28/5/18

Max Aub. Campo de sangre


Max Aub. 
Campo de sangre.
El laberinto mágico III.
Prólogo de Lourdes Ortiz. 
Cuadernos del Vigía. Madrid-Granada, 2018.

Campo de sangre es realmente un retablo de gentes variopintas, de vidas de pronto trastocadas por el hambre, la desazón o el miedo y, a través de los personajes tan próximos a nosotros /.../ vamos reviviendo paso a paso la desesperanza, la valentía y el fracaso”, escribe Lourdes Ortiz en la introducción -Cólera y desánimo- que ha escrito para la edición de Campo de sangre en Cuadernos del Vigía.

Este volumen se suma a los anteriores Campo cerrado y Campo abierto, con los que se puso en marcha la recuperación -en ediciones revisadas por Carmen Córdoba y Miguel Ángel Arcas- de El laberinto mágico de Max Aub, un ciclo coral de seis libros, un variado retablo que constituye el conjunto novelístico más ambicioso y representativo de los que se escribieron en el exilio sobre la guerra civil española. 

Campo de sangre se publicó en México en 1945 y toma su título de esta cita del Evangelio de San Mateo: "Por lo cual fue llamado aquel campo, Haceldama, esto es, campo de sangre, hasta el día de hoy."

Esa cita abre la que seguramente es la novela más descarnada del ciclo, una novela que se cierra con esta visión nocturna de Barcelona tras un bombardeo:

"Por la noche, en la plaza de Cataluña, la luna ilumina el enorme penacho de la gasolina que sigue ardiendo en las faldas de Montjuich y medio cubre la ciudad. La otra mitad del cielo, limpia y brillante, ve el estallar de los obuses persiguiendo los bombarderos enemigos, bajo el ojo eterno de la noche. Las casas, jaharradas de luna, cobran un color de esqueleto; los orificios más negros. 
Recostados en la pared de una esquina, viendo el prodigioso espectáculo trágico, Templado dice a Cuartero señalando con la cabeza el cielo de donde baja la muerte: 
—La poesía. 
Un súbito silencio subraya la afirmación. Cuartero se estremece."

Entre ambos textos se desarrolla una novela portentosa que, entre dos madrugadas barcelonesas, reconstruye narrativamente en casi quinientas páginas la experiencia del propio Max Aub durante la guerra civil. 

En esa reconstrucción narrativa muy cercana a los hechos, al novelista le interesan mucho más los personajes que la acumulación de episodios y situaciones. Y por eso su esfuerzo se proyecta en la descripción de una serie de caracteres que sustentan la acción de Campo de sangre, que más que una novela episódica es, como el resto del ciclo, un gran fresco de personajes.

Situada entre el 31 de diciembre de 1937 y el 19 de marzo de 1938, entre los bombardeos de Barcelona y la batalla de Teruel y construida como un tríptico, la parte central de Campo de sangre,  la más breve, pero también la más intensa, la sostienen el desarrollo de la batalla y el soliloquio delirante de don Leandro Zamora, archivero de Teruel moribundo por las heridas sufridas en el asedio a la ciudad.

Pero la nómina de personajes es muy amplia: del médico socialista Julián Templado, cínico, mal hablado y mujeriego, a Paulino Cuartero, católico y hegeliano de izquierdas; de Juan Fajardo, catedrático de Lengua y Literatura en Alcoy y capitán comunista, como el intelectual Jesús Herrera, a Julio Jiménez, feriante por los pueblos; de Lola Cifuentes, del servicio de contraespionaje, a López Mardones, un arribista rastrero y ambicioso; de  Sancho, humorista y caricaturista de La Vanguardia, a la cómica Teresa Guerrero, y de Pilar Núñez, la mujer de Cuartero, al juez republicano José Rivadavia, a través del que parece expresarse Max Aub en intervenciones como esta:

"-Toda nuestra tragedia —dice Rivadavia—, desde que los españoles tuvieron razón de sentirse hombres, nace de que no sabemos perder. No nos resignamos. No teniendo concepto del tiempo, no sabemos esperar. Ese es el problema. No podemos aceptar que nuestro enemigo venza en la lid. No suponemos que en la próxima contienda los vencedores podamos ser nosotros. Nuestro sentido de la realidad nos impone el presente como único futuro: razón de tantos alzamientos, de tantas revueltas, de tantos pronunciamientos. No sabemos perder. Nos figuramos perdidos ante un revés y echamos la casa por la ventana sin preconcebir los males que tales prisas llevan aparejados. Nos falta perspectiva. No sabemos esperar. Ni esperaron ellos en 1932, ni el 18 de julio; ni supimos esperar nosotros el 34. Ansia de novedad, ansia de tenerlo todo en la mano. Parecemos niños. Esto nos cuesta tanta muerte, aunque a veces nos gane mundos."

Esos son algunos de los personajes que se reúnen en las calles o en los cafés y sobreviven en medio de los bombardeos y la destrucción de la ciudad, entre el miedo y el hambre. En muchos de ellos proyectó Aub su experiencia sobre la barbarie de la guerra y reelaboró las figuras de personas reales.

Por esa sensación que transmiten estas páginas de ser la reelaboración literaria de algo vivido con intensidad, porque marcó decisivamente la vida del autor, escribe Lourdes Ortiz en el prólogo: 

“Hay muchas palabras en los tres Campos primeros, pero emocionan especialmente por su intensidad las de Campo de sangre.”

Santos Domínguez