30/1/06

El silencio del aviador


Paul Nothomb. El silencio del aviador. Traducción de Ramón Vilardell. Prólogo de José Ovejero. Editorial Funambulista. Madrid, 2006.

En agosto de 1936, un joven escritor francés que había ganado el Goncourt dos años antes con La condition humaine, fundaba una escuadrilla aérea, la escuadrilla España, para ayudar a los republicanos españoles a sofocar la sublevación militar.
Ese joven novelista era André Malraux, uno de los personajes de El silencio del aviador, la novela del belga Paul Nothomb (1913) que formó parte de aquella escudrilla de aviadores voluntarios. Si de aquella experiencia, que duró hasta el año 37, Malraux extrajo la materia narrativa de L'espoir, que se hizo cine en Sierra de Teruel, de ahí mismo surge la raíz humana de una novela bien distinta que editó Gallimard en 1952 y que ahora publica Funambulista por primera vez en castellano, con traducción de Ramón Vilardell y prólogo de José Ovejero.
Escéptica, intensa y emocionante, El silencio del aviador comparte personajes, acciones y episodios con la novela de Malraux, pero es muy distinta en su enfoque y en su posición moral.
Historia ambigua de seres problemáticos en un mundo inhabitable, se articula en torno a un triángulo de personajes básicos (Reaux-Malraux; Atrier-Nothomb e Ivanov) y tiene la altura de los aviones y de la sinceridad y los remordimientos.
Aunque transcurre sobre el fondo incendiado de la guerra civil, y circulan por ella los aventureros y la ineficiencia, la sospecha paranoica y la indisciplina, no es una novela sobre la guerra, sino sobre la culpa, la conciencia individual y el sentido de la existencia.
Con un ritmo potente y mantenido en la acción exterior y en la reflexión, tienen especial fuerza los episodios centrados en vuelos y bombardeos.
A propósito de bombardeos, hace unos días me contaba Fernando Marías, hablando de su Cielo abajo, otra novela de aviadores, de qué manera asombrosa se tiraban las bombas como pelotas desde los aviones.
Aquí también se tiran, no siempre de forma eficiente, contra aquella columna de la muerte que desde Badajoz se acercaba a Talavera y llegaría a Madrid. El resto de la historia es conocido.
El de la novela no. Desde el avión que pilota, Nothomb nos lanza esta novela como quien lanza una bomba.
Santos Domínguez