30/7/07

Toldo de verano





En Historia de una pasión, que publica Pre-Textos en su colección Poéticas, habla el poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo de su pasión por la lectura y la escritura y de su labor de reseñista en la edición colombiana de Cambio 16:

Y ahí estoy, escribiendo cada semana una página sobre un libro. Dificilísimo. El medio es el mensaje. Un semanario de información general tiene un lector-tipo, profesional, que busca síntesis de los principales hechos de la semana. Idealmente, el efecto que la revista debe producir en el lector es la sensación de que está bien informado. Ese lector no es necesariamente un comprador de libros, pero sí lo es en potencia. De manera que el comentario bibliográfico debe enfocarse a las recomendaciones. Qué, entre lo nuevo, es bueno para leer. No me ruboriza admitir como propósito explícito de mis reseñas de Cambio 16 que sean una especie de recetario de lecturas.

Ese mismo propósito descarta la crítica de los libros que me parezcan malos y genera el tamaño problema de hallar un libro bueno cada semana. Con frecuencia me preguntan si me leo todos los libros que comento. La respuesta es
Sí. Sólo que es falsa porque la pregunta supone problemas falsos. El preguntador de turno ni se imagina que leer muchos más –y descartar varios- antes de llegar al libro que debía recomendar. El sí, como todas las afirmaciones rotundas, es literalmente mentira: una vez comenté un diccionario en dos tomos que no me leí, es obvio. Los libros de recetas de cocina tampoco los leo completos y me he vuelto proclive a los coffee table books. Por otra parte, siempre he amado los libros cortos, a pesar de que la lectura de una novela de Norman Mailer de mil doscientas páginas casi acaba con mis reseñas de reserva. Es tal la compulsión de una nota semanal, que la única manera de estar tranquilo es ir cuatro semanas adelantado.

Suscribo casi una por una sus palabras. Salvo en una cuestión. Igual que hay libros insulsos de cientos de páginas irrelevantes, hay libros cortos como este, de apenas cien páginas, con los que uno está días y días, porque su intensidad hace que crezcan en las manos del lector.

En todo caso, la cita me releva de dar una explicación de estas cuatro semanas en las que estaremos leyendo sin publicar para empezar septiembre con esa ventaja que luego permite estar tranquilo.

Echamos el toldo y nos ponemos a su sombra.

29/7/07

Shakespeare, nuestro contemporáneo


Jan Kott.
Shakespeare, nuestro contemporáneo.
Traducción de Katarzyna Olszewska y Sergio Trigán.
Alba Editorial. Barcelona, 2007.


Acaba de aparecer la reedición en Alba Editorial de Shakespeare nuestro contemporáneo, el mítico libro de Jan Kott que en su día editó Seix Barral y que llevaba algún tiempo fuera del mercado. Un clásico sobre un clásico o, si se prefiere, el diálogo de dos contemporáneos cara a cara.

El polaco Jan Kott fue profesor en varias universidades de EE. UU. y este es su libro más importante, un libro que ha alimentado a varias generaciones de actores y directores e iluminado a cientos de lectores.

Tras muchos años en los que actores y directores evitaban por irrepresentable El rey Lear, todavía se recuerda el memorable montaje que hizo Peter Brook en 1962, después de leer el luminoso capítulo que dedica Kott a esa cima del teatro en la que Shakespeare reflexiona sobre el tiempo, la decadencia física, la soledad y la muerte.

Y es Peter Brook quien escribe en el prefacio:

Kott es un isabelino. Igual que para Shakespeare y sus contemporáneos, para Kott el mundo de la carne y el del espíritu son inseparables: ambos mundos coexisten dolorosamente en el mismo universo: el poeta debe tener un pie en el lodo, un ojo en las estrellas y una daga en la mano.

Y de la misma manera en que Shakespeare aparece –como todo clásico, aunque en mayor medida- como un contemporáneo nuestro, también es posible hacer una lectura en clave polaca de Elsinore o de la suma de escorpión y calavera que hay en Ricardo III.

Sólo importa una cosa –escribe Kott-: alcanzar a través del texto de Shakespeare nuestras propias experiencias, los temas y la sensibilidad de nuestra época.

Y pone un ejemplo, el de Hamlet: Hamlet es como una esponja. Siempre y cuando no se ponga en escena de forma estilizada o anticuada, absorbe de inmediato la contemporaneidad.

No hay asunto de la actualidad que no esté planteado y resuelto en un clásico que, más que ningún otro, es sinónimo de contemporáneo. No hay más que echar un vistazo alrededor para darse cuenta de la vigencia de Shakespeare. Un mundo que sigue habitado por Macbeth y Lear, por Hamlet y por Yago. Aquellos que mejor los encarnan hoy no están en las compañías de actores, sino en la calle, en la política, en la escalera de al lado.

Un Shakespeare polaco, visto más que leído, en las representaciones sus tragedias y sus comedias: los reyes, un Hamlet de mediados del XX, la modernidad de Troilo y Crésida, la atmósfera de pesadilla nocturna y sangrienta de Macbeth, las dos paradojas de Otelo y el odio desinteresado de Yago o la relación entre El rey Lear y el Fin de partida de Beckett. Las contradicciones de Shakespeare en Coriolano, Titania y la cabeza del asno, la amarga Arcadia de los Sonetos y Noche de Reyes o la varita mágica de Próspero en La tempestad completan la imagen de un Shakespeare cruel y verdadero a través del análisis agudo y profundo de algunas de las escenas más importantes de su teatro.

Un Shakespeare, concluye Kott, que nos transmite la imagen amarga del hombre como animal sanguinario y cobarde, traicionero y cruel.

Una lectura imprescindible que es más que una mera lectura: una reflexión sobre el hombre, sobre el presente y, lo que es peor, sobre el futuro.

Unas palabras finales sobre esta edición. Había otras traducciones al español de esta obra esencial. Una de Sergio Pitol, por ejemplo. Esta tiene un valor añadido: el derivado de incorporar en las citas literales de Shakespeare las traducciones más solventes: las de Ángel Luis Pujante en Espasa Calpe o las del Instituto Shakespeare que ha venido publicando Cátedra Letras Universales.


Santos Domínguez

27/7/07

Byron. El último viaje



Harold Nicolson.
Byron. El último viaje.
Traducción de Ernesto Junquera.
Siruela. Madrid, 2007.
Publicado en 1924 con motivo del centenario de su muerte, Byron. El último viaje, que firma Harold Nicolson y publica Siruela, más que un ensayo o una biografía convencional es un relato del último viaje y del último año en la vida del poeta inglés, una figura fascinante que representa lo mejor y lo peor del Romanticismo, sus excesos y su idealismo, su inseguridad y su vocación suicida y autodestructiva.

Escrito, pues, con tonalidad narrativa y no como un ensayo erudito, se lee como una novela protagonizada por alguien que, como Byron, vivió para la literatura y en la literatura y confundió con frecuencia la realidad y el ensueño y construyó su existencia de personaje como si la estuviera escribiendo, según un diseño artístico y literario

En Génova, el 1 de abril de 1823, comienza el relato con la decepción de lady Blessington tras visitar a un Byron apacible y afable y no al mito viviente que ella esperaba ver.

