30/6/13

Poesía china

 Poesía china 
(Siglo XI a.C- SigloXX).
Edición de Guonjian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2013.


La oscuridad de la noche me dio ojos negros / y yo los utilizo para buscar la luz, escribió Gu Cheng (1956-1993), poeta pekinés y suicida joven. Es uno de los poemas con los que Guojian Chen, un prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, actualiza en Cátedra Letras Universales la que quizá sea la mejor antología que existe en español de un género muy popular en aquel país.

Desde el siglo XI a. C. hasta finales del siglo XX, sus quinientas páginas recogen más de tres mil años de refinamiento verbal y de delicadeza en la mirada hacia el paisaje o hacia el interior del poeta. Y con mucha frecuencia, como en ese brevísimo texto, la simultaneidad entre la contemplación y la meditación.

Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en el centro aparente – el centro real es siempre el yo lírico- de una poesía como esta, una de las más antiguas y sutiles del mundo

Un paisaje apenas esbozado, no detallado y por eso mismo más sugerente, es el paisaje habitual en la poesía china, del que Goethe le hablaba a Eckerman, un paisaje que es la proyección exterior de una nostalgia dulce y antigua que da lugar a textos serenos y elegiacos.

Una poesía que prácticamente desconoce o desprecia el tono épico y se convierte en forma de conocimiento o en vía de expresión de la meditación  budista, del taoísmo o el confucianismo.

Miles de poemas de los que se recogen aquí muestras representativas. Las más llamativas, las de tres poetas espléndidos que el azar reunió en los mismos años del siglo VIII: Wang Wei y su sentimiento del paisaje; Tu Fun y su poesía de protesta, y Li Po, un poeta excelente conmovido, existencialista y borracho bajo la luna de hace mil doscientos años. Nadie ha tenido borracheras más líricas ni ha hablado mejor con la luna que él.

La sugerencia, el temblor, la sensibilidad, la reflexión y un agudo sentimiento de la naturaleza se unen en esa civilización poética para darnos otra dimensión de la poesía y de la realidad en una actividad que tiene más de ejercicio espiritual de contención que de simple práctica literaria.

Actividad de la que surge la piedra filosofal de la poesía como una forma superior de conocimiento y depuración del espíritu. La contemplación serena y una conciencia que ilumina el mundo y es iluminada por él en un diálogo incesante que llamó la atención de otros poetas occidentales como Ezra Pound, Octavio Paz o Borges que la tradujeron, la imitaron o la integraron en sus propias creaciones.

El amor, el ensueño y la meditación se funden en el marco de una naturaleza estilizada, con otoños propicios para sentir la fugacidad y el agua de los años y un sfumato difuso como la pena que flota en estos poemas y estos paisajes como una variante de la plenitud.

Pocas veces tendrá el lector oportunidades como esta para adiestrarse en el consuelo de la quietud y la escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo.

Santos Domínguez

29/6/13

Ted Hughes. Cartas de cumpleaños


Ted Hughes.
Cartas de cumpleaños.
Traducción de L. A. de Villena.
Introducción de Andreu Jaume.
Nota final de Luna Miguel.
Lumen. Barcelona, 2013.


Sylvia Plath y Ted Hughes forman el que quizá sea el último mito literario del siglo XX, señala Andreu Jaume en la introducción de la edición renovada que publica Lumen de las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes (1930-1998), el excelente escritor inglés que fue marido de Sylvia Plath y arrastró durante mucho tiempo una leyenda turbia sobre su relación y sobre la injusta responsabilidad del suicidio de su mujer.

Fue una relación tan problemática como la que Hughes tuvo con los ochenta y ocho poemas que en un tono confesional y directo evocan el fantasma de Sylvia. en uno de los libros de poesía más vendidos de la historia. 

Hughes, que había guardado silencio sobre sus relaciones y sobre el suicidio de Sylvia, había huido en su literatura de la introspección autobiográfica y del tono confesional y nunca estuvo muy seguro de si debía publicar estos poemas que fueron más un intento de terapia propia que de explicación pública de un conflicto.

No acababa de reconocerse en su tono, que le parecía a veces impostado, y además tenía la sensación de que al publicarlos podría cometer un oscuro crimen de exhibicionismo moral. De eso hablaba en uno de los poemas más estremecedores del libro, Los perros se están comiendo a vuestra madre (Demasiado tarde / para salvar lo que ella fue. /.../La desenterraron ).

Sólo se decidió a publicar el libro cuando supo que le quedaban pocos meses de vida. Hughes murió en 1998, alejado del mundo para sobrevivir en la soledad del campo y en contacto con la naturaleza, admirado y atacado por igual en la distancia, tras provocar rechazos viscerales y recibir reconocimientos como el de Poeta Laureado. 

Hughes hizo de la poesía un ejercicio de exorcismo en estos textos en los que evocó su relación con Sylvia Plath desde el primer recuerdo borroso (tu exagerada sonrisa americana en las fotos de los becarios Fulbright) hasta la mitificación final tras su suicidio (Llevas diez años muerta. Es solo una historia. / Tu historia. Mi historia.)

Hughes hizo la purga de su corazón atormentado por la culpa –y aquí siempre Lear es una referencia- en unos poemas que conjuran el dolor (Y yo debajo ya para siempre) y rememoran la destrucción a través del lento proceso de elaboración de un conjunto que abarca más de treinta años de escritura.

Devorado durante todo ese tiempo por el fantasma de Sylvia, semejante al que se evoca (Y acaso un fantasma, intentando oír tus palabras /.../ se serenó. O se incendió de repente/ con la quemadura de la doble envidia) en Cumbres borrascosas, uno de los mejores poemas de libro, Hughes escribió estos poemas con una intención sanadora en la que seguramente reside gran parte de su fuerza. 

A esa fuerza creadora y destructiva a un tiempo aludía Andrew Morton cuando escribió en el London Times: Leer este libro es como sufrir la descarga de un rayo.

Para Ted Hugues la literatura no era un valor supremo. Antes y por encima estaba la vida. Su poesía no hace literatura: habla de la vida. Por ejemplo de la vida con Sylvia Plath. Y de esa experiencia límite surge directamente la potente palabra de un autor que en este libro exhibió -en palabras de Andreu Jaume- toda su experiencia poética y logró al fin elevar a la transcendencia la trágica ecuación de su vida.

Derek Walcott, que lo admiró y aprendió mucho de él, definió su poesía como solitaria y remota, habló de la dureza insoportable de su tono y de la fuerza mineral de su palabra.

En uno de los poemas fundamentales del libro, Ouija, una voz profética le dice a Sylvia:

Vendrá la Fama. Especialmente para ti.
La fama no puede evitarse. Y cuando llegue 
la habrás pagado con tu felicidad, 
con tu marido y con tu propia vida.

Esa vida, como una realidad profundamente turbadora y oscura, se expresa a través de Hughes en estos textos que convierten la biografía íntima en material poético y cosmológico, las dos fuerzas de las que surge, inquietante y enérgica, la obra de Ted Hughes.

Una obra atravesada por un sino trágico que va más allá de la anécdota personal y de las catástrofes familiares para convertirse en acumulaciones de energía poética y vital, en arquetipo de valor universal y en forma de conocimiento de sí mismo.

A los cincuenta años del suicidio de Sylvia Plath y a los quince de la muerte del poeta y de la aparición de este libro, Lumen ofrece una versión corregida, actualizada y matizada de la traducción que Villena hizo en 1999 y añade a aquella edición una espléndida introducción de Andreu Jaume y una creativa nota final de Luna Miguel.

Santos Domínguez

28/6/13

Dos ediciones conmemorativas



Julio Cortázar.
Rayuela.
Edición conmemorativa.
Alfaguara. Madrid, 2013.



Un encarte inicial con el plano del París de Rayuela  -el Sena, Nôtre Dame, el Pont des Arts, Saint-Germain des Prés, los jardines de Luxemburgo, Montparnasse, Saint-Sulpice, el Barrio Latino- y un apéndice con las cartas en las que Julio Cortázar hace referencia al proceso de creación y de publicación de su novela, a la acogida crítica y a las traducciones abren y cierran la edición conmemorativa con la que Alfaguara celebra los cincuenta años de una novela que marcó un antes y un después en la literatura en español y que salió de imprenta un día como hoy, 28 de junio, de 1963.

