21/12/17

Navidades de libro. Poesía


Manuel Padorno.
Obras Completas.
Tomo II (1991-2007).
Palabras preliminares de Miguel Casado.
Edición de Alejandro González Segura.
Pre-Textos. Valencia, 2017. 

Este es el sitio de la luz, historia 
a la sombra del mar desde aquel día 
en que el incendio azul de la memoria
todo arrasó; su transparencia ardía 

a la orilla del mar, la giratoria 
fronda de luz, el árbol que crecía 
encima de las aguas, dulce gloria 
hasta los cielos altos extasía. 

Este es el sitio de la luz, el mío 
construcción personal, oculto a todo;
el árbol de la luz donde se fragua 

explosión celestial, aquel desvío 
de la rutina inmensa, nuevo modo 
de ver la claridad subir del agua,

escribía Manuel Padorno en Historia personal de la luz, uno de los poemas de la primera parte de Efigie canaria. 

Epifanía de la luz se titula esa primera parte, una expresión que podría resumir el mundo poético potente y luminoso de Manuel Padorno, el poeta canario del que acaba de aparecer el segundo tomo de sus Obras Completas, que publica Pre-Textos en una cuidada edición de Alejandro González Segura con palabras preliminares de Miguel Casado.

Este segundo volumen, entre Égloga del agua y títulos culminantes como los póstumos y casi hermanos Canción atlántica y Edenia, reúne los libros de poesía que escribió Manuel Padorno desde 1991 hasta su muerte en 2002, libros en los que se muestra en sazón su voz madura, que fue abandonando en esta etapa creativa la narratividad de su poesía anterior para sustituirla por un tono lírico más intenso, por la ambición imaginativa y el impulso plástico que une en su escritura la poesía, la palabra y la pintura.

Precedidos de sendas introducciones específicas que son microensayos en los que Alejandro González Segura sitúa cada uno de los libros en el contexto general de la creación padorniana, se recogen en este amplio volumen de casi mil páginas títulos como Égloga del agua, seguida del largo comentario –‘El contenido vacío’- que el propio poeta hizo de su libro para darle al lector las claves formales y de sentido de su lectura; las sextinas de Éxtasis, instructivas o descriptivas, recurrentes y circulares; los sonetos visionarios de Efigie canaria que evocan el árbol de la luz, el pájaro invisible o el mar y la poesía como marco de un territorio poético propio con el telón de fondo del paisaje canario; Desvío hacia el otro silencio, que en la brevedad de sus nueve poemas aborda un tema central en la poesía de Padorno, quien explicó su importancia en el prólogo que  puso al frente del libro, del que forma parte esta Vuelta del desvío:

Entrar allá, después de haber vivido, 
de haber sentido que desconocía, 
en la playa solar, el puerto arriba, 
el árbol de la luz, de la mañana, 
el vaso luminoso, la gaviota 
incendiada; después de entrar allá, 
después del agua, luego del incendio, 
de la llama invisible, del silencio 
de la gaviota de la luz, entonces 
volver atrás, mirar qué fue del viento, 
la bombilla encendida de mi casa, 
la larga mesa azul, la silla mía. 
Entonces al volver a visitarme 
en mi cama dormido, solitario.

Y tras la aventura poética de las décimas octosilábicas y consonantes de El pasajero bastante y su itinerario marítimo hacia la palabra para “llegar a donde el lenguaje”, el acceso a otra dimensión de la realidad mediante la experiencia poética, la obra central de Padorno, Canción atlántica, su cima poética, un póstumo que agrupa cuatro libros que representan la construcción definitiva de su mundo literario, un viaje al otro lado inefable -Hacia otra realidad se titula uno de sus cuatro libros- en el que la lógica y la lengua se muestran insuficientes.

Ya está definitivamente construido en Canción atlántica el inconfundible universo poético de Manuel Padorno, la luminosa insularidad y la tonalidad propia del poeta de la luz, del aire y del agua, de la vegetación frutal y el pájaro luminoso.