El día a día del poeta, su personalidad compleja y contradictoria, brillante y confusa, caótica y creativa. Sus obsesiones supersticiosas, sus buenos sentimientos y sus inseguridades completan la figura de aquel Byron irritable y melancólico en busca de la paz interior en el exilio de Génova.

Aparece por sus páginas un Percy Shelley liante y una Mary Shelley celosa de Byron, calculadora y conflictiva. Son los personajes con los que Gonzalo Suárez hizo una espléndida película, Remando al viento.

Y un Byron infeliz, de cerebro masculino y carácter femenino en la apreciación de Nicolson. Genial y malintencionado, bello y deforme, con rango social y sin posición, con una fama demasiado juvenil y una fortuna demasiado tardía, proclive al error y a la brillantez.

En aquellos últimos años Byron sentía que su popularidad literaria decrecía y que, acosado por la infamia y los remordimientos, era a los 35 años mucho mayor de lo que su edad cronológica señalaba.

Con ese estado de ánimo emprendió aquel último viaje a Grecia a bordo del bergantín Hércules, en plena guerra de independencia que había suscitado la simpatía de los círculos intelectuales europeos.

Un Byron adherido apasionadamente a la causa griega busca allí su último refugio, su redención, y aunque ve en ese viaje una serie de expectativas, sabe que viaja hacia la muerte.

Neurótico y supersticioso, emprendió el viaje con una mezcla de esperanza y fatalismo, como quien cumple una sentencia de muerte. Primero en Cefalonia, luego en Ítaca y Metaxata, el viaje culminó en la travesía a Missolonghi, donde fue recibido como un héroe .

Allí empezaría una larga serie de sufrimientos que le llevarían a la muerte, una larga cadena de errores militares e imprevisiones y una dependencia funesta de un William Parry, brutal y dominante, que ejerció una influencia absoluta sobre un Byron cada vez más aislado. Los excesos alcohólicos de aquellas semanas le provocaron un ataque epiléptico y una creciente depresión por su deteriorado estado de salud y por la pérdida de esperanzas de ejercer liderazgo en la liberación de Grecia. En ese estado de crecientes perplejidades y miedos y en una situación de ansiedad hipocondríaca Byron afrontó sus últimos meses de vida.

Pese a esa serie de conmociones y fracasos, todavía tuvo tiempo en sus últimos días de demostrar su calma y su coraje antes de entrar en diez días trágicos que se iniciaron con un enfriamiento y precipitaron su muerte el 19 de abril de 1824.

En el análisis de la personalidad de Byron, en la comprensión profunda de su figura, en la magnífica narración del viaje y en el relato de los diez días de su última enfermedad, este libro ya clásico alcanza una más que notable altura literaria y se convierte en una lectura inolvidable.

Byron sabía que aquel era su último viaje. El día de su cumpleaños, el 22 de enero de 1824, escribió uno de sus últimos textos poéticos, casi un testamento, que terminaba así:

Si te remuerde tu juventud, ¿por qué vivir?
La tierra de la muerte honorable
Está aquí: ¡ve al campo de batalla
Y exhala tu último suspiro!
Busca la tumba del soldado
-menos buscada que encontrada-
Pero que para él era lo mejor.

Después, mira alrededor, escoge tu trozo de tierra,

Y descansa en ella.
Santos Domínguez

25/7/07

Demasiada nieve alrededor


Javier Marías.
Demasiada nieve alrededor.
Alfaguara. Madrid, 2007.

Alfaguara reúne en Demasiada nieve alrededor los noventa y seis artículos que Javier Marías publicó entre febrero de 2005 y febrero de 2007 en El País Semanal. Noventa y seis textos de variada temática, con algunas preocupaciones recurrentes, con algunas insistencias que responden a la reiteración de situaciones reales.

Desde el berrinche eterno de la Conferencia episcopal y sus amanerados representantes hasta la revisión de una película vista en la infancia, pasando por el homenaje al padre muerto, desfilan por estas páginas, entre lo público y lo privado, un Rajoy ya bastante trastornado, unos obispos que amenazan con un otoño caliente, una feria del libro con escritores puros y otros afincados en la provincia de la envidia, el victimismo interesado y manipulador, las malas traducciones. En fin, y como se ve, lo de todos los años, lo de todos los sitios.

No es que Javier Marías se repita, es la realidad la que insiste en sus circularidades: los ladrones de cadáveres -¿quién no conoce a alguno?- que aprovechan que el muerto está muerto para declararse amigos íntimos de quien apenas cambió una palabra con ellos. La guerra de Irak y la desvergüenza del trío de las Azores, la lenta desaparición del mundo, la literatura de Conrad o Juan Benet, los sablistas eclesiásticos y el préstamo de un sueño, un botellón de encapuchados penitentes y los viejos amigos perdidos...

Y con frecuencia la indignación ante un país anómalo y grotesco.
La inteligencia, la mordacidad y la excelencia de la prosa de quien, pese a todo, ha decidido no callarse en una España en la que la cerrazón mental y los oídos sordos son la actitud normal en muchos ámbitos. Un Marías siempre al borde del silencio, porque, como señala en la nota previa, en España, país caluroso donde los haya, es inevitable tener la sensación de que hay Demasiada nieve alrededor. De que no hay disposición a escuchar ni por tanto mucha posibilidad de diálogo.

Santos Domínguez


24/7/07

Así vuela el cuervo


Ann Marie MacDonald.
Así vuela el cuervo.
Traducción de Gemma Rovira.
Lumen. Barcelona, 2007.

Con una cita de Isaiah Berlin (Estamos condenados a elegir, y cada elección puede conllevar una pérdida irreparable) se abre Así vuela el cuervo, la novela de la canadiense Ann-Marie MacDonald que publica la editorial Lumen.

Una novela de intriga muy bien elaborada, con la guerra fría al fondo, que prende al lector desde las primeras líneas:

Los pájaros fueron testigos del asesinato. Abajo, entre la hierba que acababa de brotar, destacaban las diminutas campanillas blancas de los lirios de los valles. (...) Los cuervos vieron el asesinato. Un vestido de algodón azul claro. Completamente quieto.
Desde lo alto del árbol, los cuervos observaban la pulsera de dijes que destellaba en la muñeca de la víctima. Era mejor esperar. La plata los atraía, pero era mejor esperar.

Alguien más, pero eso forma parte esencial de la trama y se sabrá mucho después, ve ese crimen. Una historia turbia, una intriga ambientada en una base militar canadiense en los años sesenta. Un oscuro asunto de asesinato y pederastia en el que un inocente paga por un crimen abominable que no ha cometido. Una familia aparentemente normal, aparentemente feliz. Una denuncia de la hipocresía social en una documentada novela en la que lo individual es el reflejo de una situación política y la mentalidad social condiciona los comportamientos personales y familiares.