Cortázar lo sabía y escribió los últimos capítulos de esa novela capital atrapado en el torbellino de la creación, poseído de forma absoluta por la escritura, en un estado hipnótico que lo mantenía olvidado del mundo y del tiempo, con un trabajo constante que no le permitía distinguir el día de la noche.

Eso ocurría en su casa de París, una casa que era como él, alta, estrecha y repleta de objetos, fotografías, libros y discos de jazz. Como su antecedente, El perseguidor, el espléndido relato protagonizado por Johnny Carter (Charlie Parker), Rayuela es un libro compuesto con el ritmo de jazz que posiblemente sonaba al fondo de su escritorio. Esa era la prueba de calidad que Cortázar le pedía a su prosa, que descartaba si no tenía ese swing -la prosa hecha de aire que sopla con ímpetu, de la que hablaba Octavio Paz- que el argentino buscaba deliberadamente.

Jugarreta novelesca, jugada metafísica, juguete lírico, en palabras de Saúl Yurkievitch, que destacó su carácter órfico y su comercio con el misterio, Rayuela -"nuestro Ulysses", como señaló Carlos Fuentes- es una ruptura con la novela tradicional, una alteración de los roles clásicos del autor y el lector, una negación de la realidad cotidiana.


Cortázar, como Oliveira, como Morelli, como Johnny Carter, ve el otro lado de las cosas y abre nuevos caminos para la novela, crea un artefacto que permite la optatividad, le pide al lector otra mirada y le incita a un papel activo en la narración a través de los 56 capítulos del lado de allá y de acá y los 99 restantes y prescindibles de otros lados.

En La vuelta al día en ochenta mundos, Julio Cortázar inventaba un artefacto para facilitar la lectura de Rayuela: el «rayuel-o-matic», un auténtico triclinio, puesto que comprendió desde un comienzo que este es un libro para leer en la cama, a fin de no dormirse en otras posiciones de luctuosas consecuencias.

La broma incluía un diseño gráfico que le daba consistencia técnica y verosimilitud duchampiana a aquel disparate. La verdad es que no resulta imprescindible y que sin él se puede disfrutar de ese libro que está lleno también de claves autobiográficas, de las que Cortázar dijo una vez: Si no hubiera escrito Rayuela, probablemente me habría tirado al Sena.


Oliveira, Morelli, La Maga, Rocamadour, Talita, Traveler... forman parte del mundo de los lectores de Cortázar y son inseparables de esa imagen de París como un laberinto en el que ayuda a orientarse el plano encartado en esta edición.


Rayuela, un texto transgresor que lleva al límite las posibilidades expresivas de la lengua, traza una frontera definitiva en la literatura en español entre lo viejo y lo nuevo. Tal vez por eso, lo que asombraba al propio Cortázar, un autor siempre joven, sus mejores lectores eran y siguen siendo los jóvenes de todas las edades.

No hacen falta excusas para incurrir en ella, para reincidir en Oliveira y en Morelli, en su magia y en su Maga, pero si se presentan ocasiones como esta, aunque sólo sean meros recordatorios, conviene aprovecharlas y volver a un libro que es además de muchas otras cosas un libro portátil, un libro al que, como en el juego que le da título, se vuelve una y otra vez. Rayuela es siempre una novedad para quien la relee, siempre aporta sorpresas esa obra que más que un libro es toda una literatura y aún más: todo un universo cambiante.


Y en el principio, el verbo:

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.



Bernardo Atxaga.
Obabakoak.
Edición especial 25 aniversario.
DVD-Libro-Postales.
Alfaguara. Madrid, 2013.


En 1988, hace ahora veinticinco años, Bernardo Atxaga publicaba Obabakoak, un volumen de relatos en el que llamaban la atención tanto la originalidad argumental como la eficacia técnica de su estructura. Hasta ese momento, en el que alcanza su madurez creativa, Atxaga era un desconocido del público lector, aunque su obra se había iniciado a principios de los años setenta.

Al año siguiente se le concedía el Premio Nacional de Literatura y el de la Crítica a Obabakoak, una obra muy sólida en la que se combinan la tradición y la modernidad, el apego a las raíces  y la amplitud de miras, una síntesis que ha hecho de Bernardo Atxaga un inevitable punto de referencia en la literatura más reciente, una presencia imprescindible en cualquier antología de narradores actuales.

En este cuarto de siglo, Obabakoak no ha perdido nada de su fuerza poética, de su magia narrativa y su hondura humana. Y porque Obaba, ese territorio ya mítico que es todos y ninguno, es el mundo, decir que este libro es un clásico de la literatura vasca es empequeñecerlo. Es un clásico sin más, un libro que contiene el mundo en la variedad de sus narraciones y en la mezcla de humor y nostalgia, de lo local y lo universal.

Luis Michelena lo dejó explicado así: "En el terreno cultural el pueblo que crea algo lo crea para él y para los demás y, así mismo, el que no crea para los demás tampoco crea para él."

La espléndida edición especial que ha preparado Alfaguara para conmemorar sus veinticinco años incluye, además del libro, una caja con el DVD del documental Lugares vacíos, palabras llenas, de Joxeanjel Arbelaitz, que ofrece durante una hora un bellísimo recorrido por el origen de los textos, por los lugares y las claves de la literatura de Bernardo Atxaga, y el libro Un lugar llamado Obaba que contiene tres textos inéditos -"Un lugar llamado Obaba", "Mi primera lengua" y "Superficies de la literatura vasca"- en los que Atxaga explica el origen de la geografía literaria ya mítica de Obaba; reflexiona sobre la convivencia lingüística y sobre la superficie en la que deben moverse los libros escritos en lengua vasca.

En esa caja conmemorativa, también diez postales con ilustraciones de Marta Cárdenas, realizadas para celebrar este aniversario.


Santos Domínguez

27/6/13

Equipaje de vacaciones. Regalo



Julio Cortázar.
Rayuela.
Edición conmemorativa.
Alfaguara. Madrid, 2013.


Un encarte inicial con el plano del París de Rayuela y un apéndice con las cartas en las que Julio Cortázar hace referencia al proceso de creación y de publicación de su novela, a la acogida crítica y a las traducciones abren y cierran la edición conmemorativa con la que Alfaguara celebra los cincuenta años de una novela que marcó un antes y un después en la literatura en español.
Cortázar lo sabía y escribió los últimos capítulos de esa novela capital atrapado en el torbellino de la creación, poseído de forma absoluta por la escritura, en un estado hipnótico que lo mantenía olvidado del mundo y del tiempo, con un trabajo constante que no le permitía distinguir el día de la noche.

Eso ocurría en su casa de París, una casa que era como él, alta, estrecha y repleta de objetos, fotografías, libros y discos de jazz. Como su antecedente, El perseguidor, el espléndido relato protagonizado por Johnny Carter (Charlie Parker), Rayuela es un libro compuesto con el ritmo de jazz que posiblemente sonaba al fondo de su escritorio. Esa era la prueba de calidad que Cortázar le pedía a su prosa, que descartaba si no tenía ese swing que el argentino buscaba deliberadamente.

Jugarreta novelesca, jugada metafísica, juguete lírico, en palabras de Saúl Yurkievitch, que destacó su carácter órfico y su comercio con el misterio, Rayuela es una ruptura con la novela tradicional, una alteración de los roles clásicos del autor y el lector, una negación de la realidad cotidiana.

Cortázar, como Oliveira, como Morelli, como Johnny Carter, ve el otro lado de las cosas y abre nuevos caminos para la novela, crea un artefacto que permite la optatividad, le pide al lector otra mirada y le incita a un papel activo en la narración a través de los 56 capítulos del lado de allá y de acá y los 99 restantes y prescindibles de otros lados.

En La vuelta al día en ochenta mundos, Julio Cortázar inventaba un artefacto para facilitar la lectura de Rayuela: el «rayuel-o-matic», un auténtico triclinio, puesto que comprendió desde un comienzo que este es un libro para leer en la cama, a fin de no dormirse en otras posiciones de luctuosas consecuencias.

La broma incluía un diseño gráfico que le daba consistencia técnica y verosimilitud duchampiana a aquel disparate. La verdad es que no resulta imprescindible y que sin él se puede disfrutar de ese libro que está lleno también de claves autobiográficas, de las que Cortázar dijo una vez: Si no hubiera escrito Rayuela, probablemente me habría tirado al Sena.

