1/4/22

Billy Collins. El día de la ballena

  


Billy Collins.
El día de la ballena.
Traducción de Juan José Vélez Otero.
Valparaíso Ediciones. Granada, 2022.


Me desperté temprano un martes, 
me hice una taza de café, 
luego, conduje hasta el pueblo, 
me pasé por la oficina de correos 
y después por el banco, donde cobré un cheque 
de una revista. Cuando llegué a casa, 
leí un poco el periódico, comenzando por la sección de Ciencia, 
y me tomé otro café y un tazón de cereales.
Muy pronto, llegó la hora del almuerzo.
No tenía nada de hambre, 
así que me detuve un momento 
a mirar por la ventana grande de la cocina 
y fue entonces cuando me di cuenta 
de que la función de la poesía es recordarme 
que en la vida hay muchas más cosas 
de las que suelo hacer 
cuando no estoy leyendo o escribiendo poesía.

Con ese texto, titulado con más ironía que pretenciosidad ‘La función de la poesía’, se abre El día de la ballena, la nueva colección de poemas de Billy Collins que publica Valparaíso en edición bilingüe con traducción de Juan José Vélez Otero.

Billy Collins (Nueva York, 1941) es el poeta más popular de Estados Unidos y ha cimentado su poesía en un tono confesional y en una voz afable que, entre la seriedad reflexiva y el humor irónico, busca la complicidad del lector y da testimonio de la vida humilde y diaria, de la trivialidad de lo cotidiano, del misterio cercano de la existencia. 

Humildad, precisión y fuerza expresiva son los tres ejes que definen la tonalidad y el timbre emocional de este medio centenar de textos de Collins, un poeta de interiores que enlaza con la tradición de los poemas conversacionales de Coleridge, otro poeta del domicilio, para hablar de la pintura y del amor, de la soledad y la muerte, del tiempo y los viajes.

Vinculado a la poesía de Frost, Larkin o Lowell y a su desnudez expresiva, como todos ellos Collins convierte la escritura aparentemente circunstancial de sus poemas en poesía meditativa que se remonta desde el objeto cotidiano en la habitación, la calle o el bar a una profundización en su interior. 

Y así están dosificados los elementos de su poesía: con un punto de partida en la descripción de un escenario doméstico, una anécdota intranscendente o una situación trivial para sacar de allí revelaciones llenas de matices o intuiciones de gran intensidad emocional.

Porque la poesía se plantea en Collins como viaje de un lugar a otro de la mente, desde la realidad a la imaginación, una imaginación lúcida y divagadora que lleva al poema, al autor y al lector a terrenos desconocidos desde una poesía tan doméstica como los perros que aparecen con frecuencia en sus libros, aquí en la forma de su perra de setenta y cinco años a la que saca de paseo en un poema.

Y así los objetos humildes, los tiempos y los paisajes, las situaciones triviales e irrepetibles del presente dan lugar a una celebración alegre de lo cotidiano y del instante que se revela como expresión de una aguda conciencia del tiempo, de una presencia de la muerte, que se convierte en el centro de varios poemas del libro, como ‘Aguacero’, ‘Cremación’, ‘Mi funeral’ o ‘La muerte de los amigos’, que comienza con estos versos:

Simplemente se mueren, 
o enferman y se mueren de la enfermedad, 
o enferman, se recuperan, y luego mueren de otra cosa, 
o enferman, parecen recuperarse, 
y luego mueren de lo mismo, 
de la enfermedad que vuelve 
para darte otro bocado 
en el bosque de tus horas últimas.

Convencido de que cada sustantivo cuenta una larga historia, de que cualquier palabra encierra toda un épica, Collins huye de la grandilocuencia metafórica o de la sorpresa del adjetivo y dirige su esfuerzo poético a conseguir que el poema sea claro, articulado e inteligible, como el poema del que toma su título el libro:

EL DÍA DE LA BALLENA
Hoy me desperté con un café cargado
y con la conciencia de que la tierra está llena de ballenas 
aunque no veamos ninguna 
a menos que nos montemos en un barco para ver ballenas; 
y aun así sería decepcionante si, haciéndolo no viésemos ninguna.

Puedo ver el vapor que se eleva desde mi taza amarilla, 
los muebles habituales repartidos por la casa 
y una leve luz temprana que se filtra entre las palmeras. 

Mientras tanto, miles de ballenas surcan 
los mares a velocidades diferentes, 

entrecruzándose, nadando de un lado a otro 
por la Corriente del Golfo, algunas con sus crías 
al lado, ¡qué cabezas tan grandes y contundentes! 

Entonces, ¿es demasiado pedir que reservemos 
un día al año para pensar, 
mientras subimos al autobús, nos comemos un bocadillo de jamón, 
o nos agachamos a recoger una moneda de la acera, 
en esa multitud de gigantescas criaturas 
que navegan de un continente a otro, 
algunas por diversión, otras con otros propósitos en sus periplos, 
todas ocultas bajo el mar, a menos que en un lugar 
alguna rompa la superficie 
agitando asombrosamente los aguas, 
y toda la gente con impermeables amarillos 
corra hacia un lado del barco para señalar y gritar 
y plantearse cómo contarles a sus amigos el día que vieron una ballena?

Santos Domínguez