Un thriller vertiginoso en el planteamiento y desarrollo de la acción, en su ritmo argumental, en la mirada (esta es una narración en la que lo visual es determinante) a los abismos de la conciencia y los comportamientos.

Tiene todos los ingredientes para ser una de las novelas que más se lean este verano. Y no le falta calidad, ni pulso novelístico, ni interés documental.

No deberían perdérsela. Si empiezan a leerla no podrán dejarla.

Mayra Vela Muzot

22/7/07

El misterio de la cámara azul



Jean d'Aillon.
El misterio de la cámara azul.
Traducción de Carmen y Mª Dolores Torres París.
Alianza literaria. Madrid, 2007


Hijo de uno de los 144 notarios de París y notario él mismo en el París de Luis XIII y Richelieu, Louis Fronsac es el protagonista de una ya abundante serie de novelas escritas por Jean d'Aillon.

En una época en la que los notarios no sólo daban fe documental sino que ordenaban investigaciones a agentes o delegados ineficientes, Fronsac toma la decisión de llevar directamente las investigaciones. Así nace este detective francés del XVII, eficaz, inteligente y discreto.

El misterio de la cámara azul, que acaba de publicar Alianza en español, es una de las novelas más recientes y la primera en la cronología interna de la serie, pues se desarrolla entre 1641 y 1642 en el París de la época.

El excelente trabajo de documentación de su autor se refleja en la magnífica reconstrucción de ambientes, los caminos, las callejas, las posadas, el sinuoso trazado urbano. La suciedad de las calles y su diseño tortuoso, dos de las constantes de estas novelas, acaban convirtiéndose en metáfora de la sociedad.

Como en otros modelos clásicos de la novela de detectives, hay en las de esta serie un protagonista y un coprotagonista, dos caracteres complementarios y dos actitudes.

Louis Fronsac pone su mente matemática y lógica al servicio de Richelieu y Mazarino. Gaston de Tilly, su ayudante y amigo desde la época de estudiante en Clermont, es el agresivo comisario de la policía municipal, que le pide ayuda para resolver el enigma de un extraño crimen del que es víctima un criado y de cuya investigación pretenden apartarle antes de cerrar el expediente.

Y todo acaba confluyendo en la cámara azul del palacio de la marquesa de Rambouillet, de quien era criado el muerto, François Collet. Ese palacio, y sobre todo su cámara azul, fue el centro de la vida social de la aristocracia entre 1613 y 1664. El lugar más divertido de Francia, un espacio de encuentro de la alcurnia y el talento, el ingenio y la elegancia. Y también el centro de una serie de conspiraciones, de un entramado complejo de intrigas e intereses.

Personajes como Voiture, poeta ilustre y amigo de Louis, un Richelieu despiadado y un Mazarino untuoso y medrador, la marquesa de Rambouillet y su hija, Julie d’Angennes, un Luis XIII neurasténico y cruel, Cinq-Mars, un advenedizo iracundo y ambicioso, y un grupo de libreros y bibliófilos pasean por esta novela de aventuras, histórica y policiaca, por una corte de intrigas en un siglo de complots que descubre y desbarata este joven y culto detective de la época de Luis XIII y Luis XIV.

Tres conspiraciones nobiliarias contra Richelieu, financiadas por los Austrias desde España, constituyen el transfondo histórico de esta novela bien diseñada como un preciso instrumento de diversión. Que eso, antes que nada, es la literatura.


Santos Domínguez

20/7/07

Desnos en Cabaret Voltaire



Robert Desnos.
La libertad o el amor.
Traducción y prólogo de
Lydia Vázquez Jiménez y
Juan Manuel Ibeas Altamira.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2007.


Escritura en libertad, fusión de géneros y artes, escritura automática. El torrente de imágenes visionarias de Robert Desnos, del que dijo Breton: “El surrealismo está a la orden del día y Desnos es su profeta.” Un relato poético, un poema en prosa, un libro de viajes. Lo publicó en 1927 el superrealista más radical e inspirado y aparece ahora en una excelente traducción que era todo un reto.

Como un libro que se muerde la contraportada definen Lydia Vázquez Jiménez y Juan Manuel Ibeas Altamira La libertad o el amor, un libro alucinante del alucinado Robert Desnos, uno de los más interesantes y radicales superrealistas, proclamado su profeta por Breton en el Primer Manifiesto Surrealista y expulsado a las tinieblas exteriores cuando a partir del Segundo Manifiesto Surrealista el movimiento se convirtió en una secta.

Profeta de la vanguardia desde sus tiempos dadaístas, inmoral y lúdico, Desnos escribía sus textos como partituras musicales y con una única disciplina: la sujeción al ritmo. Autor de eslóganes publicitarios y de letras de canciones en las que proyectó esa inspiración rítmica, su literatura es la del alquimista del lenguaje, la de quien explora la sobrerrealidad con la potencia creadora del inconsciente, las drogas y la escritura automática, de la que fue el más potente y caracterizado seguidor.

El que duerme, pero escribe y habla le llamaron sus compañeros de sesiones hipnóticas y trances casi catalépticos que alguna vez pudieron acabar en tragedia cuando el poseso intentaba matar colegas superrealistas cuchillo en mano.

Una creación sujeta al riesgo y al abismo de lo hermético. ¿Y cómo se evita el riesgo de la opacidad hueca? Con la fuerza creadora de un lenguaje poderoso en imágenes y sugestiones, con una potencia expresiva que hipnotiza al lector, que se adentra en un mar de creatividad como el de La libertad o el amor que publica Cabaret Voltaire en su línea de recuperación de la mejor literatura europea de entreguerras.

Poema en prosa, novela provocadora o libro de viaje, articulado en torno a un París onírico por el que vagabundea el narrador, que la convierte en capital del mito o en un mundo submarino con calles recorridas por sirenas, en un lugar de la selva con leopardos y palmeras, en un espacio de espejismos o en una ciudad necrófila que culmina un apocalipsis de sangre y tiburones.

Precede a la prosa deslumbrante de La libertad o el amor un poema apócrifo de Rimbaud, Les Veilleurs, un texto visionario que condensa el mundo complejo de esta obra y de Desnos. Un autor en posesión del sueño que explora a ciegas las profundidades de la noche para escribir un panfleto contra la muerte en esta revelación del mundo, en esta incursión a tumba abierta en el misterio más profundo, ni templario, ni gozoso ni doloroso: el de la creación poética como mundo revelado en las visiones.

Santos Domínguez

18/7/07

La feria del crimen


La feria del crimen.
Edición, prólogo y traducción
de José Luis Sánchez-Silva.
Lengua de Trapo. Madrid, 2007.

En su serie Otras lenguas, la editorial Lengua de Trapo publica una recopilación de la nueva narrativa negra francesa. La feria del crimen es el título, tomado de un delirante relato de Tonino Benacquista, de un espléndido volumen que recoge dieciocho textos, representativos de la más reciente y renovadora narrativa policiaca gala entre 1980 y 2006.

Con edición, traducción y prólogo de José Luis Sánchez-Silva, el libro es una selección de algunos de los textos más interesantes del proceso de renovación de un género que hoy goza de prestigio entre la crítica y a la vez ha sabido mantener una amplia base de lectores.

