16/5/06

Connolly. Obra selecta



Cyril Connolly. Obra selecta.
Lumen. Barcelona, 2005.


Uno de los mejores críticos del siglo XX, W.H. Auden reclamaba una práctica desenfadada y conversacional, en la que estuviera desterrado el engolamiento académico. Exactamente eso es lo que representa él mismo o su amigo Cyril Connolly, del que Lumen ha publicado un voluminoso tomo con su Obra selecta, un enjundioso libro de más de mil páginas de imprescindible y refrescante lectura.

Aquí, donde la crítica se ha hecho por gente que no escribe y a veces ni siquiera lee, o lee sin gusto o con envidia, o con la parcialidad y la mala intención propias de los académicos de Argamasilla, ese tipo de crítica(con alguna brillante excepción como El pie de la letra de Gil de Biedma, que hoy se puede leer en una cuidada edición en Mondadori) ni se practica ni se entiende. Pero quizá es la única que de verdad agradecen los lectores. Una crítica que a veces no es demasiado profunda, ni demasiado rigurosa, pero es siempre apasionada y sincera porque está hecha con la visceralidad y la subjetividad del buen lector que fue Connolly. Practicada sin pompa ni dogmatismo, esa tarea está cerca del memorialismo porque para los buenos lectores literatura y vida se confunden para bien y para mal y las lecturas se integran en sus recuerdos personales.

Heredero de Chesterton en más de un aspecto, Cyril Connolly es, como aquel, un escritor inteligente y desenfadado. Fue un novelista y un poeta frustrado y a pesar de eso no ejerció el rencor en las reseñas sobre las que proyectó su talento indisciplinado. Pertenece a la espectacular promoción de escritores (Auden, Orwell, Isherwood) que sucedió al grupo de Bloomsbury. Como ellos, vivió una época de convulsiones políticas y morales. Igual que Auden, que escribió el famoso Spain 1937, como el Orwell de Homenaje a Cataluña, Connolly estuvo en España durante la guerra civil como corresponsal en la retaguardia republicana y con ese motivo escribió excelentes artículos, algunos de los cuales se recogen en esta edición.

Disperso y desordenado, Connolly terminó pocas obras. Una de ellas, Enemigos de la promesa (1938) es una interesante ingagación sobre la literatura contemporánea en la que se mezclan el ensayo y la autobiografía. Se abordan en ese libro los peligros a los que tiene que enfrentarse el joven escritor: el periodismo, el éxito, la pereza, el compromiso. Esos son los enemigos de la promesa.

Tú de verdad escribes sobre literatura -le decía en una carta Auden a propósito de este libro- de la única manera que resulta interesante a todo el mundo, salvo a los académicos, como una ocupación real semejante a la banca o a follar, con todas sus servidumbres de egoísmo, aburrimiento, excitación y terror.

Sobrevivió a su abulia, a las guerras y a un matrimonio fracasado redactando artículos y cobrando anticipos por obras que no llegaría a escribir nunca.
En cambio, los apuntes (reflexiones, citas, notas de lectura), que va anotando en sus cuadernos entre 1944 y 1945 como el diario de una crisis, cuajaron en un libro misceláneo, inclasificable e intenso: La tumba inquieta, firmada con seudónimo: Palinuro, el timonel de Eneas. Pecios, restos, astillas conforman ese libro de fragmentos, el último de Connolly, que a partir de entonces se dedicó a sobrevivirse a sí mismo, a sus fracasos, a su indolencia con artículos y recopilaciones.

Todo eso puede leerse en esta Obra selecta recogida con generosa amplitud en esta edición. Eso y lo que seguramente es lo mejor de todo el libro: la selección de textos dispersos sobre poesía y narrativa contemporánea: Hemingway y T.S. Eliot, e.e. cummings y Joyce, Auden y Orwell aparecen analizados en textos memorables que podrían servir de prólogo a cualquier edición rigurosa de esos autores.

Y el último artículo, La poesía, mi primer y último amor. Lo escribió Connolly en 1974, poco antes de morir, y es su brillante testamento crítico.


Santos Domínguez