5/11/10

Piedras al agua


Antonio Cabrera.
Piedras al agua.
Tusquets. Barcelona, 2010.

Ver y pensar el mundo (Verlo y pensarlo, ese es el cometido) es el objeto de los poemas que Antonio Cabrera ha reunido en Piedras al agua, que publica Tusquets.

Meditación e impresiones, razón y sensaciones unidos en unos textos depurados en que conviven en armonía el pensamiento y el sentimiento de un yo lírico emocionado y reflexivo que dialoga con el paisaje y el recuerdo y pasa del objeto al concepto a través de una mirada que oscila entre lo exterior y lo interior en las tres partes en que se organiza el libro.

Ese yo poético se perfila en el cruce de dos espacios: entre el ámbito doméstico cotidiano y la aparición de unos caballos al anochecer, unidos por una constante sensación de prodigio y de revelación, de instante irrepetible captado por los sentidos y elaborado por la razón.

Esa indagación en lo hondo, esa mirada mental que va más allá de la superficie es también una exploración de sus propios límites, de los límites del conocimiento y de la palabra. Es la retina del conocimiento, la pupila equivocada que analiza una nube pasajera en Avance de nube y asume el reto expresivo del poema, la limitación del lenguaje que se convierte en centro del texto que se titula Antes de hablar, cuyo primer verso es No sé si pronunciarlo y que termina con este reconocimiento de la derrota: Cuanto pueda decir va a desmentirse.

Verlo y pensarlo, ese es el cometido. Y la misión imposible del lenguaje, de manera que el poeta firma la crónica de ese reto y de esa imposibilidad y afronta el asedio limitado a la vasta realidad huidiza que se evoca en estos poemas (naciente luz/ que estaba) .

La poesía de Antonio Cabrera se apoya en el mundo, es una reivindicación de los objetos como parte de nuestro propio ámbito. Y la delimitación de ese espacio propio desde el ritmo lento de llanto razonado con el que el poeta aborda la realidad está hecha también de tiempo, de una intensa temporalidad que surge de una mezcla de exaltación del instante presente -que recuerda en tono, en actitud y hasta en léxico el Cántico guilleniano- y de melancolía sometida al freno de la serenidad y de la contención verbal.

Ese difícil equilibrio sostiene la intensidad verbal y emocional de estos poemas. Porque la sombra es mucha, pero el poeta mira a su través, como aconseja a su hija en el Poema de cumpleaños, y sabe, como el halcón viejo cuando enseña al halcón joven en Anotaciones en un cuaderno de campo, que la vastedad es suya, si la gana.

Por eso, desde la asunción de la sombra, este es un libro luminoso, cuya Poética concluye con unos versos que resumen la actitud de Antonio Cabrera en estas Piedras al agua: De luz y de abstracción/está rodeado/todo.

Santos Domínguez