3/6/09

Céline secreto


Lucette Destouches y Véronique Robert .
Céline secreto.
Traducción de José María Solé.
Veintisiete Letras. Madrid, 2009.



El régimen de Vichy también tuvo sus días de Saló, en el castillo de Sigmaringen. Allí se refugiaron los últimos restos de aquel gobierno colaboracionista. Louis-Ferdinand Céline, que era uno de ellos, les asistía como médico.

Lo recuerda así su viuda:

De octubre a marzo de 1945, nos quedamos en Sigmaringen, a los pies de un castillo de opereta de donde todos salieron para ser fusilados: Laval, Brinon, Luchaire. El mismo Pétain fue indultado, pero murió en prisión, lo que incluso pudo haber sido peor. Allí vivimos una existencia alucinante, en una especie de pesadilla despierta, en un mundo errático y a punto de hundirse.

Es uno de los episodios que relata Lucette Destouches y transcribe Véronique Robert en Céline secreto, las memorias conversacionales de la viuda de Céline que se publicaron en Francia en 2001 y acaba de editar en España Veintisiete Letras.

Lo que vino después de Sigmaringen fue la huida y la detención en Dinamarca, la prisión y la deshonra de ser declarado en Francia desgracia nacional, la supervivencia casi vegetativa en Meudon durante diez años:

La prisión acabó con él. Hizo de él un muerto viviente. En Meudon, durante los diez años que precedieron a su muerte, ya no estaba allí.

Lo que había ocurrido antes fue el deslumbramiento de una joven bailarina ante un Céline reconocido ya por su Viaje al fin de la noche. Tenía casi veinte menos años que aquel hombre que era una rara mezcla de Gran Gatsby y del hombre apresurado de Paul Morand. Desesperado y ansioso, pesimista y compulsivo, poseía una enorme fuerza creadora y una potente inteligencia con la que deslumbróa a aquella muchacha desorientada que no tenía amigos ni hablaba con nadie, estaba totalmente volcada en mí misma y en la danza.

En conjunto, los recuerdos –quizá demasiado complacientes y comprensivos- de una larga convivencia de veinticinco años, de 1936 a 1961, convulsos y decisivos:

Conocí a Céline en 1936, en la época del Frente Popular y, ya a partir de entonces y sin tregua, tuvimos que convivir con el miedo a la muerte. Los comunistas amenazaban con matarlo; después fueron los judíos... Vinieron el éxodo, la cárcel, Dinamarca. Cada vez peor y en Meudon comenzó a morir. Nadie pasó lo que nosotros. Fuimos acosados como ratas. Sin la danza, yo hubiera muerto.

En apéndice, una meticulosa cronología del escritor y un detallado índice de referencias biográficas completan este acercamiento a una personalidad tan compleja y problemática como la de Céline. Sus luces y sus sombras son las del siglo XX, la metáfora penosa de un atormentado tiempo de desastres que tiene en él uno de sus símbolos.

Santos Domínguez