10/4/10

Y que el silencio queme por los muertos


Joan Vinyoli.
Y que el silencio queme por los muertos.
(Antología poética).
Traducción de Carlos Marzal y Enric Soria.
Pre-Textos. Valencia, 2010.

...Escucha ese rumor
del mar entre las rocas. Siente también la noche
y la quietud del mundo. Todo presagio acaba
cuando nace la luz. Es el momento
para irnos a bañar.
La vida
es poco más que eso:
cien brazas junto al cable
que conduce a la boya para hacer allí el muerto,
sin poder nunca más volver hasta la playa.

Así termina L'estiu (El verano), un espléndido poema de Joan Vinyoli (1914-1984) en la traducción que Carlos Marzal y Enric Soria han preparado para Pre-Textos. Y que el silencio queme por los muertos es el título de la amplia antología bilingüe de una obra que marca una de las cimas de la poesía catalana contemporánea.

La obra poética de Vinyoli tiene su centro en la experiencia de la temporalidad, en la suma de paisaje y memoria, de meditación sobre la fugacidad y las devastaciones. Poesía de la analogía que usa como método de conocimiento la imagen y como forma de expresión la metáfora, conviven en ella la contención expresiva y la reflexión sobre realidades concretas y próximas.

Es un viaje de ida y vuelta, un diálogo en el que el poeta se proyecta en las cosas y a su vez la realidad se instala en el interior del poeta, que asume así las herencias del Romanticismo y el Simbolismo para integrarlas en su propia experiencia existencial y para enraizar su poesía en la mirada más honda hacia la realidad.

Lo explicaba Vinyoli en el prólogo de uno de sus primeros libros, El callado, de 1956, en pleno auge de la poesía social:

“La poesía es siempre simbólica, hasta cuando el poeta se expresa de una forma directa. Si es verdaderamente poeta, alude a otra cosa o realidad espiritual.”

Con esa declaración no sólo se desvinculaba del realismo testimonial. En ese mismo prólogo resumía su forma de vivir la poesía “como un misterio casi religioso.”

La actitud de Vinyoli se sitúa por tanto en la tradición indagatoria del poeta órfico que ilumina la realidad y huye de las apariencias, una tradición en que la palabra evoca, inquiere y no designa. Lo resumen así los traductores en la nota inicial:

“Mistérica y al mismo tiempo terrenal, órfica y partidaria de lo palmario, exquisita y aficionada a la administración de sabios prosaísmos. Equidistante siempre del saber biográfico y del –llamémoslo así– transmigratorio, intuitivo. Diáfana y llena de espejismos.”

Los quince libros que recoge esta antología permiten recorrer la trayectoria de una poesía a la que Vinyoli se dedicó con intensidad creadora, con rigor y exigencia verbal, con silencios prolongados y cambios que jalonan una obra viva y en constante y coherente evolución.

Lejana ya y descatalogada la traducción que José Agustín Goytisolo hizo en 1986 de otra antología de Vinyoli (Alguien me está llamando), la versión que han hecho Carlos Marzal y Enric Soria se ha apoyado en este principio, elemental en su enunciado, pero arduo en su realización: "Todo traductor está obligado a procurar que un poema que dice y suena bien en su lengua original, suene y diga bien en su lengua adoptiva."

Será por las notables diferencias de tono y de ritmo entre el catalán y el castellano, pero pocas veces se tiene la impresión como en este caso de que la labor de los traductores, aun con toda su fidelidad al original, pertenece más al territorio de la creación que al de la transcripción literal, que la poesía no admite sin daño.

Una muestra: el final de la sección primera de Sense mans, de su último libro, Paseo de aniversario:

Els mots, en veritat,
no són sols per entendre’ns pel que signifiquen,
sinó per descobrir el que, transparents, oculten.

Esta es la traducción de Marzal y Soria:

En verdad las palabras,
más que para entendernos por lo que significan
son para descubrir lo oculto en transparencia.

En esos tres versos, que no he elegido al azar, se resume la actitud de Joan Vinyoli hacia la palabra, su relación con la realidad, su concepción de la poesía.

Santos Domínguez