24/10/06

Heidegger en la tormenta




Marcel Conche.
Heidegger en la tormenta.
Traducción de Pilar Sánchez Orozco.
Melusina. Barcelona, 2006.


Cuando aún está reciente la polémica del caso Grass, la editorial Melusina publica Heidegger en la tormenta, del profesor francés de Filosofía Marcel Conche, que ha integrado en este libro, Heidegger en la tormenta, como dos capítulos complementarios dos ensayos (Heidegger resistente y Heidegger inconsiderado) que había publicado respectivamente en 1996 y 1997.

Le acompaña, pues, a esta edición de elegante diseño el sentido de la oportunidad, ya que la figura de Heidegger ha sido muy controvertida por su relación con el nazismo, de lo que nunca quiso disculparse, aunque en algún momento de comprensible debilidad, allá en 1945, cuando ya todo estaba perdido, se declaró resistente espiritual ante el nazismo.

Esa es la tesis central de estos dos ensayos que forman Heidegger en la tormenta: que la colaboración con los nazis fue un error del que el filósofo se arrepintió pronto. Para demostrarlo, Marcel Conche recurre a los escritos posteriores a 1934 y a testimonios de algún alumno universitario de Heidegger:

Si con este libro - escribe Marcel Conche- me convierto en el «abogado» de Heidegger, no es para aparecer como defensor delante de no sé qué tribunal ni para añadir una defensa a las de sus defensores. Sucede simplemente que tras haber sido durante mucho tiempo un admirador de Heidegger, me sentía trastornado por su traspié en 1933. ¿Hasta qué punto se comprometió con el nazismo? ¿Se envileció en cuanto filósofo? Sin pasión pero con buena voluntad me he esforzado en comprender y la respuesta a la segunda cuestión ha sido absolutamente negativa.

Con mejor intención que resultados, el autor se esfuerza en hacernos creíble la imagen inverosímil de un Heidegger ingenuo, víctima de un malentendido que tras la decepción y el desengaño se esfuerza en reconducir la teoría y la práctica del nacionalsocialismo que dio lugar a la barbarie, a los pogromos y a las quemas de libros.

Y es que Heidegger no fue un resistente. Ni entonces ni ahora consiste la resistencia en un silencio que es una de las formas más notorias y desde luego la más cobarde de la complicidad.

Pero es que además, a diferencia de Grass, Heidegger fue un caracterizado miembro del partido nazi que nunca se sintió moralmente obligado a retractarse y que en su discurso de Tubinga radicalizó, endureciéndolas, algunas de las bases ideológicas del nacionalsocialismo. O a considerar que los negros no son seres humanos porque carecen de historia. O a dirigirse a los estudiantes de Friburgo en un discurso en estos términos:

Que nunca deje de crecer vuestro valor para sacrificarse en aras de la salvación de la esencia y de la elevación de la fuerza más íntima de nuestro pueblo dentro de su Estado. Que las reglas de vuestro ser no sean dogmas ni "ideas". El propio Fuhrer, y sólo él, es la realidad alemana presente y futura y su ley. Aprended a saber cada vez con mayor profundidad: a partir de ahora cada cosa exige decisión y cada acto responsabilidad. Heil Hitler

Y eso, junto con la contumacia de sus escritos, es lo que hace que sea tan poco convincente una obra como esta, pensada para exculpar a un Heidegger que nunca quiso disculparse.

Y tuvo muchos años, vivió casi noventa, para hacerlo.


Luis E. Aldave