No en el otro lado, sino en su proximidad están los poemas de Edenia, el lugar de la imaginación paradisíaca que el poeta fundó a la vez que escribía Canción atlántica, la culminación de una aventura estética atlántica e insular caracterizada por la búsqueda de lo invisible, por el afán de revelación de la realidad y por el proceso de relectura del mundo a través de la poesía.

"Si para Borges  la obra de Quevedo suponía toda una historia de la literatura, la de Manuel Padorno (1933-2002) llegará a representar, en forma parecida, a todo lo mejor de nuestra lírica en el siglo pasado porque, si siguiésemos paso por paso las estaciones en que se va gestando su palabra poética, identificaríamos sin dificultad buena parte de los hilos principales con que se tejió la rica e intrincada malla de la poesía española durante el siglo XX.", escribe Alejandro González Segura en su prólogo 'La estirpe de las metáforas’.

Tras este segundo volumen de las Obras completas de Manuel Padorno habrá un tercer tomo que recogerá una selección de sus libros inéditos y ofrecerá textos de distintos géneros y procedencias.






Vicente Aleixandre. 
Poesía completa. 
Edición de Alejandro Sanz.
Lumen. Barcelona, 2017.

Cuando acaban de cumplirse cuarenta años de la concesión del Nobel a Vicente Aleixandre, Lumen reúne su Poesía completa en una monumental edición preparada por Alejandro Sanz, que, al final de su prólogo, -'Vicente Aleixandre, el gran poeta del amor'-, escribe: “Espero que la edición de esta Poesía completa descubra muchos nuevos lectores y propague con dignidad y justicia su voz, en correspondencia al amor que tan generosamente nos fue entregando a través de sus versos, que viven y vibran ahora, de nuevo, en estas páginas que aunque no pretendan encerrar un destello de sol, a nuestros ojos son la luz y la vida misma, de un hombre que amó."

“Poesía es comunicación”, escribió Vicente Aleixandre en un momento decisivo de la poesía española de posguerra. Y esa concepción de la poesía como comunicación o como forma de conocimiento recorre con distintos matices todo su universo poético: comunicación con la naturaleza, el amor y la muerte en su primera etapa, la que va desde Ámbito hasta Sombra del paraíso; con los hombres en la segunda, la de Historia del corazón o En un vasto dominio; consigo mismo en la tercera, la de Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento.

Tres etapas de un camino hacia la luz desde la angustia de la sombra, desde la poesía pura de Ámbito, desde el superrealismo abismal y angustiado de Pasión de la tierra, pasando por dos libros visionarios y potentes en su cosmovisión amorosa: Espadas como labios y La destrucción o el amor, en los que se funda el panteísmo cósmico y erótico de su poesía. 

Esa zona vertebral del mundo poético de Aleixandre, en el que se produce la fusión gozosa con la naturaleza, persiste matizada por la nostalgia rehumanizadora de Sombra del paraíso, que con Hijos de la ira marcó un giro decisivo en el panorama poético de la posguerra.

De ahí a su segunda etapa había solo un paso, el de la claridad y la sencillez expresiva, el del calor humano de Historia del corazón y En un vasto dominio.

“Conocer, penetrar, indagar: una pasión que dura lo que la vida”, escribió en Historia del corazón. Y esa búsqueda explica el repliegue meditativo de Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento, que con su densidad metafísica alimentan el asombroso fulgor último del ciclo de senectud de Aleixandre, uno de los momentos más altos e intensos de su obra y de su viaje hacia la luz.

Porque –las palabras son de Alejandro Sanz, el responsable de la edición- “toda su lírica es, haciendo uso de una expresión suya muy conocida, una aspiración a la luz, pero una aspiración, habría que matizar, desde el amor a la naturaleza y al hombre, en sus dimensiones cósmicas y humanas, y una exaltación plena de la libertad y la dignidad.

