30/12/15

El ojo y la aguja



Abdelfattah Kilito.
El ojo y la aguja.
Ensayo sobre Las mil y una noches.
Traducción de Marta Cerezales.
Menoscuarto. Palencia, 2015.

Una metáfora llamativa y chocante – la del ojo y la aguja- que se repite en varios episodios de Las mil y una noches y que, refiriéndose a la escritura relaciona el ojo con la costura, da título a un espléndido ensayo con el que el marroquí Abdelfattah Kilito recorre el mundo narrativo de un libro de libros cuya lectura puede repetirse indefinidamente, sin desgastar el encanto del libro que responde a todas las preguntas y satisface todos los deseos.

Lo explica así el autor: Al hilo del relato, y tirando del hilo, mi lectura de las Noches tratará, no de despojar el libro de sus secretos (utilizando uno de tantos cuadros interpretativos), sino de revelarlo a su propio misterio conservando intactos todos sus significados implícitos. En todo momento, el ojo y la aguja estarán presentes.

El ojo y la aguja, que publica Menoscuarto con traducción de Marta Cerezales, es un recorrido que se inicia en el análisis del relato que enmarca toda la colección, la biblioteca de Sherezade y su arte de narrar, porque no basta con conocer historias, es necesario saber contarlas y lograr seducir al oyente. Sherezade posee además una gran belleza y la narración es tanto más eficaz cuanto que la persona que relata es un ser agradable a la vista y al oído; el placer que proporciona una historia aumenta con la contemplación de un bello rostro. Y, por otra parte, Sherezade no cuenta lo primero que le viene a la mente, se esmera en situar sus historias en la categoría de lo extraordinario, una historia debe ser maravillosa (‘agîba), insólita (garîba), de lo contrario no merece ser contada. El oyente sabe que será transportado a otro lugar, a un tiempo y a un espacio diferente, y que podrá seguir mentalmente el recorrido que conduce al héroe del mundo familiar al mundo desconocido. Esta disposición especial se produce en el instante en que la historia es presentada como prodigiosa o asombrosa. Por último, Sherezade crea un sentimiento de espera angustiosa: el final de una historia no coincide con el final de una noche, y cuando llega el alba el rey debe esperar a que el sol complete su trayecto cotidiano. Cuando una historia termina, empieza una historia nueva, que se presenta aún más fascinante y maravillosa que la anterior. Así, Sherezade se entrega y a la vez se retira, promete el goce y sin embargo lo retarda, y cada deseo satisfecho suscita uno nuevo, envuelto en el recuerdo fastuoso de los precedentes.

Sherezade deja de contar historias la noche mil y una, al cabo de tres años de orgía narrativa con la que la hace frente a los tres años de locura asesina del rey Shariyar. Se cierra así un libro infinito y esencialmente inacabado que termina en la que Kilito define como noche andrógina y día superlativo.

Porque el libro, al igual que el relato, no garantiza la vida; todo lo más permite diferir la muerte (y la venganza) proporcionando un día de supervivencia.

Santos Domínguez