12/12/13

Auden. El arte de leer





W.H. Auden.
El arte de leer.
Ensayos literarios.
Edición y prólogo de Andreu Jaume.
Traducción de Juan Antonio Montiel Rodríguez.
Lumen. Barcelona, 2013.

Lleva este lugar, desde su creación hasta estos días en que sobrepasa las 805.000 visitas, un lema de W.H. Auden que resume su forma de entender la crítica. Forma parte de Leer, y en la versión de Juan Antonio Montiel dice: Atacar los libros  malos no solo supone una pérdida de tiempo, sino que es malo para el carácter.  

Uno de los rasgos más significativos de la crítica contemporánea es que algunas de sus mejores muestras las han realizado críticos que antes que eso son poetas. La nómina es larga en cualquier literatura. Baste recordar en la crítica hispánica algunos nombres: Dámaso Alonso, Cernuda, Salinas, Valente, Gil de Biedma o Borges. O Pound, Eliot y Brodski en le ámbito anglosajón. O Valèry en Francia. No es un fenómeno estrictamente contemporáneo, hay precedentes tan brillantes como el de Fernando de Herrera, temprano y brillante comentarista de la poesía de Garcilaso.

En ese panorama, el nombre de Auden es uno de los más relevantes. Poliédrico en su escritura, en sus intereses y en sus influencias, Auden, uno de los grandes poetas del siglo XX, es también un crítico de importancia incuestionable cuya lucidez ha dejado una huella imborrable en el ensayo literario posterior. 

De esa línea crítica, paralela y complementaria de su actividad creadora, dan una certera muestra los dieciséis ensayos que se recogen en El arte de leer, que publica Lumen con edición y prólogo de Andreu Jaume y traducción de José Antonio Montiel.

Una selección que se abre con Leer y Escribir, dos ensayos especialmente significativos pese  a su carácter fragmentario e impresionista, que Auden concibió como prólogo de La mano del teñidor y que resumen ejemplarmente sus dos facetas creadoras, la del poeta y la del crítico, convergentes en tantos momentos de su obra. Dos facetas inseparables en su labor literaria, porque su crítica es la del poeta y su poesía está sometida a una autocrítica constante.como en el espléndido Hacer, conocer y juzgar.

Por eso, la relación del poeta con su obra es una relación problemática y en revisión constante. Escritor en conflicto consigo mismo y con sus textos, sometidos a un constante proceso de corrección o de impugnación. Confuso y perplejo, en el filo de la navaja que corta el terreno de lo racional y lo irracional, la religión y el sicoanálisis, el marxismo y el cristianismo, Auden resolvió parte de esas tensiones, y otras más subrepticias, menos emergentes, a través del proceso de escritura.

En él, la actividad crítica es una exploración del sentido, impropia de dioses menores que premian a los buenos y castigan a los malos, de porterillas del Parnaso, de reseñistas intransitivos con vocación de guardias de la circulación o de gafapastas profesorales especializados en celebrar la insustancialidad del humo con palabras vacías.

Son las antípodas del excelente crítico que es Auden cuando escribe sobre el legado griego, sobre Marianne Moore, sobre Poe, Valèry, Eliot o Cavafis, o cuando proyecta hacia los sonetos de Shakespeare una mirada tan contemporánea como imprescindible.

Tan imprescindible como esta colección de ensayos que se cierra con algunos fragmentos de la conversación que recogió y editó su alumno, el poeta Alan Alsen en el libro The Table Talk of W.H. Auden.

Santos Domínguez