25/11/19

Los secretos de Diotima





El poder de Eros es el de transmitir e interpretar a los dioses los mensajes de los hombres y a los hombres los mensajes de los dioses; los ruegos y sacrificios de los unos, los mandatos y recompensas de los otros.

Esas palabras que Sócrates ponía en boca de Diotima de Mantinea en un pasaje del Banquete de Platón sirven de emblema a la espléndida colección de clásicos que publica en pequeño formato Guillermo Escolar Editor.

Mitad sacerdotisa, mitad filósofa, Diotima se convierte de esa manera en portavoz de la filosofía platónica del amor como búsqueda de la inmortalidad y como método de conocimiento de lo divino. 

De la transcendencia de este personaje dejan constancia dos hechos significativos: Hölderlin ocultó el nombre de su amada Susette Gontard identificándola con Diotima y entre nosotros María Zambrano se proyectará en su figura para componer uno de sus textos fundamentales, Diotima de Mantinea, en el que presenta el amor como forma de conocimiento y de mediación entre la razón y la poesía.

Esa labor mediadora entre los dioses y los hombres de la que hablaba Diotima como clave del amor es paralela a la función de los traductores -Óscar Martínez García, Antonio Barnés, Constantino Román, Antonio López Fonseca, Miguel del Rincón, Alfonso Catapa y José Manuel Ruiz Villa-, mediadores a su vez entre lo clásico y lo actual, como reflejan los dieciséis tomos de esta cuidada colección que pone a los clásicos en un formato que cabe en la palma de la mano.

Nueve fragmentos sobre el amor extraídos del Banquete de Platón, el diálogo de Séneca Sobre la felicidad, el ensayo de Montaigne Sobre la educación de los hijos, el tratado de Cicerón Sobre la amistad, cuarenta máximas y trece epístolas que resumen la filosofia epicúrea en Sobre el placer y la naturaleza, una tragedia de Sófocles -Antígona- y dos comedias -Lisístrata, de Aristófanes y Anfitrión, de Plauto- son los ocho primeros tramos de un camino ascendente hacia la sabiduría, los ocho primeros peldaños de una escalera en la que Diotima metaforizó el proceso de conocimiento de la belleza absoluta:

Ese es, en efecto, el camino correcto por el que uno llega, por sí solo o conducido por otro, hasta los misterios del amor. Comenzando, pues, por las cosas bellas de aquí, y sirviéndose de ellas como si fueran los peldaños de una escalera, se ha de iniciar una continua ascensión con las miras puestas en esa belleza: de un cuerpo se pasaría a dos, de dos se pasaría a todos los cuerpos bellos, de los cuerpos bellos a las normas de conducta bellas, de las normas de conducta bellas a los conocimientos bellos, para, a partir de los conocimientos, culminar con aquel conocimiento que no es otra cosa que el conocimiento de la belleza absoluta, y así comprender finalmente lo que es la belleza en sí.



Y en una segunda entrega, ocho nuevos peldaños: el estoicismo moral de Quevedo y su conciencia barroca del tiempo en Doctrina para morir; Cicerón y dos libros de sus Disputaciones Tusculanas: uno sobre la capacidad para soportar el dolor y otro Sobre el desprecio de la muerte y la concepción de la vida como un aprendizaje para morir; los Errores de juventud de San Agustín en su autobiografía confesional; el libro de Gracián sobre El político don Fernando el Católico, modelo de príncipe sereno y prudente que ejerció la virtud del arte de reinar; dos diálogos que compendian el estoicismo de Séneca: Sobre la serenidad, donde habla con Sereno de la armonía con uno mismo y Sobre la brevedad de la vida y la necesidad de aprovecharla porque “conviene cuidar con la mayor diligencia lo que no se sabe cuándo se va a acabar.”

Y finalmente la espléndida traducción que hizo Fray Luis de León desde el hebreo del Libro de Job, que fue la causa de su encarcelamiento por cinco años. Casi mil versos que se cierran con este: “Y murió anciano y lleno de días.”

Platonismo y estoicismo, epicureísmo y ascetismo cristiano o humanismo neoplatónico no son sino las diversas perspectivas de un largo proceso de acercamiento y comprensión de la condición humana a través del ejercicio de la razón o la virtud.

Gran parte de ese acercamiento se resume en estos dieciséis peldaños que reflejan la sostenida voluntad de ascensión hacia la belleza, el conocimiento, el equilibrio y la serenidad, la perfección y la felicidad y se sobreponen a los defectos y las pasiones, a los engaños o al dolor. Dieciséis peldaños para subirlos guiados por quienes los ascendieron con la determinación de entender el sentido de la vida. 

Santos Domínguez