7/5/13

Rafael Chirbes. En la orilla


Rafael Chirbes.
En la orilla.
Anagrama. Barcelona, 2013.

El primero en ver la carroña es Ahmed Ouallahi. 

Esa es la primera frase de En la orilla, la última novela de Rafael Chirbes, que sin duda estará entre las mejores del año, publicada por Anagrama.

Seis años después de Crematorio, que tenía tanto de diagnóstico como de pronóstico y que terminaba como empieza esta, con un perro escarbando en la carroña, En la orilla se centra en el emponzoñamiento de una crisis que ha convertido la situación actual en esa ciénaga enfangada que va inundando una novela que tiene un pantano como simbólico telón de fondo de la putrefacción de esa carroña en que se ha convertido la realidad.

En la orilla es por eso la segunda tabla de un díptico narrativo que se sustenta sobre la mirada descarnada y lúcida de Chirbes sobre la degradación moral de la sociedad, la historia, la naturaleza y las personas.

Desde la corrupción especulativa de la burbuja inmobiliaria que era el eje de Crematorio al emponzoñado panorama actual se ha descendido a ese turbio fondo pantanoso en que se ha transformado el horizonte de rascacielos que herían el paisaje litoral de aquella novela.

En torno a Esteban, el protagonista, se organiza un texto coral, un almacén de voces, una sucesión de monólogos que articulan un libro en el que la narración, las descripciones y las reflexiones trazan el retrato crítico y panorámico de la realidad española actual, un erial levantino en el que se simbolizan todos los excesos de la especulación y sus consecuencias actuales.

En la orilla habla de todo eso y por medio de ese cruce de monólogos desde el lugar del escombro vincula la podredumbre del agua estancada a la degradación de la realidad, a la decadencia física de los personajes y a la decepción de las utopías y los sueños perdidos.

Y lo peor no es la situación actual, sino la actitud social ante la crisis, porque a la gente le da todo igual; mientras no le tiren la basura del otro lado de la tapia, ni le llegue el olor de podredumbre a la terraza, se puede hundir el mundo en mierda.

Es el estiércol que se acumula en el patio trasero de la historia, en los descampados abandonados y en esa orilla del pantano en la que se ha quedado Esteban, en un lugar de la nada donde nada se mueve, en una negación del tiempo empozado, porque en el fondo esta sociedad inmóvil apenas ha cambiado desde hace medio siglo.

Densidad literaria, potencia narrativa, tensión estilística, proyección simbólica y lucidez crítica se conjugan magistralmente para hacer de esta novela literatura de alto voltaje que no da respiro al lector en ninguna de sus más de cuatrocientas páginas imprescindibles.

Santos Domínguez