21/3/06

Años inolvidables

John Dos Passos. Años inolvidables.
Seix Barral. Barcelona, 2006


Es lo último que publicó John Dos Passos. Estos Años inolvidables, unas memorias limitadas a los quince años de plenitud vital y literaria de su autor, aparecieron en 1966, el año intermedio entre el suicidio de Hemingway y la muerte de Dos Passos. Habían pasado solo dos años de la aparición póstuma de París era una fiesta, el texto en el que Hemingway evoca esos mismos años y no deja a Dos Passos, su amigo de entonces, demasiado bien.

París es uno de los núcleos del libro. El París de la Gran Guerra, el de la primera catástrofe y el de las vanguardias y la explosión artística y literaria del periodo de entreguerras.
Antes de que París fuera una fiesta, los campos de batalla de Francia que se evocan aquí son también los de Iniciación de un hombre: 1917 y Tres soldados de Dos Passos. Los mismos de Las nieves del Kilimanjaro y Adiós a las armas, de Hemingway: los del entusiasmo juvenil, en los que las ambulancias y el miedo y la búsqueda del peligro son variantes de la intensidad de la vida.

Otro de los centros de interés del libro es su recuerdo de España, a donde viajó en varias ocasiones en los años veinte y treinta. Dos Passos lee al Baroja de La lucha por la vida, va a tomar té con un desdibujado Juan Ramón, habla con un Unamuno que se ríe a carcajadas, recuerda a Antonio Machado, retratado con rapidez y con fuerza, en un paseo nocturno por Segovia.
Volviendo de Toledo en un vagón de tercera, conoce en 1916 al que sería su traductor, José Robles Pazos, y frecuenta la Puerta del Sol, el Prado y los espectáculos flamencos de Pastora Imperio.
Regresaría a España en los primeros momentos de la República. Ese recuerdo le permite hacer un retrato rapidísimo y certero de Alfonso XIII y una descripción muy plástica del ambiente en las calles con la llegada de la II República.
El otro eje de estas memorias es la evocación de sus compañeros de generación literaria: Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson y Hemingway, con quien compartió días y noches en París, en Madrid, en el Caribe. Dos Passos elude la venganza directa de quien le había descalificado con dureza, pero no renuncia a una sutil ridiculización de la figura y los comportamientos de Hemingway. A propósito de ridiculizaciones, la de Tristán Tzara y el dadaísmo es tan feroz como inolvidable.
Y hay otra sección del libro centrada en el compromiso político y en los desengaños. La denuncia del proceso contra Sacco y Vanzetti en Boston, los primeros años de la Rusia bolchevique, previos al estalinismo, constituyen una de las zonas más intensas del libro.

Precedido de un prólogo de Ignacio Martínez de Pisón, que se ha ocupado recientemente de Dos Passos y de su traductor al español en Enterrar a los muertos, Años inolvidables lo recupera Seix Barral después de que llevara varios años agotada la primera edición que hizo Alianza en 1974. La novela de Martínez de Pisón había devuelto a la actualidad literaria española la figura de Dos Passos a través de la figura del traductor de Manhattan Transfer al español, José Robles, a quien Dos Passos había conocido en 1916, fue asesinado en 1937.
El impacto que produjo esa noticia en el escritor norteamericano le marcó profundamente: Dos Passos cambiaría de mentalidad y acabaría siendo otro muy distinto del que había sido hasta entonces. Por eso la evocación de aquel otro que fue está subrayada por la nostalgia en estos Años inolvidables, formativos y cruciales para Dos Passos y para la literatura del siglo XX.

Santos Domínguez