10/9/08

El mar no baña Nápoles


Anna Maria Ortese.
El mar no baña Nápoles.
Traducción de Francesc Miravitlles.
Editorial Minúscula. Barcelona, 2008.


Temo no haber visto nunca verdaderamente Nápoles, ni la realidad en general (...) Lo que me ha permitido acercarme a una y otra, y hablar de ello en algún libro, han sido las emociones, e incluso los sonidos y las luces.

De esa manera habla Anna Maria Ortese de los cinco relatos que forman parte de El mar no baña Nápoles (1953). Precedidos de la nota que redactó la autora para la reedición de 1994, los publica en España Editorial Minúscula con traducción de Francesc Miravitlles y el añadido de Las chaquetas grises de Monte di Dio, un texto de Anna Maria Ortese sobre el grupo Sud.

Tras la publicación de estos relatos, en los que tuvo que elegir entre visión y valoración, la narradora tuvo que abandonar Nápoles. Con una técnica mostrativa que recuerda en algunos de ellos (Las gafas) al neorrealismo cinematográfico y literario, los relatos de El mar no baña Nápoles, en los que se prefiere ver a valorar la dura realidad napolitana, se publicaron con un prólogo de Elio Vittorini y reflejan la vida de una ciudad devastada por la guerra.

Pero son más que eso. En ellos, además de su talento literario y su eficacia narrativa, Anna Maria Ortese proyecta su neurosis y su desarraigo, su experiencia del mundo y el mal. El dolor propio lo transfiere en consecuencia a la realidad de la vida cotidiana.

Por medio de las emociones y de las sensaciones, lo que se nos transmite es una visión que no entra a valorar una realidad amarga a través de una mirada implacable, pero también compasiva sobre la miseria, la enfermedad, el frío y la humedad. Escritos con una voz a la vez distanciada y cálida, los relatos de El mar no baña Nápoles tienen como referencia inmediata esa ciudad, pero más allá de eso son una visión de la condición humana, una crónica del desarraigo.

A través de los diálogos y las descripciones, la mirada de Anna Maria Ortese – emparentada con la de Chejov- se proyecta hacia fuera, pero no renuncia a mirar hacia dentro de los personajes, a base de monólogos interiores, reflexiones o recuerdos para reflejar la "oscura sustancia del vivir" con una técnica en la que conviven lo narrativo con la visión febril, el amor con el odio, la voz de la sibila que aparece en el espléndido El silencio de la razón con la actitud testimonial de fondo.

De entre los cinco relatos del libro, los narrados en tercera persona son los que están más próximos a la actitud testimonial; mientras en los otros la primera persona las acerca aparentemente al reportaje y transmiten una imagen crítica de la realidad social o cultural a través de una escritura visionaria.

Quizá entre todos ellos el lugar central lo ocupe el que se titula La ciudad involuntaria. Me parece que es el que mejor resume el tono del libro. Termina con estas líneas:

Comenzaba la noche en los Granili, la ciudad involuntaria se disponía a consumir sus pocos bienes en una fiebre que dura hasta la mañana siguiente, momento en que empiezan de nuevo los lamentos, la sorpresa, el luto, el inerte horror de vivir.

Santos Domínguez