Además de los libros que aparecieron en vida del poeta, esta edición incorpora En gran noche, la antología de sus últimos poemas que preparó Carlos Bousoño en 1991; los versos de juventud de Álbum, un buen número de poemas sueltos y de circunstancias en los apartados Poemas varios I y II, y “una singular y destacada selección de poemas inéditos, que hay que situar como pertenecientes a la época de Mundo a solas”, según explica Alejandro Sanz, que con buen criterio ha incluido en un apéndice las notas previas que Aleixandre redactó para la antología Mis páginas mejores. 






T. S. Eliot.
Cuatro cuartetos.
Aproximación y edición 
José Emilio Pacheco.
Prólogo de Luis García Montero.
Alianza editorial. Libros singulares. Madrid, 2017.

“Como el mes de abril en La tierra baldía, el jardín de Burt Norton mezcla memoria y deseo. Es un jardín secreto lleno de ecos y espectros, flores vivas y pétalos muertos sobre los que se acumula el polvo. Allí el pasado se hace presente y el presente lleva consigo el recuerdo futuro de lo que está sucediendo” escribe José Emilio Pacheco en una de las espléndidas notas que incorpora la nueva edición de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot en Libros singulares de Alianza Editorial.

Con prólogo de Luis García Montero, es la última versión de la traducción que José Emilio Pacheco había publicado en el Fondo de Cultura Económica en 1989 -de la que decía Octavio Paz que era la mejor versión de los Cuatro cuartetos en cualquier idioma, no sólo en español-, aunque sin las anotaciones ni la cronología que se incorporan ahora por vez primera. 

José Emilio Pacheco, que mantuvo con Eliot una relación conflictiva en la que se mezclaban la admiración poética y la distancia ideológica, hizo de esta traducción un ejercicio de escritura, como señala en su prólogo Luis García Montero, que destaca que el poeta mexicano  “trabajó sus traducciones como si se tratase de un poema propio.” 

Cuando Eliot publicaba en 1936 Burnt Norton, tras largos años de silencio poético desde La tierra baldía, no sabía aún que ese poema sería el primero de un ciclo: el de los Cuatro cuartetos en los que alcanzaría su mayor perfección formal y su mayor hondura meditativa. 

Esa obra inesperada de madurez era el resultado de una profunda crisis personal y de un proceso de transformación espiritual que le había llevado a convertirse al catolicismo y a adoptar la nacionalidad británica a finales de los años veinte. 

Hizo falta un hecho casual, el encargo de dos piezas teatrales para la iglesia, La roca y Asesinato en la catedral, para que Eliot encontrase un nuevo tono de voz, porque en los coros de La roca (1934) se prefigura ya la tonalidad musical de los Cuatro cuartetos. 

Al año siguiente escribió Asesinato en la catedral, un drama religioso sobre Tomás Becket. De uno de los descartes de esa obra salió el comienzo de Burnt Norton, que concibió en principio como un poema aislado y que acabará convirtiéndose en la obertura del conjunto de los Cuatro cuartetos: 

El tiempo presente y el tiempo pasado 
Acaso estén presentes en el tiempo futuro. 
Tal vez a ese futuro lo contenga el pasado. 

En ese estilo dramático, a medio camino entre la reflexión en voz alta y la apelación al lector, se moduló la nueva tonalidad poética de Eliot en un estilo marcado por la influencia bíblica de los libros sapienciales y de Dante. Era un estilo más conversacional, más cercano al lector, más discursivo e inteligible que el de La tierra baldía.

Se inauguraba así un nuevo ciclo poético que sería el resultado de la reinvención personal y literaria de Eliot y de la sacudida de la guerra, que sobrevuela trágicamente desde 1939 los otros tres poemas del ciclo: East Coker, The Dry Salvages y Little Gidding. 

Cada uno de los Cuatro cuartetos remite a lugares vinculados a la biografía de Eliot, a su experiencia vital y a una significación religiosa o filosófica asociada a cada uno de los cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. 

