17/10/12

Cartas del verano de 1926


Marina Tsvietáieva. Borís Pasternak. Rainer Maria Rilke.
Cartas del verano de 1926.
Edición e introducción de Konstantín Azadovski,
Evgueni Pasternak y Elena Pasternak.
Traducción del ruso de Selma Ancira.
Traducción del alemán de Adan Kovacsics.
Traducción de los poemas por Selma Ancira y Francisco Segovia.
Minúscula. Barcelona, 2012.


Minúscula publica las Cartas del verano de 1926 que cruzaron Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke, que van más allá del simple epistolario, porque contienen poemas y reflexiones que resumen la visión del mundo y la vivencia de la poesía de tres poetas que se cruzaron milagrosamente desde la primavera de 1926 hasta la muerte de Rilke el 29 de diciembre de ese año.

Tres ejemplos de la transcendencia de este material: aquí se pueden comprobar las dudas y la inseguridad creativa de Pasternak, leer sus reflexiones en torno a la creación poética, o poemas como la Carta de Año Nuevo y Tentativa de habitación, de Tsvietáieva, o la Elegía que Rilke dedicó A Marina.

Rilke acababa de cumplir cincuenta años y era un poeta con toda su obra hecha y con el reconocimiento mundial no solo como uno de los autores fundamentales de aquel primer cuarto de siglo, sino también como la imagen existencial y creativa del poeta.

Su nombre no rima con el tiempo, le decía una admirativa Marina Tsvietáieva en la primera de las cartas que le envió. Y Pasternak afirmaba: a usted le debo los rasgos fundamentales de mi carácter, la estructura de mi existencia espiritual. Y añadía: A lo largo de toda mi obra mis intentos poéticos no han hecho sino trasladar o variar sus motivos sin añadir nada a su universo original y siempre navegando en sus aguas.

Aquellos dos poetas rusos, más jóvenes que el maestro, veían en él un modelo al que le debían una parte esencial de su formación poética. En las cartas que intercambian los dos entre 1922 y 1925, Rilke es un referente central (Por Rilke nuestro tiempo le será perdonado al mundo, escribía Marina Tsvietáieva) y a partir de la primavera de 1926 tienen la oportunidad de compartir con él – el Orfeo alemán, la poesía misma- la búsqueda solitaria de la belleza y la plenitud intelectual en un mundo en crisis.

Tras un prólogo general que sitúa estas cartas en su contexto histórico y con abundantes explicaciones sobre las circunstancias personales que rodearon a los tres corresponsales en aquellos meses, sumergirse en la lectura de este material permite acceder a las claves de esos mundos poéticos y entrar de lleno en el ambiente espiritual que fue el sustrato sobre el que creció una de las zonas más importantes de la poesía europea del primer tercio del siglo XX.

Además de su fuerza testimonial, estos textos tienen el valor añadido de la calidad literaria: no están escritos en la habitual prosa directa de las cartas, sino que responden a un evidente impulso creativo y tienen a menudo un innegable carácter lírico.

Este libro, que publica Minúscula con traducciones de Selma Ancira, Adan Kovacsics y Francisco Segovia, empezó a elaborarse en 1977, cuando habían transcurrido los cincuenta años que Marina Tsvietáieva había fijado como plazo para poder publicar las cartas que había intercambiado con Rilke:

Dentro de cincuenta años, cuando todo haya pasado, pasado del todo, cuando los cuerpos hayan quedado reducidos a polvo y la tinta haya palidecido, cuando el destinatario haya partido en busca del remitente, cuando las cartas de Rilke sean simplemente las cartas de Rilke, /.../ cuando yo misma me haya diluido en el todo y - ¡oh, lo más importante!- cuando no necesite más de las cartas de Rilke pues tendré a Rilke.

Cartas a las que se añaden las que la poeta y Borís Pasternak cruzan tras la muerte del escritor que había marcado decisivamente la trayectoria poética de los dos poetas rusos.

Santos Domínguez