9/2/13

Conrad. El espejo del mar



Joseph Conrad.
El espejo del mar.
Recuerdos e impresiones.
Edición y traducción de Javier Marías.
Prólogo de Juan Benet.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Aunque poco conocido, El espejo del mar es desde hace tiempo un libro de culto para iniciados en Conrad. El mejor de los suyos en opinión de algunos de sus más prestigiosos lectores. Por eso, a instancias de Juan Benet, Javier Marías hizo con ella una de sus mejores y más difíciles traducciones en una edición que publicó Hiperión.
“Contra el aprovechado y explotador gremio de los editores en general /.../ y contra uno de éstos en particular, nítido ejemplo de aprovechamiento y explotación,” Marías revisó en 2004 para una edición ilustrada en Reino de Redonda la traducción  del “libro que más trabajo le dio en su vida y le supuso más dificultades -pero quizá también más íntimos orgullo y satisfacción.” Una de las razones era “el inalterado e inconmovible entusiasmo del traductor por dicho libro.”

Aunque sin el material gráfico de la edición de Reino de Redonda, esa es la versión que publica Debolsillo, con el prólogo de Juan Benet, que compartía su entusiasmo con el editor y explicaba que en este libro “no hay una sola página de estilo menor, no hay un solo personaje o frase de reputación dudosa, nadie viene de fuera con voz propia. Todo el libro es Conrad cien por cien, y, además, el mejor Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más acertada imagen marinera.”

Son catorce textos escritos “como si le hablara a un viejo amigo" por un marinero en tierra como desahogo mientras componía Nostromo, una de sus novelas más trabajadas e intensas. Catorce capítulos que completan una narración autobiográfica sobre su relación con el mar y los veleros, una experiencia fundamental en la vida y la obra de Conrad.

El espejo del mar constituye –escribía Conrad en 1919- el mejor homenaje que mi piedad puede rendir a los configuradores últimos de mi carácter, de mis convicciones, y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado.
Santos Domínguez