En conjunto, un ciclo poético en el que el poeta establece un diálogo intelectual con la tradición, reconstruye el sentido del mundo desde una perspectiva transcendente y hace una relectura de la realidad a través de lo sagrado.

Con una arquitectura musical muy meditada en cada uno de sus cinco movimientos internos, los Cuatro cuartetos exploran el ascetismo de la vía purgativa, reúnen la meditación y la descripción, lo confesional y la capacidad metafórica. 

Con su tonalidad sentenciosa y persuasiva, la voz de estos poemas incorpora distintas tradiciones en busca de la divinidad y la transcendencia. Eliot convoca en ellos el espacio y el recuerdo en una mirada al interior de sí mismo, en busca del orden y del sentido, del lugar de intersección de lo temporal y lo intemporal, del luego y el antes, en Inglaterra y en ningún sitio, en un tiempo primordial (“Siempre y jamás”) anterior a los nombres y en una estructura compositiva que va desarrollando temas y variaciones. 

Por eso el tema central abre el segundo cuarteto, East Coker, con la frase “En mi principio está mi fin” y lo clausura: “En mi fin está mi principio” y va recorriendo los textos del libro hasta el último poema del ciclo, Little Gidding, que se cierra con un movimiento que remite otra vez al tema central, presente desde el comienzo de los Cuatro cuartetos: 

Lo que llamamos el principio es a menudo el fin 
Y llegar al final es llegar al principio. 
El fin es el lugar del que partimos. 



Hugo Mujica.
Dioniso.
Eros creador y mística pagana.
El hilo de Ariadna. Buenos Aires, 2017.

La vida es un acto creador o deja de ser vida, escribe Hugo Mujica en uno de los versos de Dioniso. Eros creador y mística pagana, que componen un ensayo poético vitalista una reflexión sobre la creación y la existencia que tiene como eje la referencia de Dioniso como dios vital. 

Como en el resto de su obra, los textos de Mujica en Dioniso están atravesados por el chispazo intuitivo e iluminador del relámpago poético. Como en los presocráticos, estos poemas viven en una zona intermedia entre la poesía y la filosofía. Y, como en el Hölderlin más desestructurado y más genial, o como en Jabès, la tonalidad y el procedimiento de Mujica son propios de la poesía pero aspiran al conocimiento:

“Crear –escribe en el Preludio- es el verbo y la insistencia de la vida. Soy lo que le está aconteciendo a la vida ahora, en este ahora que ella me acontece a mí; somos su creación si la creamos y la creamos si nos dejamos por ella originar. Dioniso y dionisismo son nombres de un acontecimiento, nombres que albergan una poíesis, una ontología del devenir, o, en palabras más amables, un deseo de ser, una erótica de la creación. Un devenir, una transfiguración, no como futuro temporal sino como un acaecer presente, como un manantial, una fuente, un brotar, ya, aquí. Desde aquí.” 

Desde ahí, a lo largo de este libro, búsquedas, intuiciones y caminos que se abren al conocimiento a través de la palabra tensa y potente del poeta: palabra que calla más que habla y se sitúa en el vacío, en la frontera y en el desierto. Reflexión y revelación, ensayo y poesía, pensamiento e intuición para escribir versos como estos: 

Dioniso es la vida siendo sentido de sí misma: 
dándose a sentir: 
sintiéndose en cada vida.


Izet Sarajlić
Después de mil balas
Prólogo de Erri de Luca.
Traducción de Fernando Valverde y Branislava Vinaver.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

El poeta es aquel /que siempre empieza de nuevo, escribía el poeta bosnio Izet Sarajlić (1930-2002) en un poema que forma parte de la antología Después de mil balas, que publica Seix Barral con prólogo de Erri de Luca y traducción de Fernando Valverde y Branislava Vinaver.