De ese proceso, paralelo y contemporáneo del que desarrollan en otros países Camilleri, Vázquez Montalbán o Mankell, habla José Luis Sánchez-Silva en un esclarecedor prólogo en el que traza un panorama histórico del relato negro y de su revitalización en las últimas décadas de la mano de Jean Patrick Manchette, el más brillante de sus renovadores y el más lúcido de sus teóricos.

Sobre los componentes clásicos de la narrativa, los personajes, la tensión argumental, la intriga o unos diálogos bien construidos, estos relatos, por encima de los rasgos genéricos, muestran una llamativa variedad técnica, de asuntos y enfoques narrativos con el denominador común del interés y la exigencia literaria.

Los ambientes marginales, la denuncia política, la desesperanza ante la condición humana, el efecto aniquilador del odio, la violencia marsellesa o el suspense psicológico son algunos de los ingredientes de estos textos que ofrecen las cualidades de una narrativa en estado puro y tienen la precisión de un disparo o el tajo de un cuchillo en la garganta.

Cercanos a veces al periodismo de investigación, contienen una visión amarga de las conductas, de los comportamientos sanguinarios o los mundos oscuros de los personajes.

Didier Daeninckx, Jean-Francois Vilar, Jean-Bernard Pouy, Marc Villard, Patrick Raynal, Thierry Jonquet, y las voces femeninas de Dominique Manotti y Fred Vargas son algunos de los autores que se suman a ese camino de sutileza y calidad renovada que inauguró Jean Patrick Manchette.


Santos Domínguez

16/7/07

Cuentos de los días raros


José María Merino.
Cuentos de los días raros.
Punto de Lectura. Madrid, 2007.


La literatura debe hacer la crónica de la extrañeza, escribe José María Merino en la nota con la que abre sus Cuentos de los días raros, que edita en formato de bolsillo Punto de Lectura.

Esa declaración de principios vale no sólo para este su cuarto libro de relatos. Vale para los anteriores como los Cuentos del reino secreto, El viajero perdido o Cuentos del Barrio del Refugio y para los posteriores Cuentos del libro de la noche.

El excepcional contador de historias que es José María Merino se mueve en estos Cuentos de los días raros en su territorio narrativo predilecto, allí donde se diluyen las fronteras entre la vigilia y el sueño y la fantasía invade con naturalidad los espacios cotidianos, como en el magnífico y engañoso Capricho (1891) de Montañés que se ha elegido como motivo de portada. Unos relatos en los que la realidad enseña sus abismos vertiginosos o sus iluminaciones.

Merino reúne en este volumen quince cuentos sobre la rareza a través de los sueños, los libros, los recuerdos o lo cotidiano. Relatos en los que se conjuran los rasgos, los temas y los registros más peculiares de su mundo narrativo y en especial la incursión de lo fantástico en lo cotidiano. Son, pues, una muestra espléndida de lo que el propio narrador ha definido como realismo quebradizo, una detección de las grietas por las que lo raro asalta la realidad.

Como en todos sus libros de relatos, el autor introduce un hilo conductor que los una y no los deje en una mera colección recopilatoria de narraciones yuxtapuestas.

Aquí ese eje radica en la importancia de la emoción, en el conflicto entre la realidad y el deseo, que vuelve a ser expresión de un viejo y eficiente motor literario y convoca, con humor, ironía y afecto, a una galería de personajes vulnerables en busca de su identidad problemática. Personajes que mueven su perplejidad en un laberinto en el que no se distingue la frontera que separa la vigilia del sueño.

La demostrada capacidad de contador de historias de José Mª Merino, la sutileza en la descripción de personajes y en la narración de hechos, su precisión estilística son los instrumentos que operan el milagro de que lo fantástico se instale con naturalidad en lo cotidiano y lo raro sea una variante verosímil de lo normal.

Porque, como dice un personaje de uno de estos cuentos, ¿Cómo no iba a ser verdad todo aquello, tan verosímil, tan bien contado?
De esa realidad movediza e insegura, con vigilia y sueño, de sus perfiles inquietantes, dan cuenta estos magníficos textos que ofrecen también la posibilidad de lecturas simbólicas porque van más allá de lo puramente narrativo para proponer interpretaciones irónicas, perplejas o compasivas de la condición humana.

Santos Domínguez

14/7/07

Plenitud de Onetti



Juan Carlos Onetti.
Obras completas II.
Novelas II (1959-1993).
Edición de Hortensia Campanella.
Prólogo de José Manuel Caballero Bonald.
Posfacio de Liliana Díaz Mindurry.
Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.

Entre las muchas piezas rigurosamente magistrales que escribió Juan Carlos Onetti hay una, Jacob y el otro, que pese a su poca extensión contiene todo el universo narrativo y estilístico del uruguayo. Publicada a veces en colecciones de relatos, tiene sin embargo la condición técnica de una novela corta. Onetti la escribió a la vez que Juntacadáveres y El astillero y resume el canon novelístico de su autor: por su ambientación en el degradado espacio mítico de Santa María, por la aparición de un personaje narrador como el Dr. Díaz Grey, por la opacidad turbia e insondable de la realidad y los hechos, presentados desde una perspectiva múltiple, parcial e incompleta.

Es una de las diez novelas que se recogen en el segundo tomo de las Obras completas de Onetti que viene publicando desde el año pasado Galaxia Gutenberg en edición de Hortensia Campanella.

Este segundo volumen, que se abre con un espléndido prólogo de José Manuel Caballero Bonald, Iluminaciones en la sombra, recoge treinta y cinco años de escritura novelística de Onetti, entre 1959 (Para una tumba sin nombre) y 1993 (Cuando ya no importe).

Son las novelas de madurez de uno de los maestros contemporáneos del género, “la cifra terminante del corpus narrativo de Juan Carlos Onetti”, como señala Caballero Bonald en un prólogo en el que destaca la condición centrípeta de estas novelas construidas con prosa deslumbrante y potencia de demiurgo.

El astillero, Juntacadáveres o Dejemos hablar al viento son algunos de los ejemplos eminentes de esa capacidad narrativa que funda un mundo propio en el que personajes como Díaz Grey, Larsen, Jorge Malabia o Brausen habitan un territorio desolado y herrumbroso, Santa María, uno de los espacios imaginarios, como Yoknapatawpha o Macondo, más universales de la novelística contemporánea. Un espacio que no es un lugar, sino un estado de ánimo; un paisaje moral más que una ciudad.

La radical unidad temática y estilística de esta producción aconseja entender todos estos títulos como entregas sucesivas de una novela única que Onetti fue elaborando a lo largo de más de cincuenta años, desde El pozo (1939). Eso explica una de las peculiaridades del proceso de escritura del uruguayo que simultaneó la composición de novelas como Juntacadáveres o El astillero: todas integran un conjunto de piezas interrelacionadas en ese progreso hacia dentro, en esa vocación centrípeta a la que alude Caballero Bonald que explicaría también la preferencia por los espacios interiores.

