24/3/07

Gautier. Poemas



Théophile Gautier.
Poemas.
Selección, traducción y prólogo de Carlos Pujol.
Pre-Textos. Valencia, 2007.


Alfa y omega del Romanticismo francés, precursor de sus desenlaces parnasianos y simbolistas, Gautier fue poeta de poetas. Mallarmé escribió en su memoria el Brindis fúnebre y Baudelaire le dedicó sus Flores del mal en estos términos:

Al poeta impecable, al perfecto mago de las letras francesas, a mi muy querido y venerado maestro y amigo Théophile Gautier, con los sentimientos de la más profunda humildad, dedico estas flores enfermizas.

El elogio era sincero, aunque un poco exagerado, y Gautier lo agradeció con alguna reserva. Fue el último romántico y el primer moderno, como recuerda Carlos Pujol en el prólogo que ha escrito para la edición de sus Poemas en Pre-Textos.

Es uno de los nombres con los que la poesía entra en la modernidad, el impulsor de las teorías del arte por el arte, convencido de que la forma crea el fondo. Sin Gautier probablemente no hubieran sido posibles Mallarmé o Baudelaire. En él están en embrión los temas y sobre todo los enfoque de la poesía simbolista.

En un prólogo que constituye una interpretación global de su obra, su influencia y su importancia en la poesía posterior, Carlos Pujol, que no oculta algunas de las amables tontunas de Gautier, destaca lo alejado que estaba de los modelos altivos o malditos del Romanticismo. Gautier fue una buena persona, afable y simpático. Dulce maestro, le llamó Flaubert.

Viajó por España durante algunos meses en los que escribió poemas sobre Cádiz, el Guadarrama, Granada o El Escorial, y publicó en 1852 Esmaltes y camafeos, una obra en marcha que irá creciendo en sucesivas ediciones y nos mostrará la mejor cara creativa de quien fue más un artesano de la orfebrería que un genio creador.

Junto con admiraciones como las citadas de Baudelaire y Mallarmé, levantó opiniones negativas. Henry James y Gide fueron cáusticos con él. Y un efecto casi más destructivo tiene la opinión positiva de Menéndez y Pelayo, que le consideraba el más brillante de los poetas franceses modernos.

Dejó algunos versos memorables, pero sobre todo preparó el terreno para los poetas más renovadores, que aprendieron de él el secreto de la rima y del tono.

Baudelaire, en otro de sus excesos, auguraba la gloria al traductor que se atreviera a luchar con la obra de Gautier. Pero aunque declaración sea una de sus exageraciones, el lector comprenderá cuando se interne en estos textos en versión bilingüe, que Carlos Pujol se ha acercado mucho, si no a la gloria absoluta, sí a la altura del modelo.

Sirvan como ejemplo los dos versos finales de Partida, uno de los mejores poemas que escribió Gautier:

Et le chien qui s’ennuie et voudrait vous revoir
Au détour du chemin va hurler chaque soir.

(Y hasta el perro impaciente por volvernos a ver
Sale a aullar cada noche donde empieza el camino.)

Santos Domínguez