Oliveira, Morelli, La Maga, Rocamadour, Talita, Traveler... forman parte del mundo de los lectores de Cortázar y son inseparables de esa imagen de París como un laberinto en el ayuda a orientarse el plano encartado en esta edición.


Rayuela, un texto transgresor que lleva al límite las posibilidades expresivas de la lengua, traza una frontera definitiva en la literatura en español entre lo viejo y lo nuevo. Tal vez por eso, lo que asombraba al propio Cortázar, un autor siempre joven, sus mejores lectores eran y siguen siendo los jóvenes de todas las edades.

No hacen falta excusas para incurrir en ella, para reincidir en Oliveira y en Morelli, en su magia y en su Maga, pero si se presentan ocasiones como esta, aunque sólo sean meros recordatorios, conviene aprovecharlas y volver a un libro que es además de muchas otras cosas un libro portátil, un libro al que, como en el juego que le da título, se vuelve una y otra vez. Rayuela es siempre una novedad para quien la relee, siempre aporta sorpresas esa obra que más que un libro es toda una literatura y aún más: todo un universo.

Y en el principio, el verbo:

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.



Bernardo Atxaga.
Obabakoak.
Edición especial 25 aniversario.
DVD-Libro-Postales.
Alfaguara. Madrid, 2013.

En 1988, hace ahora veinticinco años, Bernardo Atxaga publicaba Obabakoak, un volumen de relatos en el que llamaban la atención tanto la originalidad argumental como la eficacia técnica de su estructura. Hasta ese momento, en el que alcanza su madurez creativa, Atxaga era un desconocido del público lector, aunque su obra se había iniciado a principios de los años setenta.

Al año siguiente se le concedía el Premio Nacional de Literatura y el de la Crítica a Obabakoak, una obra muy sólida en la que se combinan la tradición y la modernidad, el apego a las raíces  y la amplitud de miras, una síntesis que ha hecho de Bernardo Atxaga un inevitable punto de referencia en la literatura más reciente, una presencia imprescindible en cualquier antología de narradores actuales.

En este cuarto de siglo, Obabakoak no ha perdido nada de su fuerza poética, de su magia narrativa y su hondura humana. Y porque Obaba, ese territorio ya mítico que es todos y ninguno, es el mundo, decir que este libro es un clásico de la literatura vasca es empequeñecerlo. Es un clásico sin más, un libro que contiene el mundo en la variedad de sus narraciones y en la mezcla de humor y nostalgia, de lo local y lo universal.

Luis Michelena lo dejó explicado así: "En el terreno cultural el pueblo que crea algo lo crea para él y para los demás y, así mismo, el que no crea para los demás tampoco crea para él."

La espléndida edición especial que ha preparado Alfaguara para conmemorar sus veinticinco años incluye, además del libro, una caja con el DVD del documental Lugares vacíos, palabras llenas, de Joxeanjel Arbelaitz, que ofrece duarnte una hora un bellísimo recorrido por el origen de los textos, por los lugares y las claves de la  literatura de Bernardo Atxaga, y el libro Un lugar llamado Obaba que contiene tres textos inéditos -"Un lugar llamado Obaba", "Mi primera lengua" y "Superficies de la literatura vasca"- en los que Atxaga explica el origen de la geografía literaria ya mítica de Obaba; reflexiona sobre la convivencia lingüística y sobre la superficie en la que deben moverse los libros escritos en lengua vasca.

En esa caja conmemorativa, también diez postales con ilustraciones de Marta Cárdenas, realizadas para celebrar este aniversario.


Dr. John Watson.
El libro de los enigmas de Sherlock Holmes.
Traducción de Efrén del Valle Peñamil.
Grijalbo ilustrados. Barcelona, 2012.

Una cuestión de identidad

Una tarde, mientras paseábamos por Regent’s Park de camino a St. John’s Wood, Holmes me pidió que me fijara en dos mujeres jóvenes que mantenían una seria conversación con un hombre algo mayor que ellas.

—Observe a esas damas, Watson. ¿Qué puede decirme sobre ellas?
Yo las estudié con atención. Eran tan parecidas como dos gotas de agua, idénticas en su estructura facial, en su porte, en su atuendo y en sus peinados. Compartí estas impresiones con mi compañero y afirmé que, sin duda alguna, debían de ser gemelas.
—¿Usted cree? —Holmes parecía divertirse—. Puedo decirle sin temor a equivocarme que Louise y Lisa Barnes comparten la misma madre, el mismo padre y el mismo día de nacimiento, pero me temo que va totalmente errado. Desde luego no son gemelas.
¿Sabría explicarlo?

Es uno de los 150 acertijos inspirados en el universo del detective más famoso del mundo, como señala el subtítulo de este libro atribuido a Watson, su cronista de hecho, el narrador de sus casos en las novelas y cuentos de Conan Doyle, aunque el texto de los acertijos es de Tim Dedopulos, experto en juegos de ingenio y rompecabezas.

150 acertijos que Sherlock Holmes le planteó a su ayudante, que supo resolver algunos de ellos. La solución de otros está en las explicaciones del propio Holmes. Organizados por su nivel de dificultad en cuatro apartados (Elementales, Sencillos, Ingeniosos y Endiablados), las soluciones se incluyen al final de este volumen ilustrado de manera espectacular con espléndidas viñetas de Rebecca Wright coloreadas con acuarela por Chris Gould, que firma algunas ilustraciones adicionales.

La versión original de este Libro de los enigmas de Sherlock Holmes, idéntica a la que publica Grijalbo -salvo en la lengua, claro- se vendía mucho el verano pasado en el 221b de Baker Street.


Santos Domínguez

Equipaje de vacaciones. Bolsillo



Gabriel García Márquez.
Todos los cuentos.
Debolsillo. Barcelona, 2013.

Desde La tercera resignación, un cuento de 1947, hasta El avión de la bella durmiente, de 1982, los relatos que Gabriel García Márquez fue escribiendo a lo largo de treinta y cinco años los agrupó en cuatro volúmenes: Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá Grande, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada Doce cuentos peregrinos.

Esos cuentos no alcanzan probablemente la altura descomunal de novelas como Cien años de soledad, El otoño del patriarca o El amor en los tiempos del cólera, pero contienen una parte fundamental del legado literario del colombiano, que dedicó a la técnica del género una serie de artículos teóricos imprescindibles.

De hecho, con sus primeros cuentos García Márquez empieza a construir un universo muy personal que pone los cimientos de El coronel no tiene quien le escriba o de Cien años de soledad. La imaginación, el realismo mágico, el decorado del trópico caribeño y los personajes desolados o excesivos contienen la semilla de su obra mayor y ponen los fundamentos técnicos y temáticos sobre los que se construirían sus novelas.

Fue así como nació Macondo en el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo o en los funerales de quien fue soberana absoluta de aquel lugar, y, sobre todo, fue en esos primeros cuentos donde García Márquez encontró el tono de voz que le permitiría acometer empresas narrativas de más largo aliento: es la voz del demiurgo, del contador de historias que en cada relato parece estar fundando el mundo, nombrando las cosas por vez primera.

Lo culto y lo popular, la tradición oral y la lectura de Faulkner, la realidad cotidiana y la irrupción natural de lo fantástico, la narrativa clásica y las aportaciones contemporáneas... Todo eso integra la argamasa con la que García Márquez crea el prodigioso edificio de su literatura, hecha de una difícil mezcla de arcilla y mármol que da lugar a un milagro creativo en cada uno de los cuarenta y un cuentos de este volumen.

Porque cada uno de estos cuentos es una pequeña obra de arte que tiene valor por sí misma y constituye una pieza fundamental e imprescindible en el pasmoso universo literario de García Márquez.

Un año después de que Mondadori reuniera por primera vez en un solo volumen en tapa dura la totalidad de la narrativa breve de García Márquez, que escribió estos textos a la vez que algunas de sus obras mayores o como preparación en cuanto a tono, ambientes, enfoques o personajes, aparecen ahora en el más asequible formato de bolsillo.




Gianna Manzini.
Hacia el umbral.
Traducción de David Ferrer.
Falsirena. Ávila, 2013.

Cuatro espléndidos relatos sobre la muerte y otras fronteras que Gianna Manzini (1896-1975), una de las grandes narradoras del medio siglo italiano, publicó cuando tenía cerca ese umbral, dos años antes de morir.

