30/9/11

Rosario Castellanos. Antología poética


Rosario Castellanos.
Juegos de inteligencia.
Antología poética.
Selección y prólogo de Amalia Bautista.
Renacimiento. Sevilla, 2011

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.


Así comienza Destino, uno de los poemas de Rosario Castellanos (México, 1925- Tel Aviv, 1974) que ha seleccionado Amalia Bautista para la antología Juegos de inteligencia que acaba de publicar Renacimiento.

Menos conocida que sus amigos Jaime Sabines y José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos es uno de los grandes nombres de la literatura mexicana del siglo XX y forma parte, como ellos, de una irrepetible edad de oro de la poesía contemporánea en ese país.

El espléndido poema cuyo arranque citaba más arriba pertenece a Lívida luz, un libro de 1960, y termina con estos versos que reflejan la intensidad verbal y emocional de su poesía:

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.


El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren— (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.


Damos la vida sólo a lo que odiamos.


Como en este texto, el amor, la muerte, la soledad, la memoria y el tiempo configuran los temas de una poesía en la que se funden ejemplarmente el ímpetu del sentimiento y la potencia de una palabra que nunca deriva hacia la oscuridad metafórica, sino hacia la expresividad enunciativa y directa.

El amor como crecimiento o como destrucción, la rebeldía ante la soledad y las postergaciones, la incursión en la herida y en la sombra marcan las claves de la poesía de Rosario Castellanos, una poesía exigente y rigurosa desde el punto de vista formal y estrechamente vinculada a la realidad biográfica y a las circunstancias sentimentales de la poeta.

Desde los iniciales Apuntes para una declaración de fe y Trayectoria del polvo, dos libros de 1948, hasta Viaje redondo, de 1972, la poesía de Rosario Castellanos es una mirada al espejo, una forma de trazar su autorretrato, incluso cuando se proyecta en una máscara como en la excelente Lamentación de Dido, la reina abandonada por Eneas y hermanada con la poeta en la desolación:

Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí no hay muerte.
Porque el dolor —¿y qué otra cosa soy más que dolor?— me ha hecho eterna.


La expresión de ese dolor, la explosión emocional de la mujer abandonada y sola alcanza uno de sus momentos más altos en Elegía, un poema de En la tierra de en medio (1969):

Nunca, como a tu lado, fui de piedra.

Y yo que me soñaba nube, agua,

aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello del ahogado.


Un poema tan memorable como la mayoría de los que ha seleccionado Amalia Bautista en esta cuidada antología.

Santos Domínguez