13/4/14

Moritz Fritz. Hungría



Moritz Fritz.
Hungría. 
Ártese quien pueda. Madrid, 2014.

Porque, como Jabès, sabe que el escritor es un extranjero y le ha oído decir a Rilke que el poeta es un cazador de voces, la autora de los versos oraculares de Hungría ha tenido la impresión de escribirlos al dictado y ha preferido cederle la firma a Moritz Fritz, cuyo rastro se perdió en la Selva Negra en 1925.

Había nacido en Jena en 1887 y desde algún lugar habitado por palabras con tiempo ha dictado a su autora –quien acuda a los créditos editoriales podrá comprobar que es Lorena Esmorís Galán- los versos revelados de este intenso libro en el que, blanco sobre negro o negro sobre blanco, Mallarmé vuelve a lanzar los dados para reivindicar la libertad del azar frente a las cadenas del destino.

Elípticos y sincopados, cargados de sugerencias, los versos de Hungría navegan en silencio en un viaje clausural, no iniciático, por el tiempo y la memoria a bordo de un barco de palabras que van a dar a la mar en ese puerto final del libro que es el morir.

Estaba dicho desde la primera frase del libro, pero en esa navegación hacia el despojamiento y la disolución de la identidad, la voz poética que habla en este libro tiene tiempo de evocar el espacio mágico de Delos, con pájaros y oráculos, pero sin puertas:

no hay pan negro en Delos  
los pájaros vuelan en pequeños círculos
               [sin por ello atraer al presagio]

la expedición llega a su fin

no hay pan negro en Delos
ni siquiera muros donde colgar los almanaques

ahora que descansan las piedras

no hay mayor desconsuelo que asentir a la voz del oráculo


Santos Domínguez