14/4/14

Escritos autobiográficos de María Zambrano



María Zambrano.
Obras Completas VI.
Escritos autobiográficos.
Delirios. Poemas.
Delirio y destino.
Edición dirigida por Jesús Moreno Sanz.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2014.

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores acaba de publicar el sexto tomo de las Obras completas de María Zambrano, la pensadora que acuñó el transcendental concepto de razón poética.

Es la segunda entrega de un proyecto, tan ambicioso como imprescindible,  dirigido y coordinado por Jesús Moreno Sanz, el resultado de un trabajo en equipo que tiene como objetivo editar cuidadosamente y recuperar la totalidad de la obra de la figura más importante del pensamiento español en la segunda mitad del siglo XX.

Con una cantidad asombrosa de inéditos que en este tomo son más de doscientos textos y organizado en dos partes de cuya edición se ha responsabilizado Goretti Ramírez, este volumen reúne los escritos de carácter autobiográfico de María Zambrano, que transformó la razón vital de Ortega y Gasset, su maestro, en razón poética, en búsqueda de un territorio común a la filosofía, la poesía y el misticismo. Nadie ha reflexionado más lúcidamente que ella sobre los vínculos entre pensamiento y poesía, entre filosofía y creación, sobre las relaciones entre la razón y el conocimiento poético en la mística

Sobre la singularidad de este volumen en el contexto general de sus Obras completas escribe Jesús Moreno Sanz en la Nota introductoria a este amplísimo conjunto de textos que tienen en común su pertenencia al género de la confesión, entendido de la manera peculiar con que lo concibió María Zambrano: La confesión es una acción, la máxima acción que es dado ejecutar con la palabra.

En la presentación de la primera parte del volumen (Escritos autobiográficos. Delirios. Poemas) Goretti Ramírez explica el carácter transversal que tiene lo autobiográfico en el conjunto de la obra de María Zambrano. Diarios, textos personales, evocaciones de escritores o semblanzas de intelectuales son algunas de las variantes de esa escritura en la que lo más significativo es un tipo específico de textos que la autora escribió durante toda su trayectoria y denominó delirios, piezas decisivas en la construcción de la razón poética.

Fue en esos escritos autobiográficos, elaborados durante más de sesenta años –entre 1928 y 1990- donde María Zambrano encontró el método y la práctica de su razón poética a partir de lo que ella misma llamó “el saber de experiencia.” 

En varios de esos textos, la pensadora se identifica con la estirpe de Perséfone, con personajes como Antígona, Cordelia, Ofelia o Diotima, mujeres que representan la conciencia de la humanidad y el sueño de la fraternidad.

La segunda parte contiene Delirio y destino, un libro tan central en el pensamiento de María Zambrano como El hombre y lo divino, un libro que  Jesús Moreno definió como “imán, centro irradiante y eje invulnerable del pensamiento de María Zambrano,” que lo escribió casi al mismo tiempo que Delirio y destino, en torno a 1952.

Con la confesión personal de este y la confesión teórica del segundo, María Zambrano ingresa-desde una razón narrativa que aún le debe mucho a Ortega- en el espacio de la razón poética para ir sacando a la luz el sentir, el principio oscuro y confuso; ir llevando el sentir a la inteligencia.

Con espléndidos ejemplos de la más alta prosa poética a la que se acercó muchas veces María Zambrano, con muestras del estilo de una prosista deslumbrante, muchos de los capítulos de Delirio y destino contienen páginas fundamentales en el pensamiento filosófico y en la estética del siglo XX, se acercan a la penumbra desde la lucidez de la conciencia y las visiones de lo oculto, desde el centro inaccesible donde se funden la mística y el sueño, la poesía y la filosofía en un doble impulso que convoca lo órfico y lo prometeico a través de una palabra poética mediadora entre el hombre y lo sagrado.

Y al fondo de este libro y de decenas de textos de la primera parte, el exilio se convierte en el no-lugar, en el vacío desde el que escribe María Zambrano, fuera también del tiempo, expulsada de la historia, como todo exiliado, privada de su identidad social y cultural, relegada, como sabía también Jabès, al desierto, desde el que se funda el lugar de la palabra:

He perdido, tal vez para siempre, mi patria (...) He perdido mi vida, la vida que yo hubiera tenido en España, la de mis amigos, la de mis compañeros. He perdido, no más iniciada, lo que ni siquiera sabíamos si iba a ser una guerra civil. He perdido a gran parte de la gente de mi generación, a la que llamo la del toro por su sentido sacrificial, seres muy queridos, víctimas.

La calidad de su prosa y la sutileza de su pensamiento son constantes de una obra y una actividad intelectual que se prolongó durante más de sesenta años de indagación en las conexiones entre filosofía y lenguaje, entre razón y revelación, entre el misterio y el secreto, entre la palabra y la música a través de la labor rigurosa y constante de María Zambrano, de una actividad pensadora que se prolongó durante más de sesenta años y que refleja en estos textos la multiplicidad de temas que llamaron su atención, la lucidez con que los abordó y la alta prosa con que los expuso por ejemplo en Diotima (fragmentos), que -como explica Jesús Moreno Sanz- "es, propiamente, el primer escrito en el que Zambrano practica plenamente y sin fisuras su razón poética, que, entonces, hemos de decir que es la afloración de aquella raíz confesional de sus escritos autobiográficos y que se manifiesta ya realmente, y antes de que se le dé ese nombre (lo que sólo sucederá en 1971 en el apéndice a El sueño creador, ver en vol. III), como «La escala de la confesión». Y en realidad, esa escala es la que recorren, de principio a fin, estos escritos autobiográficos en todos sus diferentes géneros y registros, y siempre como una memoria viva y resistente ante las múltiples tragedias, de España, de Europa, del mundo, desde el primer tercio del pasado siglo veinte hasta casi su final, que hubo de sufrir tan directamente María Zambrano.
Santos Domínguez