Izet Sarajlić fue la voz del Sarajevo asediado durante más de cuatro años, el poeta que se quedó durante la guerra de Bosnia-Herzegovina en la ciudad sitiada. Quería cubrir “el turno de noche para impedir el secuestro del corazón del mundo”, como recuerda Erri de Luca en su prólogo, en el que se pregunta: "¿Cuál es el cometido de un intelectual, de alguien que tiene un pequeño derecho de audiencia pública? Quedarse, compartir la avería que le sobreviene a su pueblo. Su presencia en la ciudad era el mejor consuelo para sus conciudadanos."

En ese largo asedio escribió La suerte a la manera de Sarajevo:

En Sarajevo,
en esta primavera de 1992,
cualquier cosa es posible.
Estás en una cola para comprar el pan
y despiertas en un hospital
con una pierna amputada.
Después, 
incluso reconoces que has tenido mucha suerte.

Muchos años antes, en 1965, había escrito en un poema: Cada vez que mi ciudad necesite una palabra tierna, /allí estaré.

Después de mil balas es una amplia selección de su poesía que recoge textos escritos entre 1947 y 1998 organizados en dos partes: Poemas en el tiempo y Poemas errantes.

Está en estas páginas no solo el poeta resistente, también el irónico o el poeta amoroso o familiar. Pero está sobre todo el poeta que sufrió dos guerras, la Mundial y la de Bosnia. Eso explica que la guerra se convierta en una referencia central en su poesía, en un tema que atraviesa incluso su poesía amorosa y que, junto con el amor, la nostalgia y la muerte, constituye el eje fundamental de su escritura, cuyo carácter testimonial y resistente lo ha convertido en uno de los poetas eslavos más importantes del siglo XX.


Hannah Arendt.
Poemas.
Traducción de Alberto Ciria.
Epílogo de Irmela von der Lühe.
Herder. Barcelona, 2017.

H. B. [Hermann Broch] 

¿Pero cómo vive uno con los muertos? Di 
¿dónde está el sonido que atenúa el trato con ellos? 
¿Cuál es el gesto cuando, encauzándonos por él, 
deseamos que la cercanía misma nos rehúse? 

¿Quién conoce el lamento que nos los aleja 
y corre el velo ante la mirada vacía? 
¿Qué nos ayuda a avenirnos con su ausencia 
haciendo que revierta en ese sentir con el que aprendemos a sobrevivir? 

Es uno de los 71 Poemas de Hannah Arendt que recoge la edición de su poesía en Herder con traducción de Alberto Ciria y epílogo de Irmela von der Lühe.

Como María Zambrano, Hannah Arendt era fundamentalmente filósofa, pero escribió esporádicamente textos poéticos que esta edición agrupa en dos apartados cronológicos: la poesía de juventud que elaboró entre 1923 y 1926, en la época de su relación con Heidegger, con temas como el amor y la soledad, la herida y el desamparo, y los poemas del exilio, que, escritos entre 1942 y 1961, se centran en la indagación filosófica.

Ávida lectora de poesía griega y alemana, Hanna Arendt escribe una poesía en la que conviven la abstracción y el sentimiento, la influencia de Goethe y la de Rilke. Meditación y emoción se conjugan en esta poesía en torno al paso del tiempo, el recuerdo conmemorativo, el desarraigo, el exilio y la melancolía que se resume en la portada de este libro: una calle de Nueva York en un día lluvioso.

Cierra el volumen un profundo estudio de Irmela von der Lühe, que destaca la importancia que tuvo la poesía en la vida y la obra de Arendt: “Los poemas que escribió Hannah Arendt, y que al igual que su obra filosófica y teórica surgieron de tiempos sombríos, más allá de la cuestión de su originalidad y autenticidad, tratan de trascender la ‘cárcel de la mera conciencia’ y de abrir un espacio para el diálogo (consigo misma).”

Un diálogo que estaba ya en sus primeros poemas, como el que se titula significativamente Despedida –una idea central en su obra-, que termina con estos tres versos:

dejadme que os estreche la mano, días etéreos. 
No me perderéis. Como señal os dejo aquí 
esta hoja y la llama.

Santos Domínguez