Cuatro relatos intensos en los que un Greco final habla con un amigo muerto en las sombras de su casa toledana, cunde la naturaleza alrededor de un muerto en accidente de moto, se recrea el delirio febril de una enferma o se explora el sueño como lugar de encuentro con la madre muerta. En ellos se puede descubrir a una autora deslumbrante, con una enorme sutileza estilística y una mirada introspectiva llena de matices y de profundidad.

Con traducción de David Ferrer, Hacia el umbral es el primer libro de Gianna Manzini que se edita en español. Con él inaugura la editorial Falsirena, con sede en Ávila y otra delicada línea de libros de poesía (Papeles de Recanati), su colección de narrativa Nuvolari.


 Desahuciados.
Crónicas de la crisis.
Selección a cargo de Rafa Caumel y J. A. López.
Ediciones Traspiés. Granada, 2013.

En su colección Vagamundos, Ediciones Traspiés reúne una selección de microrrelatos ilustrados en los que casi un centenar de narradores e ilustradores reflejan su visión de la crisis en Desahuciados. Crónicas de la crisis, cuyos beneficios irán destinados a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

Nombres como los de Ángel Olgoso, Care Santos o José Antonio Masoliver, que respondieron a una convocatoria del Taller Paréntesis de Málaga que se ha concretado en este volumen en el que la palabra y la imagen en blanco y negro se conjuntan para ofrecer desde distintas perspectivas una misma mirada crítica que se mueve entre la desolación y la resistencia, entre la rebeldía y la denuncia.

Entre la ironía y la reflexión, desde la desesperación del suicida al nuevo pobre, vagabundean por estos relatos en fuga y a la deriva por calles hostiles bajo la lluvia en busca no de empleo, sino de los contenedores de basura en donde hurgar entre las esperanzas perdidas.




Álvaro Pombo.
Relatos sobre la falta de sustancia
y otros relatos.
Edición de Mario Crespo López.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2013.

Cátedra Letras Hispánicas publica en un volumen preparado por Mario Crespo López dos libros de relatos de Álvaro Pombo, Relatos sobre la falta de sustancia (1977) y Cuentos reciclados (1997).

Se reúne así en un tomo la narrativa breve de Pombo, dos libros separados por veinte años de distancia y representativos de las dos etapas que distinguió José Antonio Marina en la narrativa del autor, que evoluciona desde el pesimismo eliotiano a la exaltación rilkeana.

Pese a eso, hay unas líneas de fuerza que sostienen todos los relatos: la intranscendencia de unas vidas anodinas que -como señaló Pombo alguna vez- reflejan “mi propia inexistencia,” la suma de fabulación y pensamiento, de lo autobiográfico y lo filosófico, las transiciones de lo narrativo a lo lírico, la influencia combinada de Iris Murdoch y los Cuatro cuartetos de Eliot.

La espléndida introducción de Mario Crespo, que además ha anotado los cuentos con eficiencia, traza un ensayo panorámico sobre la obra de Pombo y analiza las claves de cada uno de los veinticuatro relatos breves del volumen.


Honoré de Balzac.
El coronel Chabert, 
seguido de 
El verdugo, 
El elixir de la larga vida 
y La obra maestra desconocida.
Traducción de Mercedes López-Ballesteros.
Reino de Redonda. Debolsillo. 
Barcelona, 2013.

De entre los muertos. Chabert, el coronel napoleónico convertido en héroe a título póstumo, es una de las grandes creaciones de Balzac.

El coronel Chabert, dado por muerto en una batalla, decretada su muerte civil, desenterrado de la nieve y de una fosa de cadáveres, reaparece después de diez años en París en un despacho de procuradores para decir que está vivo. Rechazado por todos, incluso por su mujer, casada ya con otro y heredera única de su marido, lo ha perdido todo, incluso su condición de héroe público, aunque es precisamente en su situación desgraciada cuando alcanza su verdadera altura de héroe.

El coronel Chabert es una crítica demoledora de las instituciones y de los valores sociales. El matrimonio, la amistad, el egoísmo, el dinero, la verdad, la ambición, la justicia, el honor, el prestigio, la corrupción, la burocracia, la hipocresía son algunos de los ingredientes de una crítica despiadada de la condición humana.

Bastaría esta novela corta que Javier Marías incorporó a la trama de Los enamoramientos, y los tres cuentos memorables que completan el volumen, para asegurar a Balzac un lugar importante en la historia literaria. Hay tomos de su desigual Comedia humana de los que no se puede decir lo mismo.

Un clásico mayúsculo en la mejor traducción al español, la que publicó en Reino de Redonda Mercedes López-Ballesteros, reeditada ahora en formato de bolsillo.


Grandes relatos medievales.
Edición de Nemesio Martín. 
Austral. Barcelona, 2013.

Quizá en ninguna época como en la Edad Media y sus largas noches ha tenido el hombre tanta necesidad de verse acompañado por las historias, de consolarse con las peripecias ajenas, de conocer los relatos de otras vidas en otros sitios.

Por eso la Edad Media es un tiempo narrativo que desborda las fronteras de un género abiertos para inundar la lírica de los romances y mezclarse con el drama de La Celestina.

En el temprano verso irregular de los cantares de gesta o en las geométricas cuadernas de la clerecía, en la prosa romance o en el roman courtois, más tardíos porque exigen un lector solitario o con oyentes más refinados, la Edad Media fue pródiga en cuentos y narraciones diversos en tamaño, en tema y en intención, pensados para públicos distintos de plazas o de cortes, con diferentes formas de transmisión.

De esa enorme variedad, de esa riqueza dan cuenta estos Grandes relatos medievales que publica Austral con edición de Nemesio Martín, que ha realizado una espléndida selección de textos y los ha introducido con la cercanía y el poder de sugerencia que ya demostró en su admirable Invitación a la literatura.

Y eso es lo que vuelve a hacer en este libro: contar con cercanía unas historias que reelabora narrativamente con su propia voz, con la misma actitud del juglar que emocionaba y conmovía a un público que quería saber de los otros, de aquellos que tenían la altura heroica de Lanzarote o Lohengrin, el sino trágico del rey Sancho en el cerco de Zamora o de los siete infantes de Lara y sus cabezas colgadas en los arcos cordobeses por orden de Almanzor.

Pero, tras el paso de la mentalidad feudal y aristocrática, la Baja Edad Media burguesa elabora una narrativa de lo cotidiano, protagonizada por gente cercana o tan poco ejemplar como los cuarenta ladrones de Alí Babá o la comadre de Bath de la que narró Chaucer en sus Cuentos de Canterbury. 
Santos Domínguez


26/6/13

Equipaje de vacaciones. Poesía


Rafael Saravia.
Carta blanca.
Calambur. Madrid, 2013.

Carta blanca, el cuarto libro de Rafael Saravia, responde a un doble impulso imprescindible en la poesía: la mirada crítica a la realidad y el compromiso ambicioso con el lenguaje.

Por eso sus referentes poéticos, que van de Valente y Pérez Estrada a Gamoneda, Gelman o Mestre, inspiran ese doble impulso, sostenido con variaciones en las tres partes en que se articula el libro -Solo, Hasta que llegue diciembre y Carta blanca- y en unos poemas que pasan de lo íntimo a lo público, de la indignación al amor, de la búsqueda a la insurgencia, para combinar intensidad de lenguaje y altura de voz entre la fidelidad a la memoria y la militancia infatigable en la utopía.

Un ejemplo, estos versos del espléndido Tiempo de contar: Con el tiempo, se hizo medible la esperanza... / La premura se acomodó en el segundo, / el ímpetu en la hora, el cambio en el día, / la razón en los meses venideros, / el poema en cada sentencia futura.



José Ramón Ripoll.
Piedra rota.
Tusquets. Barcelona, 2013.

¿Te ofreces por azar al caminante / o eres tú, piedra rota, el principal motivo de su rumbo?

En la orilla del mar, una piedra rota se convierte en símbolo del mundo, en metáfora de un tiempo sin tiempo, / tiempo sin espacio. / Sólo un punto inasible en el vacío.

En torno a ese eje gira Piedra rota, el último libro de José Ramón Ripoll, que acaba de publicar Tusquets en su colección Nuevos textos sagrados. Porque esa piedra rota es también un espejo del poeta: has llegado hasta aquí para anunciarme, / no tu largo viaje, / sino mi rostro.

