22/9/11

Ory. Los aerolitos


Carlos Edmundo de Ory.
Los aerolitos.
Prólogo de Félix Grande.
Calambur 20 años. Madrid, 2011.

Nietzsche los llama: sentencias y dardos.
Novalis los llama: polen.
Baudelaire los llama: cohetes.

Joubert: pensamientos, Cioran: pensamientos estrangulados, y Andrei Siniaski: pensamientos repentinos.

Rozanov: hojas caídas, y René Char: hojas de Hypnos.

Malcolm de Chazal: sentido-plástico, y Louis Scutenaire: inscripciones.

Antonio Porchia los llama voces, y yo aerolitos.


En la espléndida colección conmemorativa
de sus veinte años, Calambur publica Los aerolitos, de Carlos Edmundo de Ory, una amplia antología de sus textos más característicos. Seleccionados por su autor y prologados por Félix Grande, son chispazos verbales, relámpagos escritos desde el asombro y la inocencia de una mirada inaugural (soy un sabelonada) o desde el desengaño que no se permite el patetismo. Beligerantes o celebratorios, en los aerolitos conviven la risa y el llanto (Mis muletas: el espanto y el humor), el fulgor y la noche, el juego y el fuego, lo admirable y lo preocupante, como señala Félix Grande en su prólogo Aerolitos delfines.

Mi oficio es encender llamas, escribe en uno de ellos Ory. Entre la revelación verbal y el aullido del lobo en la noche, entre el calambur y la metáfora, los aerolitos son fuegos de palabras de quien, mano a mano con la nada, es
testigo de la dolorosa felicidad del hombre, de quien hizo del desierto su patria, hablaba de usted a los árboles y pobló con la duda su única certeza.

Porque Ory se veía a sí mismo como un limpiabotas del verbo y veía el mundo como una fábrica de lágrimas, pero sabía también que un poema es la autobiografía del sueño y que la poesía es un vómito de piedras preciosas.

Santos Domínguez