14/11/14

Octavio Paz. El fuego de cada día



Octavio Paz.
Lo mejor de Octavio Paz.
El fuego de cada día.
Selección, prólogo y comentarios del autor.
Seix Barral. Barcelona, 2014.

Hace veinte años –escribía Octavio Paz al frente de este libro- publiqué un volumen de poemas, La Centena, escogidos entre los escritos de 1935 a 1968; ahora, en 1989, aparece El fuego de cada día. Esta nueva selección, como es natural, es un poco distinta de la primera. El cambio mayor consiste en la inclusión de más de medio centenar de poemas, elegidos entre los que he escrito después de La Centena, y en la exclusión de los poemas en prosa, destinados a un libro que recogerá mis tentativas en ese género anfibio. Sin embargo, algo permanece a través de los vaivenes del gusto y las variaciones de las formas. La poesía cambia con el tiempo pero sólo, como el tiempo mismo, para volver al punto de partida.

Ahora, con motivo del centenario del poeta, Seix Barral recupera El fuego de cada día, la selección personal que Octavio Paz hizo de sus libros de poesía en verso, “la antología más completa y fiel a los deseos de su autor que puede hallarse”, como explica Pere Gimferrer en la nota a esta edición, que además del las notas del autor a los poemas incluye en apéndice su discurso de recepción del Nobel –La búsqueda del presente- y el brindis de Estocolmo.

Entre Libertad bajo palabra y Árbol adentro, un recorrido de la mano del autor por sus libros esenciales como Salamandra, Ladera Este, Vuelta o Pasado en claro.

Libros que forman parte de una de las aventuras literarias más ambiciosas y duraderas de la literatura contemporánea en español. Poesía y ensayo, intuición y reflexión, conocimiento y sensaciones, ambición expresiva y hondura indagatoria se unen en una obra que se mueve siempre entre la tradición y la modernidad, entre lo clásico y la vanguardia, en un debate que comparte con el grupo del 27 porque Octavio Paz forma parte de la misma cultura, de la misma lengua y casi del mismo momento histórico.

Desde la tensión entre escritura e historia de la poesía comprometida a un enfoque más abstracto y conceptual, entre el testimonio y la revelación, entre la ética y la estética, Paz construyó un mundo poético potente e inconfundible, un universo literario arrancado a la nada de esta noche, / a pulso levantado letra a letra, / mientras afuera el tiempo se desboca / y golpea las puertas de mi alma / el mundo con su horario carnicero, como escribió en Piedra de sol, un poema central en su trayectoria creativa.

Desde un primer ciclo que se resume en Libertad bajo palabra, al que luego seguirían otras direcciones y tentativas, como él mismo las llama, Paz es autor de una poesía cambiante en la metamorfosis del clavel y la roca y atravesada siempre por la profunda conciencia autocrítica del creador que es dueño de su mundo y que ejerce una influencia decisiva en la poesía en español.

Entre lo fugaz y lo perpetuo se alza, como señaló Saúl Yurkievich, la verticalidad de su palabra contra el tiempo horizontal, una integración ejemplar de espíritu y forma, de memoria y presente, de lo intelectual y lo sensorial, de lo racional y lo onírico, del ritmo interior y la imagen externa.

En su evolución de la soledad a la comunión con el mundo y con el otro, en su paso de lo personal a lo universal, del pasado al presente y de lo temporal a lo espacial, la poesía de Paz, mutante y autorreflexiva, sometida a un movimiento de rotaciones y traslaciones, obedece al acorde de la conciencia del lenguaje de un creador que proyecta constantemente su reflexión crítica -la escritura sobre la escritura- sobre una poesía como la suya, que indaga en el vínculo esencial que define cualquier obra: el que se establece entre el poeta, la palabra y el mundo.

Lo explicó en El arco y la lira –El poema no es una forma literaria, sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre- y lo resumió años después en el Nocturno de San Ildefonso:

Entre el hacer y el ver,
                                  acción o contemplación,
escogí el acto de palabras:
                                        hacerlas, habitarlas,
dar ojos al lenguaje.
                              La poesía no es la verdad:
es la resurrección de las presencias,
                                                      la historia
transfigurada en la verdad del tiempo no fechado.

Instalada en la tradición de la ruptura propia de la poesía contemporánea, la poesía de Paz es una integración de tradiciones (occidental, azteca, oriental, la poesía contemporánea, sobre todo del superrealismo), de lo mágico y lo conceptual, de los mitos y los sueños, del lenguaje y el conocimiento, del tiempo histórico y el tiempo sin tiempo del mito, porque dentro del tiempo / hay otro tiempo quieto: / Es la transparencia.

De la soledad a la comunicación y de ahí a la trascendencia, en una suma de conciencia e inspiración, la reflexión sobre el amor, la muerte, la libertad y el lenguaje y su nexo entre lo tangible exterior y lo inefable interior es la base de muchos de sus poemas cortos, elípticos y sincopados, o poemas largos de vocación narrativa, discursivos o abstractos como Blanco, quizá la cima de su segunda etapa y de toda su poesía, se combinan en una poesía visionaria con la que el creador busca el punto de encuentro entre el mundo y la conciencia: aprender a ver oír decir / lo instantáneo / es vuestro oficio, porque la escritura poética es /aprender a leer / el hueco de la escritura / en la escritura.

Construida con una palabra poética que a partir de Salamandra es más del espacio que del tiempo porque se instala en un presente perpetuo, en un tiempo circular, la poesía de Octavio Paz es una honda exploración incansable en la identidad y en la realidad, en la naturaleza y en la temporalidad, en la palabra y el silencio, en los límites de la escritura y el conocimiento, a través de un proceso de abstracción que culmina en Salamandra y que en Ladera Este se resuelve en un cambio de actitud intelectual y sensorial ante la palabra y el mundo, en un proceso de depuración que suma los influjos orientales y la herencia de Mallarmé, lo consciente y lo inconsciente, la contemplación y la reflexión hasta crear una nueva realidad en los límites del lenguaje, porque un poema no tiene más sentido que sus imágenes y el poeta no quiere decir, dice.

Y los poemas, como señaló en el texto preliminar a la edición del segundo tomo de su poesía completa, no son confesiones sino revelaciones.

Así en el espléndido Noche en claro, al que pertenecen estos versos, cósmicos y visionarios, repletos de iluminaciones y signos en rotación como los astros:

Todo es puerta
                       todo es puente
ahora marchamos en la otra orilla
mira abajo correr el río de los siglos
el río de los signos
Mira correr el río de los astros
se abrazan y separan vuelven a juntarse
hablan entre ellos un lenguaje de incendios
sus luchas sus amores
son la creación y la destrucción de los mundos
La noche se abre
                          mano inmensa
constelación de signos
escritura silencio que canta

Santos Domínguez