Y así, organizado en una secuencia  progresiva- Encuentro, Reconocimiento y Abandono- se desarrolla un texto de intensidad creciente, porque Piedra rota es un poema unitario articulado en una estructura musical con un preludio y esas tres partes -tres movimientos de un mismo proceso espiritual- que sostienen la búsqueda interior sobre la que se construye esta poesía interrogativa en busca de respuestas y de iluminaciones: Es luz este vacío.



Michael Hamburger.
La vida y el arte.
Antología poética.
Edición y traducción de Matías Serra Bradford.
Lumen. Barcelona, 2013.

Sebald trazó de él un retrato inolvidable en Los anillos de Saturno. Michel Hamburger (1924-2007), que llegó a Inglaterra en 1933 huyendo con su familia del nazismo, pasó su vida tendiendo puentes entre el inglés y su lengua materna y entre su casa y la naturaleza desatada de un jardín asilvestrado.

Si lo primero lo convirtió en un poeta inglés de Alemania y en un prestigioso traductor de poesía alemana – sobre todo Hölderlin y Celan- al inglés, lo segundo –la mirada a la naturaleza- constituye el núcleo de su mundo poético, en el que, como otros poetas ingleses, aunó naturaleza y estudio, contemplación y pensamiento: En la media luz tardía, la tierra / nos deshereda por completo.

Hamburger es poeta de descampado, poeta con gato y con paisaje, autor de una poesía de la mirada y la memoria, de unos textos que aspiran a decir lo indecible, a expresar lo inefable. Por eso los mejores poemas –dice Hamburger- son los que saben más que yo, incluso acerca de mí mismo, los que sorprenden en primer lugar al poeta en la revelación de lo oculto, los que descifran un secreto.

Esta es la primera antología individual en español de Hamburger, al que este mismo traductor, Matías Serra Bradford, incluyó en la amplia muestra de poesía inglesa La isla tuerta (Lumen), en la sección Excursionistas.



Alfredo Rodríguez.
Urre aroa.
Seis poetas de Tierra Naba.
Los papeles del sitio. Sevilla, 2013.

Seis poetas nabarros -así, a la manera antigua vascuence- que podrían haber existido. Los que reúne Alfredo Rodríguez en Urre aroa, un volumen espléndidamente editado con tipografía Ibarra en Los papeles del sitio.

Entre Henrique de Ariztarai –el mayor poeta de los nabarros- y el sefardí Inaxio de Huvilzieta, seis complementarios, seis poetas apócrifos que escribieron a las puertas del Renacimiento. Seis poetas necesarios que Alfredo Rodríguez convoca con unos versos que son su verdadera fe de vida.

Seis poetas que viven en unos versos atravesados por la emoción y escritos a prueba de siglos, ajenos al tiempo y a sus destrucciones. Vivos en una memoria sucesiva de vida y muerte en la que se superponen el poeta real y sus criaturas: Yo soy el que cerraba las puertas de la noche.




Mauricio Wiesenthal.
Perdido en poesía.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.

La fuerza de la respiración y el ritmo del aliento distinguen a cada poeta, escribe Mauricio Wiesenthal en la presentación de Perdido en poesía, el volumen en el que La Isla de Siltolá recoge su poesía inédita.

Métrica rigurosa y reflexiva, sensualidad de la palabra meditativa, búsqueda de la armonía son algunas de las claves de unos versos en los que la emoción y la experiencia, la memoria y las iluminaciones construyen una poesía que aspira a conseguir, en palabras de su autor, el aire puro de la oración, la belleza limpia de las aristas glaciares y el refugio de la soledad enamorada.

Una reunión de textos de diversos libros y tonalidades que culminan en el delicado aire de jardín andalusí que tienen los Poemas del Astrónomo, herederos de aquellos poetas que llegaron de Siria o de Bagdad a darnos lecciones de sentidos: No te apiades de mi vejez porque, desde el día que te fuiste con mi juventud, he esperado, con ansia, la triste hora enlutada de los cabellos blancos.


Ángel Rupérez.
Sorprendido por la alegría.
Bartleby Editores. Madrid, 2013.

Entre los cimientos de la identidad, el paisaje familiar de la infancia y un agudo sentimiento de la temporalidad, la poesía serena y meditativa de Ángel Rupérez evoca en Sorprendido por la alegría (Bartleby Editores) al padre enfermo con un ruido de fondo de fuentes y pájaros sin tiempo.

Una poesía cuya hondura se ancla en la memoria, en la emoción recordada en tranquilidad de la que hablaba Wordsworth, junto con la de Emily Dickinson o la de Luis Cernuda una de las presencias más significativas de estos textos llenos de destellos y de sentimiento del paisaje.

Junto con la naturaleza y el recuerdo, en la armonía del pasado y el presente, la música, la luz, la pintura de Rembrandt, los ámbitos urbanos en una constante celebración de la vida, ese eterno retorno: para que no nos deje la luz, / ni nos abandone el entusiasmo.




Enrique Falcón.
Porción del enemigo.
Calambur. Madrid, 2013.

La pregunta que este libro nos confía no es si nuestro enemigo podrá ser vencido, sino si podremos mirarlo de una vez, ahora, al menos un centímetro por encima de nuestros propios terrores, escribe Enrique Falcón en el Preliminar de Porción del enemigo, que cierra en Calambur su Trilogía de las Sombras, de la que forman parte también Amonal Taberna roja.

La poesía de Enrique Falcón brota de una doble actitud crítica: la conciencia del mundo y la conciencia del lenguaje para expresar el conflicto en un momento tan decisivo como este, para mirar la realidad desde la disidencia y para llamar a las cosas por su nombre, que es la primera condición para modificarlas.

Por eso estos poemas, escritos a dos metros del apocalipsis, practican una disidencia múltiple: de las condiciones políticas y sociales de la actualidad y de las convenciones del lenguaje ordinario, invitan a la insurgencia, como en la Canción del levantado ( No esperes casi nada de su magistratura / No reces en su lengua, no bailes con sus ropas / No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes / Ni alojes en su boca la sal de tu sabor), o practican el sarcasmo paródico del Salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta).

Poemas escritos contra el enemigo, contra aquellos que esperan que te rindas. / Que devuelvas las canciones a sus cuartos.



Blas de Otero. 
Obra completa (1935-1977). 
Edición de Sabina de la Cruz 
con la colaboración de Mario Hernández. 
Introducción de Mario Hernández 
y Sabina de la Cruz.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2013. 

La búsqueda y la insatisfacción orientan la palabra viva, “móvil y cambiante” de su poesía, como señala Mario Hernández en la introducción a la Obra completa (1935-1977) de Blas de Otero, que se reúne por primera vez en un volumen editado por Sabina de la Cruz y publicado por Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.

Un volumen con su obra en verso y prosa, en el que se recogen todos los libros que el poeta publicó en vida, el póstumo Hojas de Madrid con La galerna -editado también en Galaxia Gutenberg en 2010- y tres libros inéditos: Poesía e Historia, Historia (casi) de mi vida y Nuevas historias fingidas y verdaderas.

La edición de la obra total de Blas de Otero es una aportación decisiva que refleja la vitalidad poética de un hombre que no se rindió nunca, el crecimiento de un poeta de profundidad progresiva y en constante búsqueda, ofrece un recorrido por sus múltiples registros estilísticos, por su variedad temática y por las distintas propuestas estróficas que exploró en su obra poética, desde el soneto clásico hasta la forma popular y desde el verso libre hasta los poemas en prosa.

Una meritoria y compleja labor de edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández, que además de ordenar los inéditos han tenido que recomponer todo aquello -y no fue poco- que mutiló la implacable censura franquista.

En la última sección del libro, Complementos, doscientas páginas recogen los textos inéditos y dispersos ordenados cronológicamente, traducciones de poetas rusos o de Nâzim Himet, un poeta turco que le influyó mucho, y una abundante muestra de declaraciones y entrevistas en las que Blas de Otero –que siempre quiso averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros- habla de su vida y su obra fieramente humana, viva, cambiante y variada.

Esa variedad contrasta con la unidad que les otorga a los versos de Blas de Otero la autenticidad de una de las voces imprescindibles de la poesía española del siglo XX.