“A mí me basta y me sobra una habitación –afirmaba Onetti-. Lo que me interesan son las personas.”

Inevitablemente une el lector esta declaración al desistimiento y a la voluntaria condición de tumbado que asumió el novelista durante los años que limitó su espacio vital al interior de una habitación.

Una mirada escéptica hacia dentro que encuentra su expresión más acabada en el tratamiento de la acción desde el interior del personaje, en la construcción de un estilo cuidado hasta el último detalle, en la arquitectura rítmica de su prosa o en la elección meditada y certera de cada adjetivo, para articular la lección de expresividad de una lengua sometida a una tensión más propia de la poesía que de la narrativa.

Nada se deja aquí al azar o a la improvisación. Todo está calculado y contribuye a tejer un entramado narrativo que prende a un creciente número de adictos a un mundo literario portentoso, un mundo espectral por el que cruzan personajes derrotados por la vida.

Y así como la niebla o la noche difuminan el paisaje de Santa María, abundan las zonas de sombra sobre los personajes y en la acción de las novelas de Onetti, atravesadas siempre por una mirada introspectiva y desesperanzada, habitadas por seres devastados por la fatalidad, el fracaso y la resignación, perplejos y derrotados bajo la bruma o el humo de los cigarrillos y destartalados por el alcohol.

La ambigüedad de los comportamientos, las interpretaciones múltiples de una realidad opaca, tan borrosa como la niebla que difumina el paisaje es otra de las constantes del mundo narrativo de Onetti, que se mueve con soltura en una zona de indeterminación en la que se confunden la realidad y el sueño, la alucinación y la mirada.

Con el personaje siempre en un primer plano que se antepone a la acción, las novelas de Onetti tienen el clima moral de un tango, su temperatura delirante, su desaliento resignado:

Escribiendo - reconocía Onetti en una entrevista- me desquito de la realidad. Más que sufrirla yo, la realidad la sufren los personajes

Para una tumba sin nombre, El astillero y Juntacadáveres, con temas y personajes tan relacionados que pasan de unas a otras, constituyen un ciclo central en esta etapa de madurez de Onetti. La más conocida de ellas, El astillero, con la bajada a los infiernos de Juntacadáveres Larsen, la escribió Onetti tras interrumpir la redacción de Juntacadáveres, que retomaría luego, aunque su génesis y su tiempo narrativo son anteriores. Por esa razón, Emir Rodríguez Monegal proponía que se leyera este tríptico en su natural orden cronológico (Juntacadáveres, Para una tumba sin nombre y El astillero) y no en la secuencia editorial en que se publicaron.

Con esas novelas y con la anterior La vida breve, Onetti desempeña un papel patriarcal en la nueva novelística hispanoamericana, que entra con él en la modernidad como lo había hecho la poesía con Vallejo, Neruda o Paz y el relato con su siempre incompatible Borges.

Santos Domínguez

La pesca de salmón en Yemen


Paul Torday.
La pesca de salmón en Yemen.
Traducción de Luis Murillo Fort.
Salamandra. Barcelona, 2007
.


Es probable que cuando alguien dijo “mi próximo barco lo voy a construir de hierro, no de madera” sonara a cosa de locos.

¿Por qué tiene que resultar imposible entonces la introducción de la pesca del salmón en el Yemen?

La vida del doctor Jones, que hasta entonces había sido tan previsible como carente de emociones, cambia por completo gracias a la confluencia de un jeque tan rico como visionario, un asesor político manipulador y los problemas políticos derivados de la delicada posición de Gran Bretaña en Oriente Medio.

Forzado por las circunstancias, se verá obligado a evaluar y posteriormente desarrollar un proyecto descabellado: introducir una partida de salmones escoceses en el Yemen para fomentar la práctica de la pesca deportiva del salmón. El instigador, un riquísimo jeque convencido de que la pesca del salmón será un factor de entendimiento y sosiego entre los hombres.

Y el responsable de todo esto, Paul Torday, conocedor tanto del Oriente Medio como de los salmones. Podríamos decir que al conocimiento se le añade una buena dosis de afición y afecto. El resultado, La pesca de salmón en Yemen, una novela disparatada, crítica y muy divertida, con toques de ternura y tragedia, que publica en España Salamandra.

La técnica para desarrollarla es la misma que la de su personaje: una aplicación implacable de la lógica al absurdo. De la misma manera que el Dr. Jones se plantea investigar la posibilidad de introducir salmones en el Yemen, Paul Torday se plantea construir una narración coherente que trate sobre este tema.

El mecanismo narrativo elegido subraya el distanciamiento que exige el tratamiento cómico No hay narrador ni narración lineal de los acontecimientos, sino un pastiche, un mosaico de fragmentos de diarios personales, interrogatorios en una comisión de investigación o el diario de sesiones de la Cámara de los Comunes. Cartas de amor en papel y con tinta, artículos de periódicos, cartas al director, e-mails oficiales o personales y entrevistas, conforman un entramado narrativo que dosifica la subjetividad y mantiene el distanciamiento. La discontinuidad temporal y la ausencia de fecha en algunos de los textos contribuyen a la creación de un ambiente de intriga y suspense resuelto en un final que no defrauda las expectativas creadas.

La mezcla explosiva de la prudencia científica del Dr. Jones y la temeridad mediática de Peter Maxwell, cada uno empeñado en llevar su propia lógica a las últimas consecuencias, conduce a que una decisión frívola y con pocas perspectivas de éxito se transforme en un proyecto viable. Un proyecto en el que se entremezclan la guerra de Irak y Al Qaeda, el poder de la prensa y las asociaciones de pescadores, la fe de un creyente y la mejora de la imagen política para construir una novela entretenida y cáustica, divertida y crítica.

Rosalía Ruiz

12/7/07

Rimbaud. Una biografía



Enid Starkie.

Arthur Rimbaud. Una biografía.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Siruela. Madrid, 2007.

Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea.

El carácter fundacional de su obra y la compleja personalidad de Arthur Rimbaud son las claves del excelente estudio de Enid Starkie, que va mucho más allá de los límites de una mera biografía para explorar las claves literarias y estéticas de su poesía.

La perspicacia crítica de Starkie, que culminó en 1961 esta monumental biografía que ahora reedita Siruela, fija los perfiles de una personalidad tan contradictoria y resistente a los asedios como la de Rimbaud y apoyándose en una interpretación profunda de su obra indaga en las razones que le llevaron al silencio.

Y es que la vida y la obra de Rimbaud están instaladas en una zona de sombra, en una opacidad misteriosa y llena de contradicciones. Consciente de esas limitaciones, Starkie acomete en este libro un análisis global que atiende más a la obra que a la vida, más a la interpretación literaria que al dato externo.

Rimbaud aspiró a la condición angélica y exploró lo demoniaco cuando pasó una temporada en el infierno. Tras renunciar a la poesía, vagabundeó por las calles y los tugurios de Europa, llegó a Alejandría, El Cairo y Java, y acabó traficando con esclavos y armas en Somalia y Etiopía.

