23/4/10

Criptozoología


Rafael Alemañ Berenguer.
Criptozoología. Cazadores de monstruos.
Melusina. Barcelona, 2010.


Sobre los monstruos ocultos y quienes los persiguen, sobre las pruebas de su existencia o los fraudes de quienes las fabrican trata la Criptozoología, una joven disciplina que da título a este volumen que contiene abundantes ilustraciones, grabados y documentos fotográficos.

Entre la leyenda, la realidad y la falsificación, burdamente manipulados o inquietantemente verosímiles, son testimonios de esa vieja atracción de los hombres por lo misterioso y lo desconocido. Una atracción que se inscribe en el triángulo que forman el hombre, los animales y los mitos.

Lo publica Melusina y es un libro de los seres imaginarios escrito desde una perspectiva muy distinta de la de Borges. Su autor, Rafael Alemañ Berenguer, explica que su objetivo es lograr que “la posibilidad de seres insospechados se nos antoje menos extraña de lo que cabría esperar.

Porque algunos monstruosos seres de leyenda, como el basilisco o los grifos, no son más extraños que otros cuya existencia está comprobada científicamente, como la serpiente voladora asiática o el molusco negro de ojos rojos y dientes afilados que vive a mil quinientos metros de profundidad.

A medio camino entre la fascinación y el terror, las páginas de Criptozoología son un recuento de seres sorprendentes como los dragones o los monstruos marinos que siempre han habitado el subconsciente humano, poblado las pesadillas de los hombres y propiciado una abundante literatura fantástica.

A través de un relato de indicios, de la defensa de sus evidencias y la estimación de su verosimilitud, este ensayo habla también de las limitaciones del hombre y más que a dar respuestas se dedica a plantear preguntas sobre la posible existencia de criaturas que han sido relegadas muchas veces al territorio del mito o de la literatura fantástica.

Sus páginas son también un recorrido por la zoología antigua de Aristóteles o Plinio el viejo, por las sistematizaciones medievales y los bestiarios como reflejo de los testimonios de viajeros y peregrinos de aquella época supersticiosa.

Procedentes de la mitología antigua, como el basilisco, el grifo, la hidra, el unicornio o la mantícora, representantes de la zoología imaginaria y alegórica de la Edad Media, la mayor parte de estos seres monstruosos fueron descartados por Linneo en el siglo XVIII, por las exploraciones y el positivismo del XIX, que supusieron el paso del mito a la realidad, aunque como explica su autor “no es necesario sumergirse en las ensoñaciones de la mitología para encontrar criaturas fantásticas y aún en todo o en parte desconocidas, que exciten nuestra imaginación. Poco tardaremos en comprobar para nuestra sorpresa que muchos de esos seres, más originales e impresionantes que cualquier criatura de leyenda, tal vez existan en el mundo real y esperen todavía que los reconozcamos como miembros de pleno derecho en el inventario de los seres vivos.”

Y a esa empresa contribuyen los esfuerzos conjuntos de mitógrafos y zoólogos, historiadores, arqueólogos o expertos en antropología que van tras las pistas de animales desconocidos, ocultos en las profundidades marinas como el Kraken, mezcla de pulpo gigante, medusa y dragón marino. Presuntas serpientes marinas de sesenta metros y restos misteriosos en las playas, el monstruo del lago Ness o náufragos de la prehistoria forman parte de esta taxonomía de la monstruosidad en la que conviven el fraude y el enigma, el charlatán de feria y el científico serio, los fósiles vivientes y el homínido del Himalaya, el yeti y las criaturas de los bosques americanos, el hombre de los hielos y las especies desconocidas.

Luis E. Aldave