Poesía china 
(Siglo XI a.C- SigloXX).
Edición de Guonjian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2013.


La oscuridad de la noche me dio ojos negros / y yo los utilizo para buscar la luz, escribió Gu Cheng (1956-1993), poeta pekinés y suicida joven. Es uno de los poemas con los que Guojian Chen, un prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, actualiza en Cátedra Letras Universales la que quizá sea la mejor antología que existe en español de un género muy popular en aquel país.

Desde el siglo XI a. C. hasta finales del siglo XX, sus quinientas páginas recogen más de tres mil años de refinamiento verbal y de delicadeza en la mirada hacia el paisaje o hacia el interior del poeta. Y con mucha frecuencia, como en ese brevísimo texto, la simultaneidad entre la contemplación y la meditación.

Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en el centro aparente – el centro real es siempre el yo lírico- de una poesía como esta, una de las más antiguas y sutiles del mundo

Una poesía que prácticamente desconoce o desprecia el tono épico y se convierte en forma de conocimiento o en vía de expresión de la meditación  budista, del taoísmo o el confucianismo. Pocas veces tendrá el lector oportunidades como esta para adiestrarse en el consuelo de la quietud y la escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo.



Ted Hughes.
Cartas de cumpleaños.
Traducción de L. A. de Villena.
Introducción de Andreu Jaume.
Nota final de Luna Miguel.
Lumen. Barcelona, 2013.

Sylvia Plath y Ted Hughes forman el que quizá sea el último mito literario del siglo XX, señala Andreu Jaume en la introducción de la edición renovada que publica Lumen de las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes (1930-1998), el excelente escritor inglés que fue marido de Sylvia Plath y arrastró durante mucho tiempo una leyenda turbia sobre su relación y sobre la injusta responsabilidad del suicidio de su mujer.

Fue una relación tan problemática como la que Hughes tuvo con los ochenta y ocho poemas que en un tono confesional y directo evocan el fantasma de Sylvia. en uno de los libros de poesía más vendidos de la historia. 

Hughes, que había guardado silencio sobre sus relaciones y sobre el suicidio de Sylvia, había huido en su literatura de la introspección autobiográfica y del tono confesional y nunca estuvo muy seguro de si debía publicar estos poemas que fueron más un intento de terapia propia que de explicación pública de un conflicto. Sólo se decidió a publicar el libro cuando supo que le quedaban pocos meses de vida. Hughes murió en 1998, alejado del mundo para sobrevivir en la soledad del campo y en contacto con la naturaleza, admirado y atacado por igual en la distancia, tras provocar rechazos viscerales y recibir reconocimientos como el de Poeta Laureado. 

A los cincuenta años del suicidio de Sylvia Plath y a los quince de la muerte del poeta y de la aparición de este libro, Lumen ofrece una versión corregida, actualizada y matizada de la traducción que Villena hizo en 1999 y añade a aquella edición una espléndida introducción de Andreu Jaume y una creativa nota final de Luna Miguel.


Arthur Rimbaud.
Poesías.
Edición y traducción 
de Antonio Martínez Sarrión.
Austral. Barcelona, 2013.

En una carta de 1871 Rimbaud proponía como objetivo de la poesía llegar a una iluminación de lo desconocido mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos.

Eran los años en los que un Rimbaud adolescente escribía los textos del que sería su primer libro, Poesías, que acaba de aparecer en una espléndida versión de Antonio Martínez Sarrión en Austral.

Entre El aguinaldo de los huérfanos (1869), el primer poema conocido de Rimbaud, y los tres sonetos uranianos de Los stupra, este es un libro desigual, pero lleno de sorpresas y destellos como El barco ebrio, tal vez el más visionario del poeta. Un libro que pasó a un segundo plano ante la fuerza de sus libros finales, Iluminaciones y Una temporada en el infierno, pero que en su núcleo central contiene algunos de los momentos más altos de su poesía, como Las despiojadoras –un texto provocador que escribió a la vez que se declaraba en rebeldía con el mundo, se escapaba de casa y comenzaba una interminable peripecia de vagabundeos que expresaban su aversión al sedentarismo-, Las primeras comuniones, Vocales o Los poetas de siete años.

Está aquí ya, potente y precoz, el Rimbaud audaz y escandaloso que explora los límites del lenguaje, de la corrección política, de la moral tradicional y del buen gusto. Precoz y procaz, aquel adolescente rebelde, aquel ángel infernal del exceso acabaría cambiando la poesía europea en cuatro años de escritura.

Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea. No existe movimiento poético que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.

Traducirlo no es fácil. Y a esa tarea se ha enfrentado Martínez Sarrión, que habla en su prólogo de la condición poliédrica de su poesía y del enigma Rimbaud de su biografía antes de ofrecer una traducción espléndida en la que se ha esforzado en respetar “el espíritu y la letra del original” y en “poner igual o mayor cuidado en el verso castellano.”

Y el resultado está sin duda a la altura de ese objetivo, difícil siempre que se traduce poesía, casi inalcanzable si la poesía que se traduce es la de Rimbaud, un barco ebrio: Cuando iba descendiendo por impasibles ríos...




Juan Ramón Jiménez.
Apartamiento.
Edición crítica, introducción y notas 
de Joaquín Llansó Martín-Moreno 
y Rocío Bejarano Álvarez
Linteo. Orense, 2013.

   
Hay una cosa negra, que pudo ser de oro, / que no se borra, que es, como este olor, amargo, escribe Juan Ramón Jiménez en Remordimiento, uno de los cuarenta poemas inéditos de Apartamiento, un libro esencial que Juan Ramón escribió entre 1911 y 1912, en uno de los momentos de mayor creatividad de su trayectoria.

Un libro espléndidamente editado -como Ellos, Libros de amor, La frente pensativa, Arte Menor, Espacio y Tiempo– por la impagable colección de poesía de Linteo, que se ha convertido en una editorial de referencia y sigue recuperando títulos esenciales de Juan Ramón en ediciones críticas ilustradas como esta, de la que se han ocupado dos expertos tan eficientes como Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez.

Domingos, El corazón en la mano y Bonanza se titulan las tres secciones de un conjunto disperso e inédito hasta ahora, aunque bastantes de sus poemas habían aparecido en distintas recopilaciones desde las Poesías escojidas de 1917 a la Segunda antología de cinco años después, sobre todo los de Bonanza, que allí parecía un libro exento -así lo concibió en un principio Juan Ramón y llegó a editarse por separado- , aunque acabó formando parte de un proyecto más amplio que tituló Apartamiento.

Pero, aunque ya conocidos en parte, es en el conjunto –las dos primeras partes se publican ahora por vez primera- donde cobran su verdadero sentido esos poemas, porque culminan un trayecto espiritual, un camino de perfección y de búsqueda de transcendencia que se inicia en Domingos y que en Bonanza adquiere una dimensión religiosa.

Un Juan  Ramón distanciado ya emocionalmente de Moguer: ¡Cielo azul de aquel pueblo/ que pudo ser la dicha y sólo fue el cansancio!





Antonio Gamoneda. 
Antología poética. 
Selección e introducción 
de Tomás Sánchez Santiago.
Alianza Editorial. Madrid, 2013.

Alianza publica en formato de bolsillo una edición actualizada de la Antología poética de Antonio Gamoneda, con doce textos de su reciente Canción errónea. Una nueva edición imprescindible de una poesía en constante proceso de formación.

Poeta de la extralimitación llama Tomás Sánchez Santiago a Antonio Gamoneda en La armonía de las tormentas, el enjundioso y contenido prólogo que ha escrito para introducir la lectura de esta antología de una obra en la que –como señala el antólogo en la nota a esta nueva edición- “no hay añadiduras ni poemas de vocación suplementaria. Todo se concita en una única respiración verbal que sigue siendo fértil en su confesa insistencia.”

Y es que si la poesía es casi siempre una experiencia extrema de límites, lo es más en un poeta como Gamoneda que no está por encima de las modas, sino por debajo, porque en su poesía hay algo profundamente telúrico que tira de nosotros hacia abajo, un río subterráneo y torrencial, una voz sumergida y oculta, no tan secreta como acallada por la censura en el franquismo.

De Gamoneda hemos aprendido sus lectores a convivir con la luz del plomo, con la injusticia y la soledad, a soportar el peso del mercurio, el temblor del azufre y el óxido que sabe a una desaparición y tiene el mismo olor que la tristeza. A entender que para un poeta un libro es una aparición y un poema,"un pensamiento que canta."

Articulada en torno a una serie de elementos temáticos y expresivos que contienen las claves de su unidad, el tiempo y el espacio son los ejes referenciales de su evolución poética. Una evolución marcada por la temporalidad hasta Descripción de la mentira y por la abolición del tiempo en favor de una poética de lo espacial a partir del Libro del frío. O, lo que es lo mismo, el paso del canto a la contemplación a través de palabras e imágenes de una enorme fuerza expresiva.

Imágenes y palabras fundidas en el magma oscuro de la memoria violenta y armónica que vive en el armario lleno de sombra del que surge una poesía que no se comprende con la inteligencia racional, sino de otra manera más intensa, más primaria, más duradera: como se comprende / un fruto con la boca, una luz con los ojos.


Santos Domínguez

Equipaje de vacaciones. Narrativa


Eugenio Fuentes.
Si mañana muero.
Tusquets. Barcelona, 2013.

Madrid, 17 de julio de 1936. Un comprador paga a un pintor mil pesetas –el doble de su valor inicial- por un cuadro de su primera exposición individual, una Maternidad en llamas a la que prende fuego nada más salir de la exposición. Rubén, el pintor novel y sorprendido, reacciona y quema en respuesta al agravio las mil pesetas. 

Con esa fuerza comienza Si mañana muero, la última novela de Eugenio Fuentes, que publica Tusquets. El torbellino que se desata en España al día siguiente con la sublevación militar arrastra al pintor, al lector y al resto de personajes en una trama con la que el novelista regresa al territorio de Breda con una novela inolvidable.

Si mañana muero es la cima provisional de una trayectoria novelística creciente que acometía aquí su proyecto más ambicioso y por eso mismo no solo el más trabajado, sino el que más riesgos contenía. Da la impresión de que la obra de Eugenio Fuentes ha ido creciendo en técnica y en hondura en el trazado sicológico de los personajes, matizando su sintaxis, ganando en solvencia narrativa y en capacidad descriptiva del paisaje a la vez que maduraba esta historia. Y aunque el telón de fondo sea la guerra civil y la posguerra, esta no es una novela sobre aquel conflicto. Es una novela sobre la dignidad en tiempos de cólera desatada que abarca quince años, de 1936 a 1951, una obra que mira, más que hacia el fondo de llamas y banderas que presagiaba el cuadro incendiado al comienzo de la novela, al interior de unos personajes que son los verdaderos soportes de Si mañana muero.

Y seguramente ha considerado el novelista que este era el momento adecuado para culminar un proyecto que rondaba por su mente desde hace más de veinte años y que fragua brillantemente en una novela que no da tregua al lector porque tampoco el autor ha permitido que se produzca el menor desaliento, la menor arritmia en su admirable y sostenido pulso narrativo.




J. M. Coetzee.
Escenas de una vida de provincias.
Traducciones de 
Juan Bonilla (Infancia).
Cruz Rodríguez (Juventud).
Jordi Fibla (Verano).
Mondadori. Barcelona, 2013.

Mondadori reúne en un volumen (Escenas de una vida de provincias) las tres entregas de la espléndida autobiografía novelada en la que J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) proyecta una mirada distante, panorámica y lúcida sobre sí mismo.

Un narrador en tercera persona resume ese distanciamiento emocional sobre su propia historia al evocar la niñez a comienzos de los años cincuenta en Infancia o al trazar en Juventud el autorretrato del artista adolescente lleno de dudas en la búsqueda de su propia identidad vital y literaria.

La tercera parte -Verano- culminaba ese proceso con una implacable vuelta de tuerca para contemplar un periodo crucial de su vida desde la distancia definitiva de la otra orilla. Muerto ya, recurre a la figura de un investigador que intenta reconstruir esa época del escritor a través de cinco entrevistas a personas que lo conocieron. Una antigua amante, que destaca su tendencia al onanismo, su prima Margot, una viuda brasileña que despreció su debilidad, y dos colegas de la Universidad: Martin y Sophie. Sus testimonios completan una imagen coherente y autocrítica que explora el límite de la escritura introspectiva y de la memoria y atraviesan una obra en la que brillan por igual el estilo y la inteligencia.

La reflexión autocrítica sobre su vida y su vocación literaria se recogen ahora en un solo volumen que permite leer de un tirón las memorias noveladas de uno de los narradores imprescindibles de los últimos años.



Julio Llamazares.
La lluvia amarilla. 
Edición conmemorativa.
Seix Barral. Barcelona, 2013.

Cuando se cumple un cuarto de siglo de la aparición de un clásico contemporáneo como La lluvia amarilla, de Julio Llamazares, Seix Barral publica una edición conmemorativa enriquecida con un prólogo del autor y con un DVD que contiene el documental Anielle, de Eduardo de la Cruz, sobre el pueblo del Pirineo aragonés donde se ambienta esta novela, la más leída y traducida de todas las suyas, como señala Llamazares en el prólogo.

Fue una novela, segunda de su autor, que se había dado a conocer con Luna de lobos, que superó todas las expectativas y que acabó por convertirse en símbolo de los paraísos perdidos evocados por la memoria. Tuvo un enorme éxito de crítica y público, a lo que contribuyó no solo su evidente valor literario, sino la lectura sociológica, una de las posibles que admite un texto tan rico en matices,  que se hizo de sus páginas.

En el duro paisaje de ese lugar despoblado por el éxodo rural, el monólogo interior de Andrés, su último habitante moribundo en su última noche, tiene una potencia literaria y una tensión estilística que lo coloca en muchos momentos cerca del lenguaje poético: Pronto llegó noviembre con su pálido aliento de lunas y hojas muertas.

El documental Anielle que recoge el DVD incluido en esta edición se rodó a partir de la novela en los paisajes en los que transcurre y aporta también fotografías de un Anielle aún habitado, lo que permite conocer los escenarios reales en los que aún suena el melancólico y febril monólogo de Andrés en soledad.




Enrique Serna.
La ternura caníbal.
Páginas de Espuma. Madrid, 2013.

Intensos, compactos y sorprendentes, los diez relatos que Enrique Serna ha reunido en La ternura caníbal, que publica Páginas de Espuma, exploran las relaciones de poder en la pareja, la lucha destructiva entre los amantes por la dominación.

Condensación, eficacia narrativa, reducción de la trama a su núcleo conflictivo son algunas de las constantes técnicas que acreditan a Enrique Serna como un narrador eficiente en estos relatos. Unos textos que mezclan crueldad y humor negro, tragedias grotescas y una mirada irónica e implacable que recuerda al esperpentismo y a Buñuel.

Desde la venganza póstuma de Entierro maya hasta La incondicional que ajusta cuentas al pie de la cama de su marido moribundo, diez espléndidos cuentos habitados por personajes tan contradictorios como sus sentimientos y sus comportamientos.





Koda Rohan.
El samurái barbudo.
Traducción de Naoaki Shimada.
Introducción de Carlos Rubio.
Satori Ediciones. Gijón, 2012.

En su magnífica colección Maestros de la Literatura Japonesa, Satori Ediciones publica dos novelas de Koda Rohan (1867-1947), La pagoda de los cinco pisos y El samurái barbudo, presentadas por un prólogo de Carlos Rubio en el que destaca que “con su voz antigua, la obra de Rohan supo capturar la vitalidad y el optimismo constructivo de la sociedad japonesa” de finales del XIX.

El destino colectivo y el individual, la vida y la muerte, a través de las diversas situaciones a las que se enfrentan los personajes de estas novelas que son también una parábola de la condición humana, el honor y la dignidad, la amistad y el sentido de la existencia en una síntesis de ideas y propuestas que van de lo filosófico a lo estético, del humanismo al optimismo social, del taoísmo a la confianza en el arte como medio de iluminación del hombre.



Anatole France.
Tais.
Traducción de Luis Ruiz Contreras.
Grabados de Paul Albert Laurens.
Edición y prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.

Reino de Cordelia publica una bellísima edición ilustrada de Tais, la novela histórica y alejandrina de Anatole France.

Esta edición reproduce los grabados de Paul Albert Laurens que aparecieron en la edición de 1900 y la traducción de Luis Ruiz Contreras, actualizada por Luis Alberto de Cuenca, que ha escrito un prólogo sobre la historia bibliográfica de este libro, del que hace “una vindicación entusiasta” de “su enorme fuerza narrativa, su profundidad psicológica y su capacidad descriptiva fuera de lo común.”

Su asunto es la historia de Tais, la cortesana de Alejandría que vivió en el siglo IV y sería canonizada después de ingresar en un convento para someterse a una dura disciplina durante cinco años para redimir su pasado y de que la monja Roswitha de Gandersheim reivindicase su figura en el siglo X. En contraste con ella, la infelicidad obsesiva de los anacoretas tentados por diablos en el desierto egipcio. Y entre ellos, en primer lugar Pafnucio, el monje atormentado y enamorado que sabía que Tais era su pecado.



Bhajju Shyam.
El libro de la selva de Londres.
Traducción de Carlos Mayor.
Sexto Piso. Barcelona, 2013.

Un siglo largo después de que Kipling publicase El libro de la selva, el artista indio Bhajju Shyam, de la tribu gond, devuelve a los británicos la visita cuando desde su aldea viaja a Londres para decorar un restaurante indio y descubre la selva urbana con una mirada insólita que dejó reflejada en El libro de la selva de Londres.

Es el libro deslumbrante de un artista deslumbrado ante ese mundo desconocido hasta entonces para él. Un bestiario simbólico y visual, contemporáneo y urbano que es también una respuesta irónica a Kipling con peces y tortugas, con un autobús metaforizado en un perro o el Big Ben transformado en gallo. Un libro que ha deslumbrado a John Berger o a Roberto Calasso, para quien “muestra el significado verdadero de la palabra encantamiento”.

Lo edita Sexto Piso, con traducción de Carlos Mayor de los textos que Sirish Rao y Gita Wolf escribieron a partir del relato oral del autor de las ilustraciones, Bhajju Shyam.




 James McClure.
El cazador sordo.
Traducción de Susana Carral.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.


Hugo Swart entró en el purgatorio pasadas las nueve de la noche más calurosa del año. Para él fue toda una sorpresa, al igual que para varios de sus conocidos, que lo tenían por un joven soltero y mojigato, y fueron incapaces de conciliar esa idea con la de que hubiese sido brutalmente asesinado.

Así comienza El cazador sordo, una novela policiaca del sudafricano James McClure que se publicó en 1974, en los peores años del apartheid, y que ahora publica Reino de Cordelia con traducción de Susana Carral. Un caso del teniente Kramer y el sargento Zondi, que –como La canción del perro, que apareció en esta misma editorial hace ahora un año- revela en McClure a un narrador poderoso. Y más que eso, a un escritor que combina una trama elaborada con brillantez y desarrollada con agilidad y pulso narrativo con la crítica del apartheid.

Porque, por encima de su estructura de novela policiaca, El cazador sordo es una bajada a los infiernos de los asentamientos negros de Jabula, una crítica del terror y de la violencia racial en la Sudáfrica anterior a Mandela.




Guadalupe Nettel.
El matrimonio de los peces rojos.
Páginas de Espuma. Madrid, 2013.

Se aprende mucho de los animales con los que convivimos, dice la narradora del cuento que da título a un conjunto de cinco relatos con los que Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) ganó el III Premio de narrativa breve Ribera del Duero.

Los cinco relatos de El matrimonio de los peces rojos confirman esa observación, porque los animales que aparecen en ellos (un matrimonio de peces rojos que convive con un matrimoniohumano, las cucarachas que invaden una casa de la clase alta, una estudiante con una gata en celo, los hongos que mantienen unidos a dos amantes en la distancia o la serpiente que encarna las desavenencias conyugales) plantean un juego de espejos entre animales domésticos y hombres, desvelan los vínculos complejos que unen sus existencias y sus comportamientos.

Ese juego de espejos es el reflejo de las pulsiones secretas de unos personajes obsesivos y angustiados en cuyos mundos más ocultos bucean estos relatos que sacan a la luz lo subterráneo, lo raro, la corriente anómala que discurre bajo la superficie de sus vidas y brota finalmente.

Con una escritura muy precisa y una admirable eficacia narrativa, los cuentos de este volumen equilibran la calidad de una prosa de elaborada transparencia y una tensión argumental que va creciendo a medida que se avanza en cada uno de ellos.


Rubino Romeo Salmonì A15810.  
He derrotado a Hitler.
Traducción de Leo Caro Calvo.
Confluencias Editorial. Almería, 2013.

En esta autobiografía del italiano Rubino Romeo Salmonì, un superviviente de Auschwitz, se inspiró Roberto Benigni para su película La vida es bella. Desde la mañana del 30 de abril de 1944, el domingo en que fue detenido en el mercado romano de Porta Portese, hasta su regreso a Roma el 3 de septiembre de 1945, transcurre una larga estancia en un infierno que Dante no pudo imaginar.

Desde la prisión de Regina Coeli a un campo de concentración en Modena y de allí al amanecer del 26 de junio de 1944 en que llega al planeta Birkenau donde se le asigna el identificador A15810, transcurre un viaje hacia la muerte y hacia una destrucción a la que Salmonì pudo escapar para dejar en este Yo derroté a Hitler la memoria del horror de quien nunca abandonó por completo Auschwitz y, pese a todo, una orgullosa declaración de esperanza y de compasión por los muertos narrada de manera directa y eficaz: Birkenau me había robado mi bondad, mi dignidad, mi sonrisa, pero no la piedad por quienes sufrían.

Lo acaba de publicar la Editorial Confluencias en su colección Apeninos con una intachable traducción de Leo Caro Calvo.


Carson McCullers.
¿Quién ha visto el viento?
Traducciones de José Luis López Muñoz 
y María Campuzano.
Austral. Barcelona, 2013.

Todo lo que sucede en mis relatos me ha sucedido o me sucederá. En esa declaración, tan confesional como inquietante, de la materia autobiográfica que nutre sus cuentos se resume el mundo narrativo de Carson McCullers. ¿Quién ha visto el viento?, que publica Austral, es una antología de cuentos extraída de la edición imprescindible de sus relatos en El aliento del cielo (Seix Barral, 2007), traducidos por José Luis López Muñoz y María Campuzano.

Salvo las tres novelas cortas que incorporaba aquel volumen, están aquí los diecinueve cuentos que escribió la narradora norteamericana, uno de los referentes del género. Algunos de ellos son la prehistoria de su excelente primera novela, El corazón es un cazador solitario. 

De un lirismo desgarrado, o sombríos y conmovedores en su mirada al interior de unos personajes acosados por la soledad, eficaces desde la primera frase en la precisión de su economía técnica y en su agilidad narrativa, turbadores en la desolación característica del gótico sureño, los recorre una voz sutil y poderosa que desde la maravillosa región solitaria de las historias sencillas y del mundo interior sitúa en el centro del relato un núcleo conflictivo para hablar de la complejidad de las relaciones humanas, de la dificultad de la comunicación en la pareja, de la enfermedad, del alcohol y la muerte.

Cualquiera de estos cuentos podría servir como modelo del relato norteamericano contemporáneo sin desmerecer de Faulkner, Tennessee Williams, Scott Fitzgerald, Cheever o Carver por la huella imborrable que dejan en la memoria del lector.



Natsume Sōseki.
Misceláneas primaverales.
Prólogo de José Pazó.
Traducción de Akira Sugiyama.
Satori. Gijón, 2013.

Un recorrido demorado por la obra, la vida y los temas de Natsume Sōseki abre la edición de sus Misceláneas primaverales en Satori. Lo propone José Pazó en el estupendo prólogo que ha escrito para este volumen que además de ese título incluye Los sueños de diez noches.

Sueños melancólicos y terribles que tienen como centro la muerte, los miedos, el sentimiento de culpa, el sexo, los juegos de espejos. Esas son las claves de unas intensas incursiones en el relato onírico que presagian a Borges.

Las Misceláneas primaverales contienen veinticinco historias breves de carácter introspectivo y autobiográfico. Historias atravesadas también por un potente carácter onírico y de una asombrosa modernidad en su fragmentarismo y su sentido simbólico que se mueven, como señala el prologuista, “entre la melancolía y la sonrisa”, aunque lejos del Soseki humorístico de sus primeros libros.




Santos Domínguez