Siempre entre el arrebato ascético y el exceso alcohólico, entre la actitud de un gamberro indeseable y la inspiración del genio, el reto de un estudio como este era la búsqueda de un hilo conductor que permita entender con coherencia una personalidad contradictoria. Un hilo vital casi invisible que permita entender por qué oscuro motivo Rimbaud deja de escribir en el momento de su mayor capacidad creadora, cuando se arrepiente de haberse convertido con la poesía en un Lucifer orgulloso y rebelde y convencido de que lo que él había creído iluminaciones eran meras alucinaciones, persuadido ya de que lo que había creído paraíso era el infierno.

Canalla o mártir, inestable siempre, aquel gamberro iluminado, aquel genio perverso y adolescente tal vez renunció a la poesía cuando dejó de ser para él la imagen de la verdad absoluta. Entonces posiblemente pensó que ya no tenía nada que decir. Y esa es la clave de su última obra, Una temporada en el infierno, una obra atravesada por la angustia de quien reniega a partir de entonces a su medio de expresión y a la poesía visionaria.

Starkie organiza su biografía y su análisis de la obra de Rimbaud en tres partes: de los años de formación, marcados por el ejemplo vital y literario de Baudelaire, y que culminan en Le Bateau ivre, a la plenitud literaria de las Iluminaciones y Una estación en el infierno, marcada por la influencia de Verlaine. Y de ahí al tráfico de armas y esclavos.

La segunda parte es, naturalmente, la fundamental, porque explica las claves creativas de la plenitud literaria, el método de trabajo y los motivos del silencio de un Rimbaud insolente y provinciano que llega a París desde Charleville, invitado por Verlaine. Con él practicó el exceso del libertinaje, de la absenta y el hachís, y mostró la parte más brillante de su poesía y su incapacidad para las relaciones sociales y su tendencia provocativa y egotista.

Aquellas relaciones, que los condujeron a una estancia en Londres evocada por Cernuda en un memorable poema, desembocaron en una situación de ruptura a mano armada en Bruselas. Con todo, las mejores páginas de Starkie son las que se centran en el análisis del Soneto de las vocales, las Iluminaciones o Una estación en el infierno, antes de destacar la importancia y la actualidad de Rimbaud:
En el momento actual pocos poetas, incluido el mismo Baudelaire, son objeto de más interés y apasionados estudios. No existe movimiento, sea cual fuere el país de que se trate, que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.

Santos Domínguez


11/7/07

Esperando el porvenir


Carmen Martín Gaite.
Esperando el porvenir.
Homenaje a Ignacio Aldecoa.
Punto de Lectura. Madrid, 2007.

Cuando en 1994 se cumplió un cuarto de siglo de la muerte de Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, amiga y compañera de estudios y de grupo literario, pronunció cuatro conferencias en la Fundación Juan March para evocar su figura y destacar la importancia de Aldecoa en la narrativa española de los años cincuenta y sesenta.

Aquel mismo año, Siruela reunió las cuatro conferencias que forman este Esperando el porvenir, ampliado y enriquecido con un abundantísimo despliegue de fotografías que permiten hacerse una idea de lo que fueron aquellos años de hierro, vino y rosas.

Ahora Punto de Lectura reedita en formato de bolsillo este libro que constituye una excelente introducción a la vida y a la obra de uno de los mejores narradores españoles del XX, hecho por quien une para escribirlo el conocimiento de primera mano, la competencia crítica y su acreditada capacidad narrativa.

No se trata de una biografía ni de un acercamiento crítico. Es eso y es más que eso: la memoria de un tiempo transcendental, la biografía de un grupo de escritores que renovaron el panorama de la novela y el cuento, y el retrato de una España en la que pugnaban tradición y modernidad, autoritarismo y libertad, a través de aquella juventud pequeñoburguesa e indomable.

Esperando el porvenir, De lo abierto a la cerrado, Melodías de arrabal y Vivir y representar fueron los títulos de las cuatro conferencias con que Carmen Martín Gaite homenajeó la memoria y la obra de Ignacio Aldecoa. Y esas son las cuatro partes en que se articula el libro, con una interrelación constante entre biografía y literatura, con una aportación iluminadora de textos de Aldecoa que arrancan del material de la memoria y la experiencia y se concretan narrativamente en sus relatos.

Jesús Fernández Santos, Medardo Fraile, Alfonso Sastre, Sánchez Ferlosio, Carlos Edmundo de Ory protagonizaron aquellos tiempos de literatura y cine, de tertulias en los bares y callejeo infatigable. Tiempos en los que la Revista Española, fundada por Rodríguez Moñino en 1953, aglutinó a aquellos jóvenes escritores. Apenas duró un año, publicó seis números, pero aquella revista fue menos efímera que decisiva, antes de su naufragio:

De esta manera naufragaba nuestro barco, el primer intento acometido después de la guerra de crear una revista literaria que no estuviera sometida a subvención oficial. Fue un disgusto para el pobre don Antonio, cuya memoria es bien digna de homenaje. En cuanto a nosotros, los tripulantes de aquella nave, seguíamos esperando el porvenir. Pero todavía no habíamos abandonado la calle de la Libertad.

Las lecturas y las películas que modelaron la técnica narrativa del grupo, sobre el que ejerció una fuerte influencia el cine; los comentarios de la excelente lectora que fue Carmen Martín Gaite sobre algunos de los cuentos más representativos de Aldecoa y una evocación de la geografía urbana y suburbial de la que surgen muchos de esos textos; el paisaje humano formado por seres con narración o sin ella, completan este excelente acercamiento a un tiempo decisivo y a un escritor fundamental.


Santos Domínguez


9/7/07

Pelando la cebolla




Günter Grass.
Pelando la cebolla.
Traducción de Miguel Sáenz.
Alfaguara. Madrid, 2007.



¿Por qué recordar la infancia y su final tan inamoviblemente fechado, cuando todo lo que me ocurrió, a partir de los dientes de leche y después de los definitivos, hace tiempo ya que, incluidos los comienzos escolares, las canicas y las rodillas con costras, los primeros secretos de confesión y las posteriores cuitas de fe, se ha convertido en notas garabateadas y desde entonces atribuidas a un personaje que, apenas llevado al papel, no quiso crecer, rompió, cantando, vidrio en todas sus formas, tenía a mano dos palillos de madera y, gracias a su tambor de hojalata, se hizo un nombre que, en adelante citable, viviría entre tapas de libro y pretende ser inmortal en nosécuántos idiomas?
Porque hay que posdatar esto, y aquello también. Porque, de forma descaradamente llamativa, podría faltar algo. Porque alguien, en algún momento, se cayó del guindo: mis agujeros sólo después tapados, mi crecimiento irrefrenable, mi manipulación verbal de objetos perdidos. Y hay que mencionar también otra razón: quiero tener la última palabra.

Son algunos de los párrafos iniciales de Pelando la cebolla, la obra en la que Günter Grass rememora veinte años cruciales en su vida: desde septiembre del 39, cuando el estallido de la segunda guerra mundial le expulsa de repente de la infancia (Mi infancia terminó en un espacio angosto, cuando, donde me criaba, la guerra estalló simultáneamente en varios sitios) al otoño del 59, en que publica El tambor de hojalata, su primer éxito.

La duda, que es acaso el signo del verdadero artista, del escritor cabal, se hace presente al rememorar:

Al recuerdo le gusta jugar al escondite como los niños. Se oculta. Tiende a adornar y embellecer, a menudo sin necesidad. Contradice a la memoria, que se muestra demasiado meticulosa y, pendencieramente, quiere tener razón. Cuando se lo atosiga con preguntas, el recuerdo se asemeja a una cebolla que quisiera ser pelada para dejar al descubierto lo que, letra por letra, puede leerse en ella: rara vez sin ambivalencia, frecuentemente en escritura invertida o de otro modo embrollada. Bajo la primera piel, todavía secamente crepitante, se encuentra la siguiente que, apenas separada, libera húmeda una tercera, bajo la que aguardan y susurran la cuarta y quinta. Y todas las siguientes exudan palabras demasiado tiempo evitadas, y también arabescos, como si algún traficante de secretos, desde joven, cuando la cebolla todavía germinaba, hubiera querido encriptarse.

La figura de la madre, una adolescencia marcada por la guerra, el despertar de la sexualidad y el primer amor, los años de perro que contó en una novela, marcan un libro de tono interrogativo, lleno de preguntas que son la constante moral de un ejercicio riguroso y autocrítico en el que la memoria se metaforiza en cebolla y se plasma en los dibujos a plumilla del final de cada capítulo en una progresión que la va desnudando:

La cebolla tiene muchas pieles. Existe en plural. Apenas pelada, las pieles se renuevan. Cortándola, hace saltar las lágrimas. Sólo al pelarla dice la verdad. Lo que ocurrió antes y después de terminar mi infancia llama ahora a la puerta con hechos y transcurrió peor de lo deseado, quiere ser narrado unas veces así y otras asá, e induce a contar historias embusteras.

Una obra tan marcada por lo autobiográfico como la de Grass (El tambor de hojalata, Años de perro, El gato y el ratón, Mi siglo) encuentra aquí sus claves sistematizadas a través de los sucesivos asedios a la cebolla con el cuchillo bien afilado de la literatura.

En otras ocasiones, a la pregunta, que es el motor del recuerdo y de su interpretación, la piel de la cebolla en la que se escribe con renglones apretados la memoria responde con capas en blanco.

La traducción que publica Alfaguara es de Miguel Sáenz, el mejor intérprete de la obra de Grass en español, tan familiarizado con su mundo, su lenguaje y su mirada.

Santos Domínguez


7/7/07

Presencia de René Char






René Char.
Común presencia.
Traducción de Alicia Bleiberg.
Alianza Literaria. Madrid, 2007.


Cuando se cumple el centenario de René Char (1907- 1988), uno de los más importantes poetas franceses del siglo XX, Alianza publica en edición bilingüe, con una trabajada traducción de Alicia Bleiberg, Común presencia, la segunda versión de una antología temática que Char publicó en 1964 y luego amplió en 1978. En ella ordenó su autor treinta años de creación de un mundo poético propio y una voz personalísima.

Por eso, están aquí todas las claves y las fuerzas temáticas y expresivas de una intensa y exigente obra poética a la que su autor dedicó más de cincuenta años.

El poeta no retiene lo que descubre: una vez transcrito, lo pierde enseguida. En eso residen su novedad, su infinito y su peligro- escribió Char en La biblioteca está incendiada.

Novedad, infinito y peligro son, en efecto, componentes esenciales de esta poesía que hunde sus raíces en el superrealismo, del que, incluso después de haberse desvinculado, conservaría siempre el gusto por la imagen y el tono visionario de quien entiende la actividad poética como revelación o como descubrimiento.

Aparecen en Común presencia las líneas fundamentales de la poesía de Char, sus intereses temáticos, nada originales, por cierto: el paso del tiempo, el amor y la soledad, la muerte, la naturaleza, la memoria...

Un mundo que se levanta desde la tierra y la memoria para construir una obra que mira a los árboles, a los caminos y los arroyos, a la pintura o al pájaro y al animal terrestre. A una naturaleza sobre la que se proyectan imágenes chocantes y herméticas y un archipiélago de palabras de quien habita en el dolor y en la conciencia del tiempo y sabe que tiene un oficio de avanzada.

En donde radica la originalidad y la fuerza de esta poesía es en su configuración estilística, en la tendencia a la concisión, al aforismo y a las formas breves que exigen una enorme concentración expresiva y en el uso de palabras de sentido plurivalente o amnésico, según explica Char en ese conjunto de textos dedicado a Georges Braque que titula La biblioteca está incendiada:

En el poema, cada palabra casi debe ser empleada en su sentido original. Algunas palabras, separándose, se hacen plurivalentes. Las hay amnésicas.

Si la poesía es el menos traducible de los géneros, si incluso es imposible transferir en la misma lengua palabras o significados, o explicar en otras palabras una imagen sin empobrecerla ni traicionar una parte fundamental de su contenido y su expresividad, traducir poesía de una lengua a otra plantea dificultades añadidas. Y si además el autor que hay que traducir es alguien como Char, autor de una obra especialmente hermética y elíptica, entonces el reto es para hacer desistir a cualquiera.

No en este caso, en el que Alicia Bleiberg no se ha limitado a hacer una traducción literal de esos textos que plantean enigmas y muchas zonas de sombra al lector francés culto. Georges Mounin, uno de los más insistentes y lúcidos lectores de Char, afirmaba que la mitad de esa poesía permanecía cerrada para él después de innumerables asedios y lecturas.

La traductora ha conseguido eso tan difícil que es captar el tono de una poesía cuyo hermetismo no es una cuestión de lenguaje, sino de la naturaleza intransitiva de esa poesía, y verterlo al español.

Santos Domínguez

5/7/07

Profundidades


Henning Mankell.
Profundidades.
Traducción de Carmen Montes Cano.
Tusquets. Barcelona, 2007
.

Profundidades es la segunda novela de una serie sobre la verdad y la mentira que Mankell inició con El cerebro de Kennedy, que publica Tusquets. Narra la historia de un viaje que no es sólo espacial y va un punto más allá de aquellas profundidades suboceánicas que explora a bordo de un acorazado su protagonista, Lars Tobiasson-Svartman, un oficial de la Marina sueca en la guerra del 14, que un día de ese octubre emprende un viaje de ida y vuelta para irse otra vez. Un viaje a las profundidades del mar y de la conciencia y a una isla que es una metáfora de la soledad.

La novela no comienza en ese otoño, sino varias décadas después, con un episodio inquietante en otro otoño, el de 1937, en un manicomio y en un destemplado ambiente que marca con su frialdad el tono del relato.

El relato, decía antes, de un viaje que va más hacia el interior y hacia el fondo de la conciencia que hacia el fondo del mar:

Aún busco en mi interior – se dice el protagonista al iniciar el periplo- abismos ignotos, profundidades todavía no medidas, oquedades inesperadas. Incluso en mi interior tengo que trazar un mapa en el que señalar una vía de navegación totalmente segura.

El protagonista, un hidrógrafo experto en medir las distancias de las profundidades marinas, se enfrenta a partir de ese momento al reto de explorar las distancias que le separan de los demás y de sí mismo, a la aventura de descender a la verdad de sus propios abismos interiores.

No he leído todas las novelas de Mankell. Sí, desde luego, Los perros de Riga, La quinta mujer o Antes de que hiele. Novelas bien construidas que desarrollaban historias sólidas contadas con destreza.

Una novela es un paisaje donde hace falta una carretera
- explicó hace ya tiempo Mankell-. Y la labor del novelista consiste en construir ese camino.

Un camino que en algún momento mostraba alguna irregularidad en su firme, algún descuido en su trazado. La anterior novela de Mankell, El cerebro de Kennedy, daba una nueva dimensión de su autor, dimensión que confirma ahora este Profundidades, que posiblemente sea su obra más ambiciosa y profunda. La más profunda desde el punto de vista de su planteamiento temático, la más ambiciosa estilísticamente, porque además de su demostrada pericia narrativa, Mankell mantiene en toda la novela un exigente tono frío como el del aliento blanco de la plomada con que explora las profundidades y mide las distancias hasta el fondo de un mar azul grisáceo, tan metálico como algunos de estos personajes.

Una novela que gustará a los muchos adictos a Mankell y convencerá a algún que otro reticente.

Santos Domínguez

4/7/07

Meléndez, Godoy y un abanico


Antonio Astorgano Abajo.
Don Juan Meléndez Valdés. El Ilustrado.
Diputación Provincial de Badajoz, 2007.




André Fugier.
La Guerra de las Naranjas
(Lucio Bonaparte en Badajoz)

Traducción, edición y apéndices
de Luis Alfonso Limpo Píriz.
Diputación Provincial de Badajoz, 2007.


Francisco Márquez Hidalgo.
El abanico de nácar.
Los Recuerdos de Josefa Tudó,
amante y esposa de Manuel Godoy.
Diputación Provincial de Badajoz, 2007.


El Servicio de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, con una línea editorial cada vez más seria y rigurosa y un diseño muy cuidado, publica dos novedades y una oportuna reedición que tienen en común su referencia a un momento crucial de la historia de España y su vinculación con Extremadura.

La reedición es la versión puesta al día, corregida y aumentada, de la biografía de Juan Meléndez Valdés. Su autor, Antonio Astorgano, ha dedicado sus investigaciones al periodo ilustrado y, además de esta biografía, es el responsable de la edición de la obra completa de Meléndez Valdés en la Biblioteca Aurea de Cátedra.

Es este un recorrido minucioso por la época, la vida y la obra del dulce Batilo, organizada en dos partes: una noticia biográfica que vertebra la primera, subdividida en nueve capítulos en los que se sirve de dos guías: la Noticia histórica y literaria de Meléndez que escribió Quintana y el monumental estudio de Georges Demerson: Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo. La segunda parte es un estudio de la personalidad compleja y la amplia obra literaria de Meléndez.

Meléndez, un hombre contradictorio como la época de encrucijada en la que vivió, mantuvo con Godoy relaciones múltiples, por razones de paisanaje, pero también políticas e ideológicas. Relaciones problemáticas que oscilan entre la protección al poeta y magistrado y la posible influencia de Godoy en los destierros de Meléndez. Entre la ayuda en 1802 y la persecución encubierta en 1805.

Sobre la figura del Príncipe de la Paz, favorito de Carlos IV, tratan los otros dos libros, si bien desde enfoques bien distintos.

La guerra de las Naranjas, que incorpora en separata una edición facsímil del Tratado de paz y amistad que firman Carlos IV y Don Juan, Príncipe Regente de Portugal en Badajoz el 6 de junio de 1801, es la traducción del capítulo primero de la tesis doctoral de André Fugier, Napoleón et l´Espagne, publicada en 1930.

No se trata de una mera traducción. Es más que eso. En dos partes, precedidas de un prólogo de Emilio La Parra y de una presentación de la figura de Fugier, se ofrece la traducción del estudio de Fugier y una profunda revisión crítica de la figura de Godoy, hechas por Luis Alfonso Limpo, y a eso se añade un conjunto de apéndices documentales, cartográficos y cronológicos de extraordinaria importancia en aquellos acontecimientos que devolvieron Olivenza a la soberanía española.

El tercero de los títulos, El abanico de nácar..., es otra manera de acercarse a la controvertida figura de Godoy: el enfoque narrativo que el historiador Francisco Márquez ha plasmado en una novela que combina documentado rigor histórico y capacidad narrativa, para llegar allí donde el la historiografía no alcanza a tapar un vacío.

Así, con la ficción del manuscrito encontrado con los Recuerdos de Pepita Tudó, la amante de Godoy, se construye esta novela que es un interesante y verosímil acercamiento a la figura del Príncipe de la Paz.

Santos Domínguez

2/7/07

La tala del bosque


Carlo Cassola
La tala del bosque.
Traducción de Elena Martínez.
Gadir. Madrid, 2007.



Luigi Comencini llevó a la pantalla en 1962 La novia de Bube, la novela más famosa de Carlo Cassola (1917-1987), uno de los mejores narradores italianos de la época neorrealista. Y con precisión documental, con un objetivismo casi cinematográfico que recuerda la estética del neorrealismo, Carlo Cassola construye en La tala del bosque que publica Gadir, una narración en blanco y negro sobre unos personajes silenciosos y sombríos: una cuadrilla de cinco leñadores emprende la tala de un bosque en una labor durísima que se prolongará durante cinco meses.

Personajes silenciosos que quedan caracterizados con una mirada educada en el cine y una llamativa economía de medios: a través de sus escasas palabras, sus actitudes sus gestos o su manera de afrontar el trabajo o la convivencia.

Distintos temperamentos, diversas edades desde donde cada uno de ellos afronta el trabajo o la vida y manifiestan su personalidad: desde la amargura ensimismada y solitaria de un Fiore que se refugia en el trabajo hasta la jovialidad animosa de Francesco, contador de historias que alivian a sus compañeros de fatigas. Desde la actitud rebelde y camastrona de Germano, el más joven, al equilibrio emocional de Amedeo y su vida ordenada.

El personaje principal, Guglielmo, que ha enviudado poco antes, se mueve en medio de una crisis que trata de olvidar con el trabajo. En ese personaje, motor de la acción e hilo conductor del argumento de la novela, se muestra la capacidad de Cassola para profundizar en el dolor, en la angustia y en el vacío a través de un estilo magistralmente contenido. La lucha interior de Guglielmo, su desesperación silenciosa en ningún momento sale de ese cauce de contención. Si acaso, se proyecta en el paisaje, tan indiferente, tan indiferente, tan oscuro como esas vidas en blanco y negro, que se pierden en la noche cuando el protagonista mira el cielo en la última frase de la novela:

Y miró hacia arriba. Pero estaba todo oscuro, no había una estrella.

Santos Domínguez