Escritura y verdad recogía toda la obra cuentística hasta ese momento de Medardo Fraile, que junto con Ignacio Aldecoa y Antonio Pereira, forma la triada de maestros del relato corto en España en los últimos cincuenta años.

Ahora, la misma editorial, Páginas de Espuma, publica Antes del futuro imperfecto, que incorpora los relatos que Fraile ha ido escribiendo en estos últimos años.

La primera parte del volumen, que es la que le da título, recoge, junto con cuatro cuentos nuevos, una selección temática de los Cuentos completos. Agrupados bajo el subtítulo Los cuentos de las aulas, están ambientados en tres etapas formativas: el colegio, el instituto y la universidad, y poblados de una variada fauna de maestros, profesores y alumnos.

Algunos de esos relatos, como Señor Otaola, Ciencias, Centenario o Al-Andalus, editados en libros anteriores, forman parte de lo más representativo y memorable de la narrativa de su autor.

La segunda parte del libro, Fuera de sí (Cuentos del futuro imperfecto), agrupa un conjunto de veinticinco relatos inéditos y de variada temática. Algunos, como Melpómene, están a la altura del mejor Medardo Fraile. Y en muchos de ellos, la sutileza y el misterio, la intensidad y el secreto, la sugerencia y la memoria, el costumbrismo y el esperpentismo se convierten en las claves que conviven en el mundo literario de Medardo Fraile y en su poética del cuento.

Una poética que combina narrativa y verdad, dos elementos que se desarrollan entre la memoria de tiempos y espacios y la invención de situaciones y personajes.

Autor consciente que ha reflexionado con agudeza y perplejidad sobre la técnica del relato y su misterio, Medardo Fraile es un estilista que no hace del estilo el centro de interés del. Sus relatos son algo más y algo menos que una historia, relatos sin centro cuya sustancia narrativa se alimenta de lo impreciso, lo abierto y lo fragmentario.

En alguna ocasión ha señalado Fraile que los cuentos que más le gustan son los que no tienen argumento, aquellos en los que no pasa nada. Y esa característica recorre muchos de estos relatos, que tienen tras su aparente sencillez una capacidad de sugerir sin decir aprendida seguramente en Chejov y en Katherine Mansfield y un estilo muy trabajado, del que pueden servir de muestra estas líneas, de José I:

Los días del curso giraban, engrasados o no, en el gozne de las conjunciones: días principales y días subordinados; días de todos los tiempos; días sustantivos, días breves y cargados como una interjección o como un suspiro.


Pocos entienden a un escritor de cuentos -declaraba Medardo Fraile con la misma ironía que despliega en sus relatos-. Es como un señor que, nadie sabe por qué, se pone todos los días una americana estrecha en vez de meterse cómodamente en un macferlán. Para empezar, la gente cree que el cuento sólo tiene que ver con la infancia y le anima a uno a escribir novelas. Equiparar la literatura a la novela es pura ignorancia o estupidez. El escritor de relatos suele ser menos famoso y ganar menos dinero que otros literatos -aunque literato es una palabra que aborrezco- y, si escribe mejor que ellos, eso pasa también desapercibido. Quizás a cambio obtenga prestigio, satisfacción personal y el gusto de estar en rebeldía con su verdad a cuestas